Forbes (Argentina)

“EL SISTEMA DE SALUD HIZO LO IMPOSIBLE PARA PREPARARSE”

- POR ALEX MILBERG

Apoco más de un año de que se confirmen los primeros casos de Covid-19 en el país, el presidente del Sanatorio Otamendi, Jorge De All, repasa los números. Pero, en el marco de la segunda ola, el contexto es muy distinto. “Es una ola, un tsunami para todo el sistema de salud público y privado. Se hizo lo imposible para prepararse, con infinidad de inversione­s en infraestru­ctura, equipamien­to, en tecnología y, sobre todo, en nuestra gente”, destaca.

¿Qué niveles de ocupación manejan?

Llevamos un nivel de saturación total, de más del 100%, en los últimos seis o siete meses. Nunca bajó, y lo que hicimos en los últimos dos meses es extender la terapia intensiva. Previo a la pandemia, estábamos habituados a tener en ventilació­n mecánica a cerca de 10 pacientes. En la primera ola, en agosto, llegamos a 22. Y hoy son alrededor de 34 pacientes. Esto excede los límites de la terapia intensiva, se está haciendo en otras áreas adaptadas al fin, pero donde no se dan todas las condicione­s adecuadas y de estándar óptimo.

¿Cómo se trabaja en la comunicaci­ón y la capacitaci­ón de los médicos que están haciendo un papel fundamenta­l y además se comunican con los familiares?

La comunicaci­ón es un problema estructura­l de la formación médica. Uno se va formando en función de sus maestros. Aprendemos de ellos cómo manejarnos con los pacientes. En nuestro trabajo con Cuerpo&alma, llevamos a los chicos de la Facultad de Medicina de la UCA al norte del país a que aprendan esto que es fundamenta­l: cómo nos paramos frente a nuestros pacientes. Tiene que ver con la empatía, con poder ponerse en el lugar del otro de una manera muy genuina. En la pandemia, es un gran desafío cómo nos relacionam­os con las familias de los pacientes.

¿Cuál es el balance de estos 15 años con Cuerpo&alma? Empezamos en 2005, éramos un grupo de 10 personas y en ese momento hacíamos 500 consultas por año. Hoy somos 500 médicos que hacemos más de 12.000 consultas y más de 600 o 700 cirugías por año, montando quirófanos en el medio del monte. El espíritu es brindar atención en zonas con dificultad en el acceso a la atención médica. Aquellas que no podamos resolver, como en el Impenetrab­le chaqueño o en el norte de Santiago del Estero, los traemos a Buenos Aires, los alojamos, se operan y regresan. ¿Qué fue lo que más aprendiste a nivel personal este año?

Fue un gran desafío. Hubo que lidiar con una situación totalmente inesperada y con un concepto muy dramático para el médico que es la incertidum­bre. No estábamos preparados para esta situación. Volver a las bases, a los valores fundamenta­les, fue lo primordial. El trabajo duro, la humildad, la solidarida­d con el equipo y estar muy cerca de nuestros pacientes y del equipo de trabajo. En la misma trinchera, trabajando codo a codo con nuestros médicos, enfermeras y con los problemas muy diversos que surgieron. La adaptación fue una herramient­a muy importante para subsistir.

En una entrevista con Carlos Pagni, hiciste una reflexión sobre esta situación donde pareciera que la única salida para un sector fuera Ezeiza. ¿Te acordás?

Todos los que tuvimos la oportunida­d de recibir cierta educación tenemos la responsabi­lidad de devolverle al país todo lo que nos dio la universida­d pública. Estoy convencido de que al país lo hacemos entre todos. No creo que tengamos que mirar el partido desde la tribuna, desde la crítica, sino que tenemos el desafío de involucrar­nos a jugar el partido. Argentina nos necesita a todos acá, trabajando y más unidos que nunca, porque la situación es crítica en todo sentido. Tenemos que dejar un testimonio de que vale la pena poner un granito de arena por el país.

“NO CREO QUE TENGAMOS QUE MIRAR EL PARTIDO DESDE LA TRIBUNA, DESDE LA CRÍTICA, SINO QUE TENEMOS EL DESAFÍO DE INVOLUCRAR­NOS A JUGAR EL PARTIDO”.

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