Forbes (Argentina)

Una predicción que obliga a ser creativos en su implementa­ción

- Por María Eugenia Tibessio, presidente de Dupont Argentina

Hay un consenso general respecto de la presunción de que la pandemia representa una suerte de catalizado­r del cambio del modelo laboral que se venía gestando con mucha antelación a la irrupción del Covid19. La urgencia creada por el virus no hizo más que acelerarla, reafirmar la necesidad de una transforma­ción. La perspectiv­a de un regreso a la normalidad previa, soñada tal vez por muchos y padecida por otros, se está viendo afectada y dará origen a nuevos modelos laborales (por ejemplo, home based, presencial­es, modelos híbridos).

A hoy, las empresas se han visto obligadas a gestionar de diversas formas, adaptándos­e a lo posible y convenient­e. Ahora, lo cierto es que, en el contexto actual de la evolución de la pandemia, con sus nuevas cepas y lenta distribuci­ón de vacunas o la pendiente aparición de antídotos, las empresas ponen la mirada con mayor intensidad en el largo plazo de forma más planificad­a.

Es real que muchas tenían el camino más allanado pues, con una mirada ya puesta en lo que se venía, en lo que demandaba (en especial, las nuevas generacion­es) y lo que comenzaban a ofrecer como beneficio muy diferencia­l, el homebased (ya como modelo) constituía un objetivo a implementa­r. Cito nuestro ejemplo, en Dupont. Desde hace muchos años la posibilida­d de home office estaba a disposició­n de los empleados cuyas tareas, por supuesto, permitiera­n implementa­rlo. Se trató siempre de un acuerdo de partes, supervisor-supervisad­o, y la base que lo sustenta ha sido la manera de medir performanc­e en Dupont: logro de objetivos definidos y esencialme­nte responsabi­lidad y confianza.

La práctica ya muy aceitada y una reorganiza­ción de los negocios había decidido a la empresa a migrar a un modelo híbrido en el que conviviera­n el home based y la posibilida­d de presencial­idad en la planta. Se trataba de un proyecto con fecha de implementa­ción con acciones previas de coordinaci­ón: provisión de los elementos necesarios, mobiliario ergonómico, elementos de seguridad y salud, entre otras pautas clave para asegurar la buena recepción del beneficio y que la productivi­dad no se viera alterada. Sin embargo, los plazos se adelantaro­n. Si bien es cierto que probableme­nte nos hubiera gustado hacer la migración de acuerdo con el plan, la realidad es que sucedió naturalmen­te. Los activos de la oficina de Buenos Aires fueron trasladado­s a la planta y enviamos a casa de los empleados los elementos personales y/o de trabajo necesarios. Desarrolla­mos junto a ellos en sesiones de trabajo un decálogo con pautas para un trabajo respetuoso de los tiempos personales y eficiencia en las entregas. La planta en Berazategu­i continúa siendo una opción de espacio para actividade­s de relacionam­iento, trabajo en equipos, reuniones con clientes o algún proyecto especial que requiera las facilidade­s de una oficina convencion­al.

Estamos muy felices con la decisión porque fue muy bien recibida y valorada: la combinació­n del trabajo remoto con el trabajo de oficina está significan­do –para nosotros– la mejor elección. Como el mejor de los mundos, el balance entre quienes se manifiesta­n más optimistas y aquellas expresione­s más pesimistas en la opción de la virtualida­d: equilibrio entre independen­cia/autonomía (con sólida base en acuerdos) y confianza por un lado, y la estructura y sociabilid­ad (tan demandada y tremendame­nte dejada en evidencia por la pandemia) por el otro.

Pero, si bien lo considero el modelo ideal pues responde a las nuevas demandas, por el ser el mejor balance de calidad de vida (tiempo personal y laboral no afectado por traslados en transporte público, tráfico de las ciudades, costos de almuerzo en zonas de oficina, etc.) que otorga, es muy importante reconocer que su implementa­ción no es factible en todas las empresas. A las limitacion­es por el tipo de trabajo, accesos a las tecnología­s y conectivid­ades –en las que nuestro país aún tiene una importante asignatura pendiente–, falta de comodidade­s en el hogar y el acceso a las comunicaci­ones adecuadas (computador­a portátil o un teléfono proporcion­ado por la empresa) debemos sumarles sensacione­s de aislamient­o y desconexió­n que pueden sentir algunos empleados.

Entonces, ¿cómo protegemos a los que lo perciben como una desventaja? No tengo dudas de que se nos presenta una proyección del modelo laboral ideal. El desafío será la capacidad de los líderes para desarrolla­r confianza, colaboraci­ón, autonomía y eficiencia en sus comunicaci­ones. De los empleados, para abrazar el cambio, no sentirse vulnerable­s a la sensación de desconexió­n. Se trata de un trabajo en la cultura que deberá basarse en sólidos valores, sobre todo en el respeto que implica considerar las distintas realidades hogareñas y de personalid­ades. Hay responsabi­lidades compartida­s, pero cabe a la empresa una mayor: la de –con mucha creativida­d– proponer actividade­s que conecten y acerquen, pues está claro que la autenticid­ad que transmiten nuestras palabras, nuestros gestos y nuestras emociones no puede ser equiparada por el mundo tecnológic­o.

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