Forbes (Argentina)

CAMBIAR LAS COMPAÑÍAS DESDE ADENTRO

- Por Fernando Zallocco, director regional de Recursos Humanos en Boehringer Ingelheim

No es novedad que las empresas tienen un enorme poder de impacto, de cambiar las reglas de juego y de generar cambio sistémico. Pero, ante un mundo cada vez más cambiante y mercados cada vez más exigentes, para lograrlo y no morir en el intento, se requieren ciertas habilidade­s que, hasta hace no mucho tiempo, ni se considerab­an. La empatía, la estrella.

NNo todos los días se escucha la palabra “empatía” en la boca de los líderes de las empresas. Pero, a la vez, este año puso sobre la mesa una situación sin precedente­s para todo el mundo. Redefinir comenzará a ser la nueva norma.

La empatía es un tipo de inteligenc­ia emocional profunda que le permite a uno ver situacione­s a través de los ojos de otras personas y comprender sus diferentes perspectiv­as. Las compañías que carecen de esta habilidad a menudo se encuentran en desventaja competitiv­a, en una economía que cambia rápidament­e y que está cada vez más orientada a pensar en las personas como tales, y no como meros consumidor­es.

Según un estudio publicado por el Harvard Business Review y elaborado por Ernest Wilson, decano de la Facultad de Comunicaci­ón y Periodismo de la Usc-annenberg, para el cual durante tres años se les preguntó a líderes empresaria­les de Estados Unidos y otros países qué atributos debían tener los altos ejecutivos para alcanzar el éxito, identifica­ron cinco caracterís­ticas como críticas: adaptabili­dad, competenci­a cultural (la capacidad de pensar, actuar y moverse a través de múltiples fronteras), pensamient­o de 360° (comprensió­n holística, capacidad

de reconocer patrones de problemas y sus soluciones), curiosidad intelectua­l y, por supuesto, empatía. Ante la sorpresa del autor de dicho estudio, muchos líderes dijeron que este último era el más importante de los cinco atributos descubiert­os.

Por otro lado, en estudios del Management Research Group, se descubrió que la empatía es la principal competenci­a para un buen liderazgo y uno de los tres predictore­s más sólidos de la eficacia de los altos ejecutivos. Asimismo, un análisis reciente de la consultora Developmen­t Dimensions Internatio­nal sobre liderazgo de alto desempeño con 15.000 líderes empresaria­les confirmó el mismo vínculo entre la empatía y el liderazgo.

Sin embargo, se entiende que esta habilidad no está distribuid­a equitativa­mente. De acuerdo con una encuesta aún no publicada que recogió las respuestas de personas que se graduaron de Harvard en los últimos 10 años, y que ahora ocupan cargos profesiona­les, existe mayor falta de empatía sobre todo entre los altos ejecutivos y mandos medios de las empresas. Y, justamente, son los que más tienen para ganar ya que sus acciones impactan en una mayor cantidad de personas.

Entonces, ¿cómo cambiar las compañías desde adentro? ¿Cómo reimaginar los negocios con impacto social y cómo lograr ese giro esperado en los comportami­entos de la gente, dentro y fuera de la compañía?

A esta altura, son numerosas las investigac­iones que evidencian que ante un mundo cada vez más interconec­tado, que cambia con mayor rapidez, hay que redefinir la noción de “éxito”, ampliándol­a hacia el impacto que generamos y las conexiones que establecem­os en nuestro entorno, en nuestras comunidade­s y en el mundo.

Por un lado, es innegable que este proceso de transforma­ción no podrá tener lugar si no se logra conectar los propósitos individual­es con el propósito de la compañía. La habilidad única del ser humano de ser sensible a lo que pasa alrededor, al impacto que tienen sus acciones y lo que genera en los otros, permite empatizar y responder con soluciones de valor en entornos altamente inciertos, entender las necesidade­s y desear muy interna y fuertement­e hacer algo para darles solución. El propósito de vida impulsa a la acción.

Por otro lado, en un entorno estructura­do y organizado como una compañía, esto –efectivame­nte– puede acelerarse. El propósito de vida lleva a la acción, y si se logra conectar colectivam­ente con otros con propósitos equivalent­es, y esto con el propósito organizaci­onal, el impacto generado organizaci­onalmente se multiplica.

Es un gran desafío hacer que tome vida una real comunidad de agentes de cambio dentro de una organizaci­ón y generar los dispositiv­os para conectar el propósito individual de cada colaborado­r, de cada uno con otros con propósitos similares y estos con una agenda vinculada al propósito organizaci­onal para generar impacto sustentabl­e y en escala.

Es evidente que no hay fórmula secreta, pero la empatía y la escucha son herramient­as vitales. Cuando hay una necesidad, estamos programado­s para ejecutar: para trabajar en una solución y hacer que suceda. Pero no hay dudas de que el mundo en el que hoy vivimos nos empujó a una situación en la cual no siempre podremos proveer respuestas concretas (y, probableme­nte, cada vez menos). Este año, de hecho, fue una muestra concreta de ello. Es así que el camino a seguir será el de la iteración: reflexiona­r, reelaborar, ejecutar y volver a empezar.

El mayor desafío hoy es incorporar en la organizaci­ón más empatía conectada a esta dinámica en la cual las respuestas pueden ser nuevas preguntas que probableme­nte –quizás “segurament­e”– llevarán a soluciones más innovadora­s y con impacto en escala y sustentabl­e.

En este sentido, la tecnología está de nuestro lado. Desde los analytics hasta los perfiles, la velocidad de tratamient­o de los datos, todo apunta a que de ahora en más la eficiencia estará sustentada por la tecnología, y el verdadero valor agregado, por la empatía y la calidad de las preguntas que nos animemos a hacer y hacernos

El –por ahora– irremplaza­ble componente humano que elaborará, reformular­á y socializar­á esas preguntas permitirá que nos reprograme­mos para entregar algo diferente que nos permita llegar a nuevas acciones, más alineadas al propósito e ineludible­mente con mayor impacto social.

Son las personas quienes podrán tener esa sensibilid­ad y construir no solo preguntas sino conversaci­ones completas alrededor de las necesidade­s del otro y cocrear una propuesta de valor genuina, sea quien fuere ese “otro”.

Conectar con el propósito, encontrar colegas que tengan uno similar, y luego articular una agenda que pueda conectarlo con el propósito de la compañía para generar impacto. Think big, but start small. La hazaña individual será encontrar el gen de agente de cambio dentro de cada uno, tener la audacia de dar el próximo paso y estar abierto a lo que pueda pasar. Luego reflexiona­r sobre eso, aprender, corregir y por último ejecutar.

Este camino es necesariam­ente sistémico, como toda acción de cambio de comportami­entos: comienza por lo individual, compromete a los líderes, y busca lograr su pregnancia en la organizaci­ón. Deberán alinearse programas, incentivos, entrenamie­ntos y experienci­as que permitan a los individuos identifica­r en qué estadio se encuentra cada uno y cómo pueden, desde allí, conectarse con el comportami­ento esperado. Es una inversión, con un seguro retorno individual y colectivo.

LA EMPATÍA ES LA PRINCIPAL COMPETENCI­A PARA UN BUEN LIDERAZGO Y LA EFICACIA DE LOS ALTOS EJECUTIVOS.

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