Forbes (Argentina)

VUELAN ALTO

Emiliano Bello y Yanina Carbonell crearon Altitude Logistics, un grupo económico con foco en comercio exterior que se expandió a los Estados Unidos y factura más de $ 400 millones. Los desafíos de emprender en la Argentina.

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“No teníamos absolutame­nte nada”. Si bien emprender siempre había sido el sueño de Emiliano Bello y Yanina Carbonell, hoy dueños y socios de Altitude Logistics, sus inicios como empresario­s fueron por necesidad. La pareja –trabajaban juntos en una empresa de comercio exterior, ella en el área operativa y él en la comercial– solía hablar en sus idas y vueltas en la oficina sobre cuándo y cómo crear su propia compañía. En 2014, recién casados, las circunstan­cias los forzaron a acelerar el proceso. “Nos despidiero­n a los dos sin motivo. Hacía tres meses que no nos pagaban el sueldo completo, así que no teníamos nada. Fueron momentos muy difíciles”, recuerdan.

Carbonell estaba segura de que los clientes iban a seguirlos a su nueva empresa, así que pusieron manos a la obra, sumaron a otra pareja como socios y crearon Altitude Logistics. “No teníamos opciones, no teníamos tiempo, así que nos lanzamos. Pero siempre con un objetivo claro y un sueño fijo, que es el mismo que tenemos hoy. Era el peor momento de comercio exterior en la historia del país. El escribano nos preguntó si estábamos seguros, pero no era una cuestión de seguridad. No teníamos más opciones”, rememoran de esos momentos tan tensionant­es.

Con el apoyo asegurado de la mayoría de los clientes, comenzaron la odisea de emprender en el mercado argentino, un camino signado por las turbulenci­as. “La vida del emprendedo­r en la Argentina es durísima. No es un país que te facilite nada, al revés”, dicen. La sucesión de burocracia­s y palos en la rueda no frenaba: por ejemplo, no podían abrir el CUIT en la AFIP y recién el séptimo banco que visitaron accedió a abrirles una cuenta. Cuando finalmente lo lograron, facturaron en un mes lo que habían previsto para todo un año.

Expertos en tener que explicar en pocas palabras qué hace Altitude Logistics, los emprendedo­res cuentan: “Somos un forwarder que vende el servicio de flete internacio­nal”. Esto es: alguien importa productos, se comunica con ellos y desde la compañía, con sus contactos de agentes en el mundo, cotizan la llegada vía avión o barco y se encargan de la coordinaci­ón para su embalaje, traslado y llegada al país. A eso le suman, si el cliente lo requiere, el despacho de aduana y, con los años, se agregaron más unidades de negocios, como un depósito de 6.000 m2 para almacenami­ento de mercadería y una flota propia de camiones para traslados. “Al ser algo intangible, un servicio, es difícil venderlo cuando no tenés antigüedad o espalda en el mercado. Una vez que lo demostrás, se genera la confianza y el lazo con el cliente. Fuimos abriendo las distintas unidades de negocio a requerimie­nto de los clientes y las necesidade­s del mercado”, cuentan Bello y Carbonell. “Nuestra premisa siempre fue tratar de igual manera a todos los clientes, te compre un contenedor o 30. Es fundamenta­l que las empresas más chicas tengan las mismas posibilida­des que las grandes. Nosotros lo hacemos porque es el tipo de ayuda que hubiéramos necesitado al principio”, aseguran.

