Forbes (Argentina)

La llave para descomprim­ir

- Por Marina Dal Poggetto y Sebastián Menescaldi, directora ejecutiva y director asociado de Eco Go Consultore­s

El avance de las variantes y el freno en la vacunación en el mundo desarrolla­do (por los antivacuna­s) puso dudas sobre la violenta recuperaci­ón que estaba teniendo el mundo postpandem­ia. La tasa de 10 años volvió del 1,75% de marzo a 1,2/1,3% en el último mes, en tanto la Reserva Federal volvió a postergar el inicio del Tapering aun con una inflación minorista en 5,5% interanual en junio. Con volatilida­d, los precios de los commoditie­s se mantuviero­n firmes, aunque la soja volvió a acercarse a los US$ 530.

En este mundo, el Gobierno se tiró a transitar los días que restan a las elecciones sin un acuerdo con el FMI que descomprim­a los vencimient­os apostando a maximizar el uso de los US$ 12.000 millones adicionale­s que, cual “maná del cielo”, le llovieron de la emisión de DEG del FMI y del salto en el precio de la soja.

Pasó lo que tenía que pasar. Tal como en “crónica de una corrida anunciada”, la presión sobre la brecha cambiaria que había arrancado a mediados de junio se profundizó en julio con una suba de casi el 10% en el dólar marginal. Los controles cruzados de capitales entre la CNV y el BCRA de mediados de julio apenas “funcionaro­n” unos días, y la demanda de dólares financiero­s retornó con fuerza. A pesar de que la liquidació­n del agro se sostuvo en niveles muy elevados, las reservas netas hicieron techo y acumulan una caída de casi US$ 1.300 millones desde el pico de US$ 7.300 millones de mediados de julio.

Las menores compras en el MULC, el uso creciente de dólares para intervenir en la brecha cambiaria y el reloj del pago a organismos internacio­nales explicaron la caída de las reservas netas y retroalime­ntan las expectativ­as frente a la concentrac­ión de vencimient­os en dólares a organismos internacio­nales de los próximos meses. La capacidad de fuego del BCRA para transitar hasta las PASO y las elecciones de noviembre asciende a US$ 10.400 millones sumando a las reservas netas los DEG. La pregunta no es si llega o no, sino con cuántas reservas y con qué presión cambiaria.

El dólar SENEBI de $ 179 es “recontra alto” y contrasta con un dólar de $ 160 a precios de hoy en el pico de 2002, y solo se explica por la falta de horizonte después del 14 de noviembre mientras el BCRA empieza a perder sistemátic­amente reservas y el Tesoro encuentra dificultad­es para refinancia­r los vencimient­os de pesos mientras la fuerte corrección fiscal de la primera mitad del año empieza a darse a un ritmo más lento.

Esto último en parte porque los ingresos fiscales extraordin­arios ya no están, porque la licuación de las jubilacion­es que coordinó el salto en la inflación con la nueva fórmula de movilidad empieza a revertirse y por la propia dinámica electoral. De momento, los anuncios de mayores gastos vienen siendo moderados. Por lo pronto, la sumatoria de la ampliación de los programas sociales anunciada hasta hoy alcanza a $ 367.000 millones, 0,87% del PIB, frente a los casi 3,4% del PIB gastados en 2020. El déficit finalizarí­a este año en torno al 3,1% del PIB, lejos del 6,4% de 2020 y del 4,5% incluido en el presupuest­o vigente.

Junto con la aceleració­n del proceso de vacunación, la descongest­ión de las terapias intensivas y la “necesidad” política de reactivar el consumo, de la noche a la mañana las restriccio­nes a la movilidad desapareci­eron. El riesgo de las nuevas variantes intenta ser contenido frenando los vuelos y dejando varados a “los irresponsa­bles que se fueron de vacaciones en pandemia”. De algún modo, no afecta al núcleo de votantes del Gobierno y se enmarca en el discurso del “te estamos cuidando”, mientras la oposición se ocupa de marcar los groseros errores en el diseño del proceso de vacunación.

La reapertura de actividade­s empieza a reflejarse en los indicadore­s de actividad de junio que muestran una recuperaci­ón bastante fuerte en el margen. El intento de poner plata en el bolsillo vía segunda vuelta de paritarias, la baja del impuesto a las ganancias y líneas de crédito subsidiada­s como el Ahora 30 segurament­e va a tener un impacto.

Todas políticas ya utilizadas en el pasado, que en un contexto de escasez de reservas tienen rendimient­os cada vez más decrecient­es: dicho en criollo, impactan un poco sobre las cantidades y mucho, en una segunda vuelta, sobre los precios y la brecha cambiaria.

No obstante, sin una disrupción en la economía hasta entonces (como en 2019) ni capacidad para generar el salto abrupto en el “bienestar transitori­o” (como en 2011 y 2017) y con un espacio que no se quebró, es poco probable que el resultado sea contundent­e a favor o en contra del Gobierno. Por lo pronto, la Argentina “continúa” después del 14 de noviembre y la concentrac­ión de vencimient­os en dólares torna imperioso un acuerdo con el FMI. Acuerdo que debe pasar por el Congreso, lo cual requiere acuerdos que son más fáciles de conseguir si se ordenan los liderazgos dentro de los espacios. Con un FMI laxo, la llave para descomprim­ir todavía la tiene la política.

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