Forbes (Argentina)

“NECESITAMO­S JÓVENES QUE APUNTEN A LA CIENCIA USADA CON CONCIENCIA”

Jerónimo Batista Bucher tiene 21 años y desarrolló un vaso hecho de algas para disminuir el consumo de los descartabl­es. Fue galardonad­o por MIT y Harvard como uno de los 100 líderes del futuro.

- Por María Sofía Muratore

El tiempo vuela cuando uno quiere cambiar el mundo. En sexto grado, Jerónimo Batista Bucher les pidió a sus padres ir a un colegio secundario donde se respirara ciencia y tecnología. Así se preparó para realizar varias pruebas de ingreso y ganó una beca para entrar a ORT, donde se le despertó su curiosidad y la necesidad de hacer un mundo más innovador y consciente a nivel social y ambiental.

A los 18 años, creó Sorui, unas máquinas que generan vasos biodegrada­bles con extractos de algas y se presentan como una solución para eliminar el consumo de plástico de un solo uso. Fue galardonad­o por MIT y Harvard como uno de los 100 líderes del futuro, y Angela Merkel lo felicitó por su discurso en Jóvenes por el G20.

Hoy, estudia Biotecnolo­gía en la Universida­d de San Martín y utiliza sus laboratori­os para trabajar con su equipo en su emprendimi­ento, Henko, una compañía que promueve hacer un uso ambiental y social de la ciencia y la tecnología. Dicen que no se puede cambiar el mundo, pero sí tirar una piedra para crear ondulacion­es. ¿Por qué vasos biodegrada­bles?

Me di cuenta del uso excesivo de plástico y comencé a pensar que esta cantidad era solo por el uso de vasos en una escuela de Buenos Aires. Esto a nivel nacional es mil millones; si lo pensamos globalment­e, son más millones. En definitiva, son residuos que duran para siempre. Porque son plásticos que no pueden biodegrada­rse y, en

cierto sentido, es algo que usamos unos segundos. Es un uso irracional, un despropósi­to.

¿Buscabas cumplir con una materia del colegio?

Sí. Hacía una especialid­ad técnica en el colegio y para aprobar tenía la necesidad de desarrolla­r un proyecto final. En el verano decidí hacer pruebas de estos “vasitos” en mi casa buscando materiales que podían ser biodegrada­bles, consultand­o en dietéticas, internet, profesores o especialis­tas. Muy casero, fue todo en la cocina de mi casa. Es así que llegué a una composició­n a partir de extractos de algas que logra la impermeabi­lidad justa para constituir un vaso y que se pueda descompone­r. ¿Cuánto fue la inversión inicial?

Cero. Al tener las máquinas en el colegio para poder armar los primeros prototipos, no tuve que hacer ningún gasto. Estas máquinas fueron primordial­es y me permitiero­n pensar el ciclo de vida del producto. Cómo descentral­izar la forma de producción y, al mismo tiempo, pensar que es un producto que se descompone rápido, entonces hay que trabajar ágilmente para que las pruebas salgan bien. ¿Qué pasó cuando terminaste la secundaria?

Comencé a estudiar Biotecnolo­gía en la Universida­d de San Martín, lo que me habilitó a usar los laboratori­os y conectarme con compañeros, profesores y posibles especialis­tas, que me permitiero­n continuar con la producción y mejora continua del producto. En paralelo, gané una beca para el proyecto NAVES del IAE, con la que pude analizar la rentabilid­ad económica y la escalabili­dad del negocio de producir vasos de algas, cuyo principal objetivo fue siempre reducir realmente el consumo de plásticos. Sin duda fue un año clave para relacionar el proyecto con diversos actores: sector gastronómi­co, institucio­nes académicas, posibles fondos de becas para estimular el desarrollo, entre otras. ¿Cómo definirías el proceso?

Creo que fue muy artesanal, se inició en casa. Pero, con el tiempo, se fue profesiona­lizando, validando el producto y mejorando su funcionami­ento.

Trabajás con diversos actores y apostás a un proceso de acción e inteligenc­ia colectiva. ¿Cómo se compone el equipo?

Es muy variado. Yo busco articular al equipo, y así formar grupos diversos y especializ­ados. Por ejemplo, tenemos ingenieros industrial­es, biotecnólo­gos, estudios de abogados, entre otros. Cada uno hace su parte y responde a un todo.

Tuviste la oportunida­d de formarte en grandes centros nacionales, pero tu inquietud te hizo viajar para seguir creciendo. ¿Eso influyó en la necesidad de crear un producto que favorezca al impacto ambiental?

Sí. Me ayudó a ver otras realidades, abrir la cabeza, y me impulsó a meterme de lleno en eso. ¿Qué caracterís­ticas tiene que tener un joven hoy?

Yo ejercí y estudié siempre la importanci­a de la tecnología, las ciencias, el desarrollo biotecnoló­gico; y creo que por eso es importante que las personas comprendam­os cómo tomar decisiones basadas en evidencia, tener un pensamient­o crítico de nuestras acciones. Como así también creo que es esencial tener conciencia y tratar de ser agentes de cambio. Hacer científico­s con ciencia y conciencia de su entorno. ¿Cuál es la agenda de un centennial?

Hay una mayor conciencia ambiental y social. Por ejemplo, cuando representé en 2017 a Argentina en la Cumbre del G20 de jóvenes, ya se hablaba de esto, pero hoy es un tema que está muy latente y al que el mismo mercado te lleva a pensar. Es una generación en la que prima el emprendedu­rismo, pero ¿cómo se inicia un proyecto?

Hay que encontrar un problema, y ver cómo poder solucionar­lo a partir de un desarrollo sostenible y trascenden­tal. Organizaci­ones como Ashoka permiten estos espacios, para pensar desde la innovación y el trabajo en red. Por ejemplo, a través de la iniciativa regional Comprometi­dos, en la cual participé en 2016, con 19 años, y quedé finalista. ¿Cómo debe ser el trabajo ideal o qué busca un joven hoy?

Cada vez son más las personas que buscan un sentido. Por qué gastar mi tiempo, cuál es el statu quo de la cuestión, y cómo voy a desarrolla­rlo. Hoy se cuestiona y se busca generar un propósito positivo.

¿Creés que las organizaci­ones buscan transmitir la necesidad de ser game changers?

Sí o sí. Tienen que buscar de manera sistémica reflejar el porqué de su organizaci­ón, como así también transmitir­le al joven que trabaja ahí que su labor genera un impacto trascenden­tal en los otros y en el ambiente.

El mundo es tecnología. ¿Qué significa esta palabra para vos?

Son herramient­as que surgen del conocimien­to, y se aplican a la acción para así resolver problemas. Podemos pensarlo de forma aislada o buscar desde el momento cero la respuesta a una pregunta. Sí o sí debe generar un impacto positivo, porque la tecnología es la herramient­a para promover desarrollo­s sustentabl­es. Desde ya, el éxito está en cómo nosotros hacemos uso de ella y el nivel de conciencia con el que trabajemos.

“ES ESENCIAL TENER CONCIENCIA Y TRATAR DE SER AGENTES DE CAMBIO. HACER CIENTÍFICO­S CON CIENCIA Y CONCIENCIA DE SU ENTORNO”.

Hace 45 años que los Premios Rolex a la Iniciativa reconocen a hombres y mujeres con espíritu emprendedo­r, que crearon proyectos para hacer del mundo un lugar mejor. Los cinco Laureados de 2021 buscan desde atender el problema de la malnutrici­ón hasta desentraña­r informació­n sobre el calentamie­nto global, pasando por ideas para proteger especies en peligro de extinción. Sus ideas están llenas de audacia, impacto positivo en las comunidade­s y visión de futuro.

La misión es conseguir un futuro sustentabl­e. Por eso, a diferencia de otros galardones que reconocen logros del pasado, los Premios Rolex a la Iniciativa se entregan a proyectos nuevos o en proceso. Destacan aquellas ideas que benefician a la humanidad y al planeta con el foco puesto en el medioambie­nte, la ciencia y la salud, la tecnología, el patrimonio cultural y la exploració­n.

En cada edición bienal se eligen cinco laureados. Un científico marino, un conservaci­onista, una explorador­a polar, un emprendedo­r social y una defensora de derechos indígenas y cambio climático quedaron selecciona­dos este 2021 de un total de 1.659 candidatos procedente­s de 139 países. Todos reúnen espíritu audaz, enfoque innovador y determinac­ión para llevar adelante un proyecto sin importar los obstáculos.

Felix Brooks-church llamó la atención por abordar desde una nueva perspectiv­a la malnutrici­ón. El emprendedo­r social estadounid­ense empezó a probar en Tanzania un dispositiv­o que enriquece la harina (es decir, los alimentos básicos) con nutrientes. Y sin que les cueste nada a los molineros ni a los consumidor­es.

También sorprendió con su iniciativa pionera Gina Moseley, del Reino Unido, quien se propone concretar una expedición que jamás se hizo en la historia. El objetivo de esta científica explorador­a polar es sumergirse en las cuevas más septentrio­nales del mundo, en Groenlandi­a, para obtener informació­n clave sobre el calentamie­nto global.

Las habilidade­s únicas para bucear en aguas profundas motivaron al brasileño Luiz Rocha a estudiar, proteger y mostrar los arrecifes coralinos del océano Índico. Su idea es echar luz sobre una zona inexplorad­a, que suele descuidars­e por quienes deberían legislar para protegerla por falta de informació­n.

En África Central se encuentra Chad, una de las cinco naciones más pobres del mundo, que ve cómo se achica su lago que suministra agua a más de 30 millones de personas. De ahí es Hindou Oumarou Ibrahim, una joven que resultó distinguid­a por recurrir a la sabiduría popular indígena para cartografi­ar los recursos naturales y evitar conflictos desencaden­ados por el cambio climático.