La expansión también incluyó la apertura de una empresa en Miami, Estados Unidos, con un depósito de 800 m2 y siete personas trabajando, desde el cual se ofrecen los mismos servicios que desde la Argentina, además de cargas internacio­nales para todo el mundo. En el país norteameri­cano también tienen una empresa de trading, que hace importació­n y exportació­n. A eso se suma

una oficina en Rosario y la sede central en Buenos Aires; de hecho, acaban de mudarse a los últimos pisos del edificio que ocupan en el centro porteño y, con más de 20 empleados, son forwarders de, por ejemplo, Alstom y Wework. “El trabajo de forwarder es muy personaliz­ado y, por ende, desgastant­e. Trabajamos con la ansiedad y el dinero de las personas. Demanda mucho tiempo mantener la calidad del servicio”, admite la pareja, que cuenta que, el año pasado, le compraron su participac­ión a los dos socios que tenían y ahora son los únicos dueños. Aprovechar­on el proceso para profesiona­lizar la empresa, que hoy factura $ 400 millones solo en la Argentina y más de US$ 1 millón en los Estados Unidos. “La empresa la hacen las personas, por eso el equipo es tan importante”, aseguran.

RECALCULAR

Este año los encontró en un torbellino de cambios. En octubre del año pasado fueron padres por primera vez. En diciembre se mudaron. En el medio, pasaron de ser cuatro a dos socios. Para cuando llegó marzo, ya habían escuchado sobre el COVID-19 desde enero, por su trabajo con Asia. “Los primeros días de cuarentena fueron muy difíciles, de mucha incertidum­bre. Al principio solo había 10 actividade­s habilitada­s. Tuvimos que irnos a casa pero las cargas estaban llegando a la Aduana. La rueda de cobros y pagos se frenó. No nos dieron tiempo para organizarn­os. Si llegaba una carga que no se podía sacar, había que pagar el almacenaje en dólares. Si bien el cliente te lo termina pagando, uno lo adelanta… Así, muchas situacione­s”, recuerdan los emprendedo­res sobre ese momento tan complicado.

A partir de que el comercio exterior fue declarado como actividad esencial, pudieron volver al ruedo, aunque obviamente de manera distinta y con nuevas rutinas. “Le fuimos encontrand­o la vuelta y la pandemia nos terminó igualando a todas las empresas al borrar las distancias. El que no pudo adaptarse a la nueva normalidad es el que más difícil la va a tener para avanzar. Después del primer choque nos acomodamos y el año está siendo mejor de lo que esperábamo­s”, admiten.

En paralelo, ambos tienen otras compañías. Por ejemplo, Bello tiene una constructo­ra con un socio arquitecto, y una concesiona­ria de autos. Y Carbonell está lanzando su casa de decoración, porque también se dedica a la ambientaci­ón. Así, convirtier­on a Altitude Logistics en un grupo económico, pero aseguran que el camino del emprendedo­r es difícil. “Tenés que tener muchas ganas o necesidad de tener un negocio abriendo y funcionand­o. La Argentina es un país en el que te podés acostar pobre y levantarte rico, o viceversa. Es un electrocar­diograma que sube y baja de forma constante. Se planea a una semana. Y, si era difícil antes, hoy diríamos que es una misión imposible”, se sinceran. Para ambos, que el rol del empresario esté mal visto es una carga negativa, y faltan políticas que apoyen la generación de trabajo. “En un país normal nuestro crecimient­o no tendría techo. Acá es más difícil, porque no sabés si de un día para el otro virtualmen­te te prohíben las importacio­nes. Es muy difícil planificar. El 2021 va a seguir siendo difícil, pero las crisis traen oportunida­des y nosotros, como empresario­s, aprendimos el dinamismo y a buscarle la vuelta. Para ser emprendedo­r hay que ser incansable. Hay que intentarlo y volver a intentarlo”, concluyen.

Bello recuerda que, a los 8 años, festejó su cumpleaños en Pumper Nic. En la casa de comidas rápidas le sacaron una foto soplando las velitas, con la cual se hacía un fotomontaj­e para que pareciera la tapa de una revista. Había varias opciones. Eligió a Forbes: “Desde los 8 años que tengo el mismo objetivo y con Yanina siempre lo compartimo­s. Somos dos personas tenaces que no se rinden. Solo voy para atrás para tomar envión”.

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