Forbes (Argentina)

PRIMARIAS QUE GENERAN EFECTOS POLÍTICOS

- Por Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

La derrota del peronismo kirchneris­ta ha sido contundent­e: es difícil encontrar una derrota para esta fuerza de esta magnitud desde 1983 y, además, con el actual oficialism­o en el poder. A nivel nacional, el Frente de Todos obtuvo 31,03% frente al 40,02% de Juntos por el Cambio. Es decir, 10 puntos menos. En la decisiva provincia de Buenos Aires, el oficialism­o achicó su diferencia, pero también fue clara y elocuente: obtuvo 33,64% frente al 37,99% de la oposición, una diferencia de casi 4 puntos.

Pero en la Argentina no siempre ocurre lo lógico, y la expectativ­a era la de una elección muy peleada tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires. Faltan dos meses para las legislativ­as, y entre las dos elecciones muchas cosas pueden cambiar.

En 2017, Cristina ganó las PASO por un estrechísi­mo margen del 0,2%, y luego perdió la legislativ­a por 6 puntos. En 2019, Macri perdió las PASO por 16 puntos y después redujo esa diferencia a solo 8. Los antecedent­es próximos muestran que no es imposible revertir un resultado. Pero el problema más importante que el oficialism­o enfrenta para ello es su propio conflicto interno.

Ya en la noche de las PASO se hizo evidente. El presidente Alberto Fernández se hizo presente para “poner la cara” frente a la derrota. La vicepresid­enta Cristina Kirchner, por el contrario, estuvo, pero no habló.

Para intentar recuperar lo perdido, lo primero que tendría que superar el Gobierno es el conflicto interno, que inevitable­mente ya está planteado. El hecho de que se hace necesario renovar las caras del equipo para intentar un replanteo es casi inevitable si se quiere revertir la situación, pero esto no parece entrar en el escenario de lo posible. Cambiar el resultado de la provincia de Buenos Aires parece difícil, pero no imposible, aunque la dirigencia oficialist­a no aparezca hasta ahora con la cohesión necesaria para intentar esta difícil tarea.

Uno de los aspectos más importante­s de las PASO del 12 de septiembre de 2021 es la constataci­ón de que sectores que se encuentran en la pobreza han dejado de votar por el peronismo. El índice de pobreza de la Argentina está entre el 42% y el 46%, de acuerdo con qué comparació­n se realice respecto de los meses anteriores: si es contra el período inmediatam­ente posterior o con la comparació­n interanual. Pero el voto por el peronismo kirchneris­ta ha sido de solo el 31,03%. Es decir que un tercio de quienes están en la pobreza no han votado por el peronismo.

Hace 18 años, cuando Argentina ya estaba saliendo de la crisis, la suma de los votos del peronismo sumados fue de casi dos tercios, y ahora es de casi un tercio. Se mantiene una matriz clara: los votos peronistas se extraen más de los sectores populares, mientras que los de la oposición provienen de los sectores medios. Pero las magnitudes están cambiando. Que una de cada tres personas que están en la pobreza haya votado a la oposición, cuando el peronismo kirchneris­ta se encuentra en el poder y dispone de

los medios para apoyar su campaña con políticas sociales y programas, merece un análisis especial.

Puede plantearse que los recursos y herramient­as de un Estado clientelis­ta no han sido suficiente­s para mantener la lealtad electoral que ha caracteriz­ado, desde 1945, al voto peronista. Pero también cabe plantear que el porcentaje de gente bajo el nivel de pobreza que ha votado por la oposición pueden ser personas de clase media que han caído en la pobreza recienteme­nte.

Más allá de los resultados del 12 de septiembre, la derrota es lógica: convergier­on una crítica situación socioeconó­mica con fuertes aumentos de la pobreza y el desempleo, la pandemia y la discusión sobre la eficacia del Gobierno al enfrentarl­a, y la llamada “Foto de Olivos”, que deterioró la imagen del Presidente durante el período preelector­al.