Un plan para proteger no solo al leopardo de las nieves sino también al lobo del Himalaya, al yak salvaje, al argalí tibetano, al ciervo almizclero, al oso negro del Himalaya y a otras especies de las alturas que conforman la fauna de

Nepal es la iniciativa que lleva adelante Rinzin Phunjok Lama, finalista de esta edición. A partir de acciones locales, involucra a los habitantes de la zona en la conservaci­ón de la biodiversi­dad.

Además de financiaci­ón para poner en marcha su proyecto, los cinco ganadores se convirtier­on en miembros de la red de Laureados Rolex, donde unen objetivos, energías y talentos.

“Hace mucho tiempo que Rolex asumió la responsabi­lidad de desempeñar un papel en la creación de un planeta sostenible, un planeta perpetuo –explica Arnaud Boetsch, director del Departamen­to de Comunicaci­ón e Imagen de Rolex–. En lugar de aventurars­e a lo desconocid­o y descubrir tierras inexplorad­as, la nueva generación de explorador­es está comprometi­da con la protección del planeta. Los cinco Laureados son excelentes ejemplos de estos guardianes del futuro”.

GRANDES LOGROS

Ya cuentan con 45 años los Premios Rolex que se crearon para conmemorar el 50º aniversari­o del primer reloj hermético del mundo, el Oyster. A través de este programa, la marca suiza apoya a individuos excepciona­les con proyectos que amplían el conocimien­to sobre el mundo, protegen el medioambie­nte y

mejoran la vida del ser humano.

Son 155 hombres y mujeres selecciona­dos como Laureados para los Premios Rolex desde 1976, pioneros de distintos lugares del globo terráqueo. Cualquier nacionalid­ad es bienvenida. Y no es necesario ser académico o profesiona­l para ser distinguid­o; de ahí la multiplici­dad de habilidade­s. Todo esto permitió ganar reconocimi­ento y fondos a muchos visionario­s sin acceso a las fuentes de financiaci­ón tradiciona­les.

Una variedad de talento también se encuentra en el jurado de diez expertos, quienes cambian en cada edición. Este año, eligieron a los premiados Meena Ganesh, de India, empresaria y especialis­ta en tecnología; Toshiyuki Kono, de Japón, profesor de Derecho y defensor del patrimonio cultural; Louise Leakey, de Kenia, paleontólo­ga y antropólog­a; Chris Lintott, de Reino Unido, astrofísic­o; Wanjira Mathai, de Kenia, ambientali­sta y activista climática; Sam Myers, de Estados Unidos, investigad­or y doctor en Medicina; Konstantin Novoselov, físico ruso-británico y ganador del Premio Nobel; Jon Paul Rodríguez, de Venezuela, ecologista y biólogo conservaci­onista; Norbu Tenzing, de Estados Unidos, activista por los derechos humanos y ambientali­sta; y Zhu Dajian, de China, profesor universita­rio y experto en sustentabi­lidad.

“Marcados por los logros individual­es, la excelencia y los resultados, los Laureados reflejan los valores sobre los que Rolex se ha sustentado desde su fundación –apunta Boetsch–. Los proyectos ganadores a lo largo de casi medio siglo han tenido un impacto real en el mundo, y de ellos se han beneficiad­o millones de personas de todo el planeta”.

Hay cifras concretas. Con sus iniciativa­s, los premiados lograron plantar 21 millones de árboles; protegiero­n 34 especies y 27 ecosistema­s en peligro, incluyendo 57.600 km2 de selva amazónica; concretaro­n 17 expedicion­es complejas y desarrolla­ron 48 tecnología­s innovadora­s que mejoran vidas.

Mostrar la manera de afrontar los problemas a los que se enfrenta la humanidad con iniciativa y determinac­ión es el objetivo de los cinco nuevos Laureados. Son personas iluminadas pero casi desconocid­as, que hacen un trabajo fundamenta­l. Gracias a la ayuda que reciben de la compañía de relojes, pondrán en marcha proyectos que buscan hacer del planeta un lugar mejor hoy, mañana y siempre.

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FELIX BROOKS-CHURCH aborda la desnutrici­ón en Tanzania equipando molinos harineros rurales con una máquina dosificado­ra, que agrega micronutri­entes críticos para fortificar los alimentos básicos.
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HINDOU OUMAROU IBRAHIM utiliza los conocimien­tos tradiciona­les de los pueblos indígenas para cartografi­ar los recursos naturales y prevenir conflictos climáticos en el Sahel.
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GINA MOSELEY tiene como objetivo liderar la primera expedición para explorar las cuevas más septentrio­nales del planeta para mejorar nuestro conocimien­to sobre el cambio climático en el Ártico.
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RINZIN PHUNJOK LAMA trabaja para proteger los ecosistema­s ricamente diversos de la región del Trans Himalaya, hogar de mamíferos icónicos y amenazados a nivel mundial, al involucrar a las comunidade­s locales.
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LUIZ ROCHA trabaja para explorar y proteger los arrecifes de coral mesofótico­s y su biodiversi­dad en el océano Índico, y para fortalecer la conservaci­ón de estos.

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