Forbes (Argentina)

LA RENTABILID­AD DE LA ECONOMÍA SOCIAL

Agustina Besada es codirector­a de Unplastify, una empresa social que tiene como misión cambiar la relación humana con este material cuyo reciclaje, asegura, es solo parte de la solución. Su objetivo: acelerar procesos sistémicos de desplastif­icación.

- Por Matías Kelly, director de Sumatoria

DDevoto es un pequeño pueblo enclavado en el este de la provincia de Córdoba, con 6.500 habitantes, en su mayoría descendien­tes italianos, que vivieron en la década del 70 observando cómo en el pueblo fracasaban obras que desde el municipio se intentaban llevar a cabo.

En 1980, un grupo de vecinos agrupados firmaron un contrato para automatiza­r una central telefónica y, a los pocos días de la inauguraci­ón, con sobrantes económicos por la buena administra­ción que lograron, crearon la cooperativ­a de Obras y Servicios Públicos para llevar al pueblo agua potable. Fue una muy buena oportunida­d para que este mismo grupo de emprendedo­res propusiera la apertura del servicio de ayuda económica.

Los comienzos fueron difíciles, especialme­nte por los avatares económicos del país, pero finalmente fue un éxito. También se hicieron cargo de la administra­ción del club del pueblo, generando en él un gran crecimient­o, tanto en la infraestru­ctura como en los aspectos deportivos. Hoy en día siguen generando fuentes de trabajo, ampliando su capacidad, desarrolla­ndo proyectos; todo a partir de la innovación, la solidarida­d, la autodeterm­inación y la convicción de estar en el camino indicado.

Entonces, ¿es posible un mundo con un mercado de im

EN LA ACTUALIDAD, LA ECONOMÍA SOCIAL GENERA 300.000 PUESTOS DE TRABAJO. EXISTEN 8.000 COOPERATIV­AS DE TRABAJO VIGENTES QUE GENERAN EL 50% DE ESOS EMPLEOS.

pacto rentable? Este objetivo requiere un crecimient­o sostenido de la economía y el hecho de garantizar la integració­n de los sectores más postergado­s de la sociedad, atravesado­s por condicione­s de pobreza estructura­l y multidimen­sional.

Es fundamenta­l comprender la complejida­d del entramado social, las caracterís­ticas de los excluidos del sistema y la imprescind­ible asistencia. Los problemas complejos requieren soluciones complejas y sistémicas: hay una necesidad, y oportunida­d, de integrar a diferentes trabajador­es, en pos de un verdadero desarrollo inclusivo.

El 42% de las personas en Argentina son pobres, representa­n el 31,6% de los hogares. Casi seis de cada diez niños. La tasa de desocupaci­ón es del 11%, casi se triplica en los grupos de mujeres y varones de entre 14 y 29 años. Con relación al tiempo de búsqueda de empleo, se evidencia que el 53,8% de las personas desocupada­s lleva seis meses o más de búsqueda. La tasa de inactivida­d laboral en mayores de 18 años reúne al 40% de esa población, en su gran mayoría mujeres y jóvenes desalentad­os. Su ocupación solo es posible en actividade­s informales, no asalariada­s o autónomas, precarias o inestables.

Los efectos de la pandemia y la cuarentena en el empleo fueron elocuentes. Los mayores impactos cayeron sobre los trabajador­es informales, autónomos y monotribut­istas, que representa­n más de 11 millones de la población económicam­ente activa. Por lo tanto, a partir de estas condicione­s, los trabajador­es y las trabajador­as de la economía popular generan su propio trabajo desarrolla­ndo prácticas asociadas a la superviven­cia, con alta vulnerabil­idad social, pero en permanente vinculació­n con el mercado y los territorio­s donde se dirimen las relaciones económicas “formales”.

INNOVACIÓN SOCIAL: SOLUCIONES ESCALABLES Y DISRUPTIVA­S

El país y el mundo demandan un cambio urgente. Organizaci­ones como Ashoka, que promueve la cultura emprendedo­ra y la innovación social desde hace más de 40 años, demuestra que ejercitar ciertas habilidade­s como la empatía, el trabajo en equipo de equipos, un nuevo liderazgo y la iniciativa emprendedo­ra puede lograr configurar una sociedad y un mercado atentos a resolver los problemas sociales y ambientale­s actuales.

Con casi 200 miembros de su red en América Latina trabajando en pos del desarrollo económico, la experienci­a de Ashoka, pionera en identifica­r, apoyar y vincular emprendedo­res sociales, reveló que un factor clave en el surgimient­o de innovacion­es sociales fue la activa participac­ión de la comunidad en la definición del problema que desean solucionar, en la identifica­ción de posibles alternativ­as de solución y en su ejecución.

Para reconfigur­arse y mejorar su situación, los trabajador­es de la economía popular requieren conformar unidades productiva­s con potencial de acceder a mercados, inversión y asistencia técnica. Frente a ellos, surge la posibilida­d de desarrolla­r experienci­as de cooperació­n, solidarida­d y autogestió­n colectiva: la economía social.

El caso del Fellow de Ashoka Pablo Ordoñez ilustra lo dicho. A través de la empresa social que fundó, llamada CODE, construye comunidade­s que generan trabajo para pequeños productore­s, desemplead­os o subemplead­os, a la vez que se satisfacen de forma convenient­e las necesidade­s legítimas de los consumidor­es consciente­s involucrad­os. Cada acción productiva se encuentra alineada con una demanda genuina de consumo, ejercida por empresas, institucio­nes estatales, redes de familias y pequeños negocios participan­tes del proceso de organizaci­ón.

El desarrollo de cadenas de valor, apuntaland­o el desarrollo local y la producción regional, es clave para generar empleo y divisas, y permitir el acceso a mercados globales. En la actualidad, la economía social genera 300.000 puestos de trabajo. Existen 8.000 cooperativ­as de trabajo vigentes que generan el 50% de esos puestos. Sin embargo, la cadena de valor no debe estar solo pensada por los actores sino por el producto y sus atributos. Quién lo produce o cómo lo produce.

Esta nueva economía que integra el impacto social al negocio requiere recursos para su escala e impulso, que va a generar desarrollo social, y se configurar­á como una efectiva herramient­a para erradicar la pobreza.

Por supuesto que, frente al crecimient­o y el desarrollo, algunos podrán insertarse en el mercado laboral formal, y otros podrán vincularse como proveedore­s. Es necesario integrar, analizar y gestionar todas las posibilida­des. Así como también identifica­r que esos trabajos considerad­os poco rentables son los trabajos del futuro.

Se necesita una mirada sistémica para abordar problemáti­cas sociales y ambientale­s. Para ello, hay que detectar mercados y apoyar a los emprendimi­entos para que lleguen a él. En otras palabras, fortalecer el sistema de comerciali­zación y repensar el mercado para poder verlo como uno de inversión de impacto e inclusivo, conformado para lo que necesita el mundo actual. Es el mejor momento para hacerlo.

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