El nuevo capitalismo
“No se puede separar del todo el manejo de la pandemia del manejo de la economía (...) No me sorprende que EE.UU. haya sido el país que peor manejó el control de la pandemia, pero también fue el que peor manejó las consecuencias económicas. Tuvo el mayor aumento del desempleo en todo el mundo, lo que demuestra que un mal liderazgo es malo en todo. No logró sostener la salud ni la economía. Digamos que la crisis muestra el despliegue de competencias de los buenos gobiernos y el despliegue de incompetencias de los malos gobiernos. Por desgracia, la correlación con las consecuencias es muy alta”.
Cuando en agosto el economista Joseph Stiglitz habló con Forbes Argentina sobre la negociación de la deuda externa que llevó a cabo el ministro de Economía Martín Guzmán, a quien conoce y con quien trabajó codo a codo, todavía faltaban muchos meses más de pandemia. De hecho, Stiglitz vaticinaba lo poco certero del resultado de las elecciones estadounidenses; el triunfo de Joe Biden, para muchos expertos, se explica en parte por el mal manejo de la pandemia que hizo Donald Trump.
Pero el contexto trajo otra consecuencia sobre la economía y volvió al centro de la escena la necesidad planteada desde hace un tiempo de un “nuevo” tipo de capitalismo, esto es, un sistema que sea mejor, más justo e inteligente. Un artículo de Forbes US titulado “Grand Capitalism” plantea esto: “El capitalismo, el mayor motor de prosperidad e innovación jamás creado, ya estaba bajo tensión antes de la pandemia del Coronavirus. A pesar de una década de crecimiento económico impresionante y creación de empleo, una pluralidad de estadounidenses dijeron sentir que el sistema estaba manipulado, que el trabajo duro y el cumplimiento de las reglas ya no garantizaban el éxito”. De hecho, una encuesta realizada entre adultos estadounidenses menores de 30 años mostraba que el 47% apoyaba al socialismo y el 46%, al capitalismo.
Son varios los paradigmas que, aunque no desaparecidos, sí están en jaque y en pleno replanteo. Por ejemplo, el dogma de Milton Friedman de que primero están los accionistas. O la creencia de que una empresa puede ser “demasiado grande como para fracasar”. Hasta las empresas más “queridas” por el público se enfrentan al escarnio popular si dan un paso en falso.
El retorno de la inversión, ahora, no se mide solo por las ganancias, sino en todas sus facetas. Uno de los puntos, claro, es la igualdad, ya que la pandemia dejó en claro que la brecha entre los que más y menos tienen no solo es cada vez mayor, sino que los que están en la base de la pirámide fueron quienes más sufrieron las consecuencias económicas y sanitarias del COVID-19. Al mismo tiempo, si se sortea la brecha digital, la pandemia mostró que la educación y la medicina, en su versión digital, tienen un alcance mucho mayor que su versión “tradicional”. En este nuevo capitalismo, además, tratar bien a los empleados y preocuparse por su bienestar pasa a ser un asset de las organizaciones, no un punto débil. Estos cambios del capitalismo, considerados positivos, no están exentos de riesgo, como el crecimiento del aislacionismo o el nativismo. Pero de lo que no hay dudas es que el mundo está cambiando.