Efecto cuarentena
En 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) a los sentimientos conocidos como el síndrome de burnout o del “trabajador quemado”. Este síndrome fue descrito por primera vez en los años 70 por el psicólogo Herbert Freudenberger. Y, en los 80, las psicólogas Christina Maslach y Susan Jackson crearon uno de los instrumentos más usados para medir el síndrome de burnout: el Maslach Burnout Inventory. El confinamiento y los cambios en la manera de trabajar impuestos por la pandemia se convirtieron en un disparador de tensiones que antes no existían y pusieron el tema sobre la mesa.
Home office repentino, desorganización, soledad, reuniones virtuales a toda hora y los niños en casa son condicionantes que se agregaron al estrés laboral clásico. En mayo de 2020, hace más de un año, un relevamiento de la Universidad Siglo 21 registró un incremento del 5% en la cantidad de casos de síndrome de burnout en relación con el mismo período de 2019. Un 22% de los argentinos encuestados por Bumeran mencionó un agotamiento fuera de lo normal por la carga excesiva de trabajo. Además, el 44,5% de los empleados argentinos aseguraron no poder separar la rutina laboral de la vida personal en un contexto en el que ambas se llevan a cabo dentro del hogar.
De acuerdo con datos de Adecco Argentina, el 47% de los argentinos admitieron tener algunos días buenos y otros malos durante el período de aislamiento, y un 9% reconoció que el encierro se le hizo difícil de llevar. A eso se podría sumar un 36% que sentía un poco de temor por el futuro.