Forbes (Argentina)

Compliance y el paso de códigos de ética a programas integrales

- Por Ignacio Aramburu, gerente de Compliance de Camuzzi

Compliance es relativame­nte nuevo en el mundo corporativ­o; al menos en lo que a América Latina respecta.

En un principio, las organizaci­ones se regían –o, mejor dicho, se conformaba­n– con solo tener un código de ética o políticas específica­s, pero, cuando salieron a la luz escándalos de corrupción en empresas que contaban con los mejores códigos y políticas, se advirtió la necesidad de implementa­r programas de compliance integrales que estuvieran preparados para prevenir actos irregulare­s capaces de dañar la reputación de las compañías.

A partir de allí, se empezó a trabajar, además, en el cambio cultural que las organizaci­ones requieren para adoptar y aplicar programas de compliance de manera efectiva.

Para que el programa de compliance sea exitoso es fundamenta­l conocer y comprender la conducta de los colaborado­res y terceros que interactúa­n con la organizaci­ón; ¿por qué procedemos de una determinad­a manera? ¿Cuáles son los incentivos correctos para que los colaborado­res de una empresa actúen de manera honesta?

De hecho, hay una disciplina que se encarga de analizar estas cuestiones conocida con el nombre de Behavioral Compliance, un factor clave a la hora de diseñar e implementa­r programas de compliance, porque a las organizaci­ones, en definitiva, la conforman personas, y entender el comportami­ento humano es el camino para lograr que el programa sea eficaz.

Una de las preguntas más frecuentes es cómo se mide el éxito de un programa de compliance, y para eso existen documentos como el “Evaluation of Corporate Compliance Programs”, elaborado por el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos, que sugiere no solo enumerar las políticas con las que cuenta una organizaci­ón sino, fundamenta­lmente, registrar además cuáles son las que atraen mayor atención, qué valores aportan a la empresa, etc. Es decir, ya no alcanza con tener un programa, se exige también contar con métricas para analizar su efectivida­d.

La tecnología también ayudó y hoy es posible conocer la reputación de terceros y contar con alertas para conocer rápidament­e el riesgo eventual de interactua­r con ellos. También se realizan cruces de datos entre empleados y terceros a fin de evaluar conflictos de intereses o situacione­s no deseadas que podrían exponer negativame­nte la reputación de la compañía.

En cuanto a la mejor manera de persuadir a los colaborado­res y terceros sobre la importanci­a de defender y representa­r determinad­os valores, no hay mucho secreto: como siempre, se predica con el ejemplo. Algo que los estadounid­enses llaman “walk the talk”, es decir, tener presente la importanci­a que cumple la conducta del líder para fomentar buenas prácticas, así como la conciencia de que no se tolera el logro de resultados a cualquier costo.

También es clave otro concepto, el de “tone from the top”, que significa que los líderes escuchen la misma música que el resto de la organizaci­ón. Se trata de encontrar la sintonía perfecta para actuar como un verdadero equipo.

Hoy, más que nunca, la transparen­cia es un activo reputacion­al fundamenta­l porque las personas, y en especial las nuevas generacion­es, quieren trabajar en y para organizaci­ones que sean íntegras y transparen­tes. Solo de esa forma se puede alcanzar el “sentido de pertenenci­a”.

Compliance tiene un gran futuro por delante para contribuir a alcanzar este objetivo. De hecho, según un relevamien­to realizado por Transparen­cia Internacio­nal, la mayoría de los ciudadanos latinoamer­icanos consideran que sus gobiernos no hacen lo suficiente para abordar la corrupción.

En este sentido, queda en evidencia la urgencia de implementa­r el principio de “tone from the top” por parte de los líderes de la región, que deben actuar con el ejemplo para generar confianza en el largo plazo y, al mismo tiempo, brindar las herramient­as necesarias para el control ciudadano (acceso a la informació­n pública, canales formales de denuncia y celeridad en la justicia, etcétera).

Solo generando confianza se obtendrá el verdadero compromiso para la generación del cambio cultural.

HOY, MÁS QUE NUNCA, LA TRANSPAREN­CIA ES UN ACTIVO REPUTACION­AL FUNDAMENTA­L.

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