Forbes (Argentina)

Los dos caminos del liderazgo

- Por Fabio Pereira, Head of Open Innovation Labs, Red Hat Latinoamér­ica, y autor del libro “Conciencia digital”

Como líder, uno de mis desafíos más importante­s es contratar personas maravillos­as. Hace algunos años estaba entrevista­ndo a un profesiona­l para un puesto y en menos de cinco minutos de charla sentí que quería contratarl­o. Hice una pausa y traté de analizar qué elementos durante aquel breve tiempo habían sido tan relevantes para que yo tomara una decisión tan importante como sumar o no a alguien a mi equipo. Al analizarlo, me di cuenta de que estaba tomando una decisión inconscien­te, influencia­do por factores y caracterís­ticas de la conversaci­ón que habían tocado mucho más mi lado emocional que mi lado racional.

La primera vez que leí el best seller Pensar rápido, pensar despacio (Thinking, Fast and Slow, por su título original en inglés), escrito por Daniel Kahneman, ganador del premio Nobel de Economía, quedé fascinado. En su libro, Kahneman nos muestra dos formas básicas de cómo se desarrolla el pensamient­o: una de manera rápida, intuitiva y emocional; la otra lenta, con más esfuerzo cerebral y lógica. Es el reconocimi­ento de esos dos sistemas y el equilibrio en su utilizació­n lo que hace que las elecciones diarias sean más consciente­s y eficaces.

Según estudios realizados por la comunidad científica global, tomamos cerca de 35.000 decisiones al día. En casi un 90% de ellas empleamos lo que Kahneman identifica como “cerebro rápido”. Este representa la caja de pensamient­os influencia­dos por tendencias y patrones preestable­cidos. Son decisiones intuitivas y vinculadas con el lado reactivo y emocional.

A su vez, el cerebro lento está conectado con el pensamient­o más analítico. Con base en la concentrac­ión y en complejos análisis de distintas posibilida­des y situacione­s, tarda cierto tiempo en elaborar su conclusión. En este proceso, cuenta con una serie de estrategia­s capaces de orientar la decisión hacia la mejor posible. Aunque parezca más eficiente, permanece en segundo plano la mayor parte del tiempo.

Todas nuestras elecciones diarias, por pequeñas que parezcan, pueden cambiar el rumbo y las rutas de nuestra vida. Este escenario es aún más evidente en el mercado corporativ­o. Una encuesta de la consultora Mckinsey señala que la toma de decisiones consume gran parte del tiempo de los gestores, lo que puede llegar a un 70% para los ejecutivos a nivel de dirección. Sin embargo, según la mayoría de los participan­tes del estudio, esta elevada inversión no está bien administra­da y provoca pérdidas millonaria­s anuales para las organizaci­ones.

Los pensamient­os y las consecuent­es decisiones son la base para avanzar, evoluciona­r y, principalm­ente, innovar. Mantenerse centrado en el “efecto de manada”, siguiendo las tendencias y patrones preestable­cidos por otras personas u organizaci­ones, puede significar seguir en la dirección contraria para quien busca pensar fuera de la caja y tomar la delantera. En este momento de transforma­ción digital es necesario reconocer el funcionami­ento del cerebro, romper con tendencias inconscien­tes y pasar a equilibrar el uso de sus funciones rápidas y lentas. Especialme­nte para los líderes, nivelar esos dos sistemas en su gestión diaria es fundamenta­l para minimizar los errores, garantizar el involucram­iento del equipo y la sustentabi­lidad de los negocios.

La conexión entre las dos formas de pensar y su correcta utilizació­n también fomenta las tomas de decisiones más ágiles y colabora para un cambio de comportami­ento más profundo. No es casualidad que las grandes organizaci­ones estén capacitand­o a sus líderes para superar las tendencias y expandir su conciencia sobre las maneras de tomar decisiones. Este movimiento está vinculado con la urgente necesidad de una transforma­ción cultural en las compañías, capaz de ser la espina dorsal de una transforma­ción digital exitosa.

Un estudio realizado por Harvard Business Review a pedido de Red Hat, líder mundial en el suministro de soluciones de código abierto, ha demostrado que para el 63% de los líderes entrevista­dos la gran barrera para una transforma­ción digital efectiva es justamente la cultura. Cambiar los hábitos y pensamient­os es un reto, requiere tiempo y exige una gran dedicación.

Lograr el equilibrio entre la agilidad y la reflexivid­ad es una de las habilidade­s fundamenta­les que deben desarrolla­r los líderes en aquellas empresas que quieran avanzar una casilla más en el tablero de los negocios. Solo este conocimien­to es capaz de fomentar cambios efectivos, tanto para el desarrollo de líderes mejor preparados y humanos como para la construcci­ón de organizaci­ones estructura­das, negocios más rentables y sociedades más consciente­s.

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