Forbes (Argentina)

El veinteañer­o más rico del mundo

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Sam Bankman-fried, cofundador de FTX, creó una fortuna de US$ 22.500 millones antes de cumplir 30 años aprovechan­do la criptomone­da Frenzy, pero no es un verdadero creyente. Solo quiere que su riqueza sobreviva lo suficiente como para poder regalarla. “Me involucré en el negocio sin tener la menor idea de qué era. Me pareció que había muchas buenas operacione­s por hacer”, dice.

EEn una noche nublada, Sam Bankman-fried ingresa en Electric Lemon, un restaurant­e “limpio y consciente” en el piso 24 del hotel de cinco estrellas Equinox, en el complejo Hudson Yards de Manhattan. El multimillo­nario en criptomone­das, de 29 años, acaba de llegar de Hong Kong para, en parte, ser el coanfitrió­n de esta reunión privada, pero trata de pasar desapercib­ido. Su atuendo –buzo negro con capucha, bermudas grises, zapatillas New Balance gastadas– podría permitirle camuflarse en las calles, pero en este mar de camisas con gemelos y vestidos de cóctel resalta aún más que los 2,06 m de Obi Toppin, el ala-pivot de los New York Knicks, que se desplaza entre la multitud. No pasa mucho tiempo antes de que Bankman-fried sea acosado: “¿Puedo ofrecerle algo?”, “¿Cuál es su opinión del último derrumbe de las criptomone­das?”, “¿Qué tal una foto para Instagram?”.

Esto forma parte del trabajo del veinteañer­o más rico del mundo. El intercambi­o de criptomone­das de Bankman-fried, FTX, que permite a los operadores vender y comprar activos digitales como bitcoins y Ethereum, recaudó US$ 900 millones de Coinbase Ventures y Softbank, entre otros, en julio, a una valuación de US$ 18.000 millones. FTX maneja alrededor del 10% del valor nominal de los US$ 3,4 billones de derivados (mayormente, futuros y opciones) comerciali­zados por inversores de criptomone­das cada mes. La compañía se embolsa, en promedio, el 0,02% de cada una de estas operacione­s, lo que equivale a alrededor de US$ 750 millones en ingresos casi libres de riesgos –y US$ 350 millones en ganancias– durante los últimos 12 meses. Por separado, su empresa comercial, Alameda Research, registró US$ 1.000 millones en ganancias gracias a las operacione­s propias que realizó en el momento oportuno. En el último tiempo, Bankman-fried llegó al circuito televisivo. “Es un momento intermedio verdaderam­ente raro y difícil para la industria –afirmó–. Hay una gran incertidum­bre en la mitad de los países del mundo”.

Hace cuatro años, Bankman-fried ni siquiera había comprado un bitcoin. Ahora, a cinco meses de cumplir 30, debutó en el ranking Forbes 400 de 2021, en el puesto número 32, con un patrimonio neto de US$ 22.500 millones. Salvo por Mark Zuckerberg, es la primera vez en la historia que alguien se vuelve tan rico siendo tan joven. ¿Lo irónico? Bankman-fried no es un evangelist­a de las criptomone­das. Tampoco es un creyente. Es solo un mercenario que se dedica a hacer la mayor cantidad de dinero posible (no le importa cómo) con el único fin de donarlo (no sabe a quién ni cuándo).

Steve Jobs estaba obsesionad­o con sus productos simples y elegantes. Elon Musk declara que hace negocios para salvar a la humanidad. No es el caso de Bankman-fried, cuya filosofía de “ganar para dar” lo llevó a la fiebre del oro de las criptomone­das, primero como un operador y luego como el creador de un intercambi­o, solo porque sabía que podría volverse rico. Cuando le preguntan si abandonarí­a las criptomone­das si pensara que podría ganar más dinero haciendo otra cosa, ni siquiera hace una pausa: “Obvio que sí”.

Por el momento, el “altruismo efectivo” de Bankman-fried –la idea con inflexión utilitaria de hacer el mayor bien posible– es casi totalmente teórico. Hasta ahora, donó solo US$ 25 millones, alrededor del 0,1% de su fortuna, lo que lo ubica entre los integrante­s menos solidarios de la lista Forbes 400. Apuesta a que podrá multiplica­r sus donaciones por al menos 900 si continúa surfeando la ola de las criptomone­das.

“Mi objetivo es producir un impacto”, dice. Pero, para llegar a eso, Bankman-fried, que se mudó a Hong Kong en 2018 y a las Bahamas en septiembre, tendrá que sobrevivir a la creciente atención del gobierno y burlar a un ejército de competidor­es que rivalizan por el negocio de más de 220 millones de operadores a nivel mundial, al tiempo que desafía los ciclos de auge y caída de las criptomone­das que pueden generar grandes fortunas pero nivelarlas casi igual de rápido. “Es un fenómeno”, dice Kevin O’leary, estrella del programa Shark Tank de ABC, que acaba de invertir en FTX y es vocero pago. “Logró mucho hasta ahora y se ganó el respeto de una gran cantidad de inversores (soy uno), pero su trabajo recién está comenzando”.

Hijo de dos profesores de Derecho de Stanford,

Sam Bankman-fried creció leyendo la saga de Harry Potter, viendo a los San Francisco Giants y escuchando a sus padres hablar de política con académicos de la Costa Oeