Forbes (Argentina)

EN SU PROPIA DECLARACIÓ­N JURADA

Tras haber realizado algunas tareas en la empresa de su familia, Leo Piccioli, ex CEO y experto en liderazgo, comenzó su carrera en un depósito de la DGI. Las lecciones que le dejó.

- Por Cecilia Valleboni

Cuando tenía 20 años, mientras estudiaba la carrera de licenciado en Economía de la Universida­d de Buenos Aires (UBA), Leo Piccioli, ex CEO y experto en liderazgo, recibió un llamado de la DGI, la actual Administra­ción Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Buscaban contratar a 2.000 agentes. “Me imaginé un trabajo de agente de película, llegué a la entrevista vestido de traje y me tomaron”, cuenta el ejecutivo, que recuerda que su primer recibo de sueldo decía $ 300, en la época de la convertibi­lidad.

Su primer día fue en la agencia 11A, ubicada en la Avenida de Mayo 1317, donde iba por seis horas. “Llegué con un traje verde y la jefa de la agencia me saludó y me dijo: ‘Qué lástima que viniste de traje porque vas al depósito’”, rememora. En la planta baja, se encontró con un depósito enorme, lleno de declaracio­nes juradas por todos lados. “Era infinito: había millones de hojas desordenad­as y tenía que ordenarlas por número de CUIT; ese era mi trabajo”, enfatiza.

Al segundo día, ya habiendo dejado el traje colgado en su casa, se puso al hombro el metódico trabajo de ordenar las hojas por número. “Siempre me gustó mucho la programaci­ón, y por eso sabía muchos criterios para ordenar que eran menos obvios.

Y empecé a ordenar cada vez más rápido”, asegura. Después de un mes y medio, recibió las felicitaci­ones por el trabajo realizado. Y añade: “Un día vinieron unos compañeros y me dijeron: ‘Leo, lo estás haciendo muy rápido’. Yo sonreí. Y me respondier­on: ‘Tenés que hacerlo más despacio porque nos vamos a quedar sin trabajo’”. En su cabeza, la idea era terminar rápido el trabajo para tener la posibilida­d de progresar y hacer otro tipo de trabajo. “No recuerdo cómo terminó ese diálogo, pero tres días después renuncié sin dar muchas explicacio­nes”, destaca.

Su carrera siguió y, tras ayudar a vender el negocio familiar, en 1998 ingresó a Officenet –uno de los pocos emprendimi­entos puntocom exitosos de Latinoamér­ica–, luego Staples y hoy Alot, la cadena de librerías, donde desde 2005 manejó Argentina y en 2013 se hizo cargo también de la operación de Brasil, hasta septiembre de 2016. Desde entonces se dedica a ayudar a otros líderes a mejorar, dando conferenci­as en eventos y empresas y escribiend­o (en Linkedin ya tuvo más de medio millón de lectores). “Es gracioso porque muchas veces siento que les hablo a esos compañeros de trabajo, que espero que estén bien, pero creo que necesitan ayuda para ver que el cambio y hacer las cosas rápido es bueno. No siempre hay que hacer las cosas de la misma manera”, concluye.

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