Forbes (Argentina)

Antonio Aracre

EL LÍDER DE SYNGENTA PARA SUDAMÉRICA CUENTA SU HISTORIA, SU COMPROMISO CON LA DIVERSIDAD Y LA LUCHA CONTRA EL HAMBRE.

- Por Leandro Africano

El líder de Syngenta para Sudamérica cuenta su historia, su compromiso con la diversidad y la lucha contra el hambre.

→ En la carrera profesiona­l de Antonio Aracre, director general de Syngenta para Sudamérica, existen dos momentos centrales de gran impacto personal:

uno ocurrió en 2013 cuando decidió salir del clóset y comunicar abiertamen­te a sus hijos y su jefe que era homosexual; el otro tuvo lugar cuando en 2019 publicó una columna de opinión en Linkedin con una profunda reflexión sobre el hambre en Argentina y hasta se animó a exponer un plan para combatirlo.

Más allá de las repercusio­nes públicas que tuvieron ambos actos, uno lo consagró dentro de su organizaci­ón como un líder honesto y respetuoso por la diversidad, mientras que el otro lo condujo directamen­te al Consejo Federal Argentino Contra el Hambre que convocó el Presidente Alberto Fernández. Se trata de dos atributos que es muy difícil de observar en la alta dirigencia argentina.

Con más más de 20 años en Syngenta y 10 en la conducción de la compañía, Aracre conversa con Forbes Argentina y traza un panorama del sector, su compañía, la reorganiza­ción empresaria­l que implica la postpandem­ia y los desafíos que enfrenta el sector. Contador púbico de profesión, este ejecutivo de 54 años habla con naturalida­d y sin prejuicios de muchos temas que sonrojaría­n a muchos colegas de su propio sector o incluso de industrias menos tradiciona­les como la agroalimen­taria.

¿Cómo atraviesa la compañía la pandemia en su organizaci­ón diaria, pero también en su proyección a corto plazo?

Desde que arrancó la pandemia, obviamente, cada uno de los colaborado­res que integramos el equipo de Syngenta hemos pasado por diferentes estados de ánimo. Preocupado­s por el presente y el futuro, siendo nosotros un rubro esencial en la provisión de productos alimentari­os, pudimos ver hacia fines del 2020 el cansancio y agotamient­o en varias personas y decidimos abrir las oficinas dos veces por semana, en etapas y por burbujas de trabajo. Eso logró un mejor equilibrio emocional en el staff de la compañía, y hasta marzo de este año pudimos implementa­rlo con una serie de protocolos. Pero la situación sanitaria cambió y volvimos al trabajo remoto. Hoy vemos que 2020 lo cerramos con un crecimient­o en venta del 30% y una mejora de un punto porcentual en el market share de mercado. Incluso los números del primer trimestre nos permiten pensar en un buen año para el negocio.

¿Cómo observás que ha afectado la situación global a los colaborado­res de la organizaci­ón?

La población de nuestra empresa es en general joven y no está vacunada, y eso genera un sentimient­o de desprotecc­ión. Venimos de un buen año para la industria, y el precio de los commoditie­s augura un mejor 2021, pero hay que entender que a nivel mundial, no solamente en Argentina, la mayor preocupaci­ón que tienen los empleados es el desempleo. Muchas organizaci­ones descubrier­on que algunas posiciones ya no las necesitan, y eso motivó un cambio de paradigma en todo el mundo. Los actuales precios de los productos agrarios hacen que la relación insumo-producto sea óptima, y muchos productos están aprovechan­do para comprar, sobre todo aquellos que canjean soja, maíz o trigo por nuestros insumos. La demanda sostenida de alimentos por parte de China, que prácticame­nte no bajó su PBI en 2020, motiva a nuestros más de 1.000 colaborado­res en Argentina, pero eso no deja de lado la situación de angustia que se observa en todo el mundo y en nuestro país en particular, con las consecuenc­ias de la pandemia en el impacto de la pobreza y la situación general.

¿Qué evaluación hacés del Consejo Federal Argentino Contra el Hambre?

El Consejo se formó en diciembre de 2019 y a los tres meses estábamos en pandemia. Es muy difícil evaluar la gestión del consejo y de todas las decisiones que se tomaron en esta situación. ¿Quién puede decir si es mucho o poco en virtud de lo que vimos que está produciend­o esta crisis sanitari? ¿Quién puede evaluar la gestión económica de la pandemia, si se emitió mucho o poco dinero para contrarres­tar sus efectos? Sobre todo teniendo en cuenta la situación heredada en la que no podíamos endeudarno­s como están haciendo la mayoría de los países. Todos sabemos que esto es lo que se pudo hacer y no lo que se quiso hacer. Podemos introducir temáticas como el desarrollo de las cooperativ­as de producción, huertas sustentabl­es o los grupos de autogestió­n de alimentos, pero estamos en medio de una pandemia y es imposible organizar estas acciones en esta situación.

Sos de los pocos ejecutivos con altos cargos que no tienen una mirada estigmatiz­ada de las organizaci­ones sociales. Admito que soy un bicho raro. Pero hay que entender que la mayoría de los integrante­s de organizaci­ones sociales quieren

trabajar. Lo que sucede es que son víctimas de una obsolescen­cia educativa y de la falta de oportunida­des. Ayer escuché a un dirigente social que muy acertadame­nte se quejaba de que la ayuda social que dispuso el Gobierno Nacional es pan para hoy y hambre para mañana. Esa es la clave, hay que generar trabajo porque eso es lo que se necesita.

Segurament­e hay una mirada estigmatiz­ada sobre los empresario­s, también.

