Forbes (Argentina)

REINVENTAR LA CADENA DE VALOR

- Por Beatriz Pellizzari, Emprendedo­ra social de Ashoka Argentina. Asesora en Procesos y Cadenas de Valor Inclusivas

Son tiempos para agudizar la creativida­d, tiempos de redes y de un ecosistema articulado, porque ninguna persona, empresa, organizaci­ón, comunidad o país sale solo de una pandemia.

hizo hasta ahora esta crisis fue desarmar los modelos para repensarlo­s desde una nueva mirada, la que conjuga innovación y empatía bajo un marco de colaboraci­ón y valor compartido. Existen casos preexisten­tes llevados a cabo en numerosas empresas que incorporan bajo sus programas de responsabi­lidad social el desarrollo de compras inclusivas. Un caso pionero es el de Arcor, que desde 2009 lleva invertidos US$ 3,2 millones en este tipo de acciones. Desde hace años mantiene una relación comercial sostenida con la Asociación Civil El Arca, trabajando con más de 60 mujeres emprendedo­ras de la industria textil en Mendoza. Sin embargo, esta lógica de intercambi­o aún está lejos de ubicarse en el core del negocio de la mayoría de las compañías del país.

La experienci­a de la pandemia invita entonces a rearmar la propuesta. Fortalecer la cadena de valor hoy implica gestionar negocios cumpliendo con los vectores vigentes de los Objetivos de Desarrollo Sustentabl­e de la ONU. Es un desafío presente, y la coyuntura indica que la alternativ­a para subsistir y salir a flote (todos) es aunando esfuerzos en el marco de una nueva lógica de interacció­n productiva y comercial. Alguna vez se dijo: “Sin comunidade­s saludables, no hay negocios prósperos”.

El consumo ocurre –aun en recesión–, y pandemia mediante, si bien se resienten rubros, otros trabajan a toda máquina para dar respuesta a la demanda. Hoy las compras inclusivas se tornan centrales para sumar nuevos proveedore­s y en especial hacer compras con lógica de desarrollo local en las comunidade­s, tendiendo a fortalecer la trama económica, productiva, social y ambiental. El gran desafío es que se produzca la vinculació­n entre unidades económicas que se proyectan desde realidades y lógicas comerciale­s distintas.

Entonces, en este contexto desafiante, nacen posibilida­des de innovación y de gestión de oportunida­des que, adecuadame­nte distribuid­as, se convierten en una herramient­a de desarrollo económico local. Y cuyo resultado directo es generar fuentes de trabajo, dar lugar a nuevos aprendizaj­es de cómo ser activos protagonis­tas de la economía en las comunidade­s y, en especial, fortalecer la trama social que permite resistir y superar la coyuntura mientras se planifica a mayor plazo.

Pero ¿cuál es el primer paso? Son varios, pero sin duda se empieza por salir de la zona de confort y, al menos virtualmen­te, también de las oficinas para acercarse a las comunidade­s productiva­s. Actualizar la mirada y conocer a los nuevos actores en la economía, es decir, los nuevos productore­s de bienes y servicios en las cercanías de nuestra operación: cuál es su trayectori­a, cómo y cuánto producen, cuál es su rango de precio, etc. Generar una nueva base de proveedore­s que sume a las nuevas formas asociativa­s que dan respuesta a trabajador­es y trabajador­as de la economía social.

El proceso es un camino, no es inmediato. Y el contexto brinda la excusa para comenzar a transitarl­o bajo una óptica que la pandemia nos puso en la cara de manera disruptiva.

No se trata de deponer los criterios de compras, ni las condicione­s de calidad, sino de priorizar el espíritu de sumar, y trabajar en las conversaci­ones necesarias que tiendan los puentes para que las compras inclusivas ocurran. Y que ocurran bajo la aplicación práctica de una estrategia de sustentabi­lidad que debe ocurrir de manera transversa­l en las operacione­s de las compañías.

No importa el tamaño de la empresa. Ninguna está exenta de ser agente de cambio. El contexto es una oportunida­d para que las lógicas puedan transforma­rse de manera profunda y gradual, ya que cualquier decisión “espectacul­ar” podría malograr la mejor intención. Y, en especial, se debe tener en cuenta que no se trata del reemplazo de proveedore­s históricos, sino de ir sumando con criterios de ampliar la base con proveedore­s inclusivos.

Tomar la decisión política, definir lineamient­os, flexibiliz­ar formalidad­es para mipara nimizar las barreras posibles son algunos de los pasos a seguir. Concretame­nte, definir criterios de compra directa por montos, plazos de pago, posibilida­d de entregar anticipos de dinero para la compra de materias primas, y avanzar identifica­ndo nuevos actores de la economía social para darles el alta de manera que estén listos para el abastecimi­ento.

Y en esta construcci­ón es central la actitud de quienes implementa­n en el día a día, los responsabl­es de Compras, de Administra­ción y Logística, porque son estratégic­os en esta ruta posible. Sin su compromiso, estas innovacion­es quedarían en el papel.

Detrás de los productos o servicios que son realizados por proveedore­s de la cadena de valor inclusiva, hay caras con nombre propio, vidas que cambian para siempre; hay destrezas que se adquieren, hay autonomía, pero en especial sueños colectivos que se cumplen y nuevos sueños de crecimient­o por cumplir. Y, del otro lado, consumidor­es que cada vez más exigen marcas responsabl­es, que estén cerca de las comunidade­s donde operan. Y por ello serán recordadas, por cómo se manejaron en este contexto.

Implementa­r, medir, ajustar, aprender, compartir con el partner proveedor y volver a comprar hacen el círculo virtuoso en el que muchas empresas de Argentina ya accionan, generando no solo trabajo y crecimient­o, sino también bienestar. Ha llegado la hora de contagiar a la cadena de clientes y proveedore­s, para que la economía circule, el virus no.

HAY QUE REPENSAR LOS MODELOS PARA CONJUGAR INNOVACIÓN Y EMPATÍA EN UN MARCO DE COLABORACI­ÓN Y VALOR.

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