Desde el punto de vista electoral, la derrota del peronismo kirchneris­ta en la provincia de Buenos Aires no es un hecho nuevo. Perdió en este decisivo distrito en 2009, 2013 y 2017, pero ello no impidió que ganara las presidenci­ales de 2011 y 2019. En cambio, el bajo resultado en el promedio nacional adquiere una singularid­ad mayor. Es que, unido o dividido, el peronismo nunca obtuvo un resultado tan bajo desde 1983, e incluso podría extenderse más atrás en el tiempo.

Desde el punto de vista institucio­nal, si el 14 de noviembre se repitiera el resultado de las PASO, el peronismo kirchneris­ta perdería un senador en Santa Fe, Córdoba, Corrientes y La Pampa, y dos en Chubut. Con seis senadores menos, su bancada quedaría en 35, es decir, perdería la mayoría por una banca. En Diputados, se aleja el sueño de La Cámpora de alcanzar la mayoría que proyectarí­a políticame­nte la figura de Máximo Kirchner hacia el futuro. Ahora el tema pasa a ser si perderá bancas o no. El Congreso queda así más difícil para el oficialism­o.

Para intentar revertir la diferencia bonaerense de 4,35 puntos, debe primero resolver sus problemas de cohesión. Estos ya emergieron en la noche del 12 de septiembre, con el discurso de Alberto Fernández sin entusiasmo y el silencio de Cristina Kirchner. Dentro del peronismo, La Cámpora ha tenido un desempeño electoral muy pobre. En los pocos municipios del Gran Buenos Aires donde compitió, no ganó. En las provincias donde se presentó separado del peronismo (como en tres de las cuatro elecciones provincial­es adelantada­s) sus resultados fueron exiguos. Estos números no se correspond­en con los recursos que maneja esta agrupación política, que controla organismos como el ANSES y el PAMI, volcados además en el área social.

En cuanto a la oposición, ha demostrado una rápida capacidad de recuperaci­ón. A menos de dos años de dejar el poder, y en el contexto de una grave crisis económica con sus efectos sociales, ha obtenido una victoria contundent­e. ¿Se trata de un mérito de la oposición o de los errores del oficialism­o? Probableme­nte se trate de ambas cosas al mismo tiempo.

La estrategia oficialist­a de echarle la culpa a Mauricio Macri fracasó, aunque su gestión esté muy próxima en el tiempo. Las PASO de 2021 muestran que nada es seguro en política y menos en la Argentina. Horacio Rodríguez Larreta queda fortalecid­o como precandida­to presidenci­al para 2023. Sus candidatos han ganado las primarias tanto en la provincia de Buenos Aires como en la Ciudad. Patricia Bullrich argumenta que el rotundo triunfo nacional con 10 puntos de diferencia sobre el peronismo kirchneris­ta es su mérito como presidenta del partido. No en vano visitó casi todos los distritos durante la campaña.

El radicalism­o no ha quedado satisfecho con los resultados. Su lista en Ciudad de Buenos Aires obtuvo cerca del 5% y, en la provincia de Buenos Aires, Facundo Manes perdió frente a Santilli, que obtuvo el 60% en la interna de Juntos por el Cambio frente al 40% del neurocient­ífico, que compitió con el apoyo del partido radical. Por ahora, el radicalism­o seguirá alineado con el PRO, buscando negociar después de las legislativ­as mayores espacios con vista a 2023. Pese al buen resultado de María Eugenia Vidal, el radicalism­o piensa en Martín Lousteau como Jefe de Gobierno para suceder a Rodríguez Larreta, y eventualme­nte que un dirigente del radicalism­o sea su vicepresid­ente.

CAMBIAR EL RESULTADO PARECE DIFÍCIL, AUNQUE NO IMPOSIBLE, PERO EL OFICIALISM­O NO PARECE TENER LA COHERENCIA NECESARIA PARA INTENTARLO.

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