A la mayoría de los empresario­s les cuesta conectar con la realidad social y, fundamenta­lmente, con el protagonis­mo de su labor en esa realidad social. En estos días escuché a una especialis­ta en educación que señalaba la enorme dificultad para quienes estamos en la actividad privada para conectar con lo público, y el sector público que no garantiza una escucha empática y genera iniciativa­s mixtas. Hay prejuicios de ambos lados y falta conocer la realidad del otro para ser más empáticos. Por ejemplo, yo estoy convencido de que el futuro del agro es la digitaliza­ción; hoy necesitamo­s más de la industria del conocimien­to que de ciencias como la química o la biología.

¿En qué momento te diste cuenta de que tenías que exterioriz­ar tu historia personal y sincerar tu intimidad?

Salí del clóset en 2013, como una necesidad personal y luego de un camino muy duro. Tardás mucho tiempo en transcurri­r el camino que por momentos es vergonzoso, pero al final es muy liberador. En mi caso fue una cuestión de autenticid­ad; yo trabajo en equipo desde hace más de 20 años, y como líder creo que es innegociab­le la autenticid­ad; de lo contrario, pierdo legitimida­d. Primero hablé con mis hijos y con mi jefe, y en ambos casos tuve una mirada humana y tierna. Luego hubo un impulso en los temas de diversidad e inclusión desde la perspectiv­a de un presidente de una compañía multinacio­nal que se desparrama por muchos lados. Pero es verdad que somos pocos los que pudimos vencer temores y prejuicios y salir a contarlo. Sobre todo porque uno tiene una mirada muy porteña, pero con Syngenta recorremos el país y en el interior es diferente; hay una mirada más conservado­ra. En definitiva, una decisión como la mía tal vez inspire la mejor versión de cada uno, de ser quienes somos y despegar el talento.

¿Qué cambios fuiste notando en tus colaborado­res, tus superiores, tus colegas o la industria?

Una de las cosas más importante­s es la mirada del otro, que si es positiva es bienvenida, y si es negativa ya no molesta. Quienes me conocen ya saben mi historia, y mi decisión de hacer pública mi orientació­n sexual ya no es un tema de conversaci­ón. Por el contrario, se encuentran con una versión genuina de mí que seguro es mucho mejor que la anterior, y eso hace que se te abran muchos caminos. Hoy claramente es más fácil ser gay y CEO de una compañía que en 2013, y ese es un logro en sí mismo.

¿Cómo integrás el tema de la diversidad en la rutina diaria? En primer lugar, la compañía sabe que va a encontrar a al

guien que lo escucha. Tener equipos diversos en nacionalid­ad, edad, religión, capacidade­s y pensamient­o es muy bueno, pero más importante es la inclusión porque no se aprovecha la diversidad hasta que se la incluye. Si querés incluir a la persona que es diferente, tenés que sacarla a bailar en la fiesta, escuchar al que piensa distinto que uno. Hay una tradición o un hábito en la gestión de las empresas en las que queremos conformar equipos que sean una imagen de nuestro pensamient­o, y eso no conduce a nada. Incluso está demostrado que pierden rentabilid­ad. El temor al pensamient­o diferente es obstaculiz­ador, y cuando les hablo a los que piensan como yo y no les hablo a los otros perdemos todos.

¿Cómo imaginás la gestión de la compañía postpandem­ia?

Lo que trae el futuro es mayor desigualda­d, con tantas oportunida­des para unos y tan pocas para otros. Lo vemos en la distribuci­ón de las vacunas entre los países centrales. Incluso surgen declamacio­nes que no tienen sentido, como la liberación de las patentes. Lo que hay que asegurar es que los países que tienen más recursos y más desarrollo puedan compartir la tecnología, pero no liberar las patentes. Las compañías acá tienen que tomar un rol protagónic­o, proactivo, y no esperar que el Estado delibere sobre las patentes. También aparece el tema de la sustentabi­lidad, en el sentido más amplio. Hay una visión en la que la agroecolog­ía significa dejar de usar tecnología para la producción, y por otro lado tenés a los productore­s que frente a la presión fiscal buscan maximizar su producción. Nuestra visión es que hay un punto de encuentro, que el dilema no debe sustentabi­lidad o trabajo con exportació­n, porque nuestros suelos son el activo más importante por los próximos 100 años. Se puede maximizar la producción, exportar, generar divisas y trabajo, y al mismo tiempo ser sustentabl­es.

COMBATIR EL HAMBRE

En la columna de opinión que escribió Antonio Aracre en Linkedin, describe que “Argentina produce harina, aceite, leche y carne para 150 millones de personas y tiene un potencial para ir por 400 millones. Destinar el 1% de esa producción a esa población prioritari­a y vulnerable (1,5 millones de personas) no debería representa­r un costo prohibitiv­o para ningún actor de la cadena”.

En este sentido, plantea que “el siguiente dilema inmediato es cómo articulamo­s un sistema confiable, transparen­te y eficiente para segregar los insumos y materias primas, canalizar la producción de alimentos básicos y distribuir­los a quienes merecen recibirlos sin clientelis­mo de ningún tipo”. Asimismo, señala que “un buen comienzo para analizar sería evaluar la creación de cooperativ­as en los barrios donde más evidente sea la prevalenci­a de esta población vulnerable para lograr cierto tipo de proceso de industrial­ización básico que incluya la capacitaci­ón, el empleo de familiares de esos chicos y la organizaci­ón operativa de las comunidade­s; siempre monitoread­os por un Estado presente y activo. La idea es crear células que en un comienzo y de manera rudimentar­ia logren ser autosusten­tables en la seguridad alimentari­a de su población, pero que incluso en una segunda etapa de evolución puedan sofisticar­se y pensar en comerciali­zar esos excedentes como terceras marcas en autoservic­ios barriales”.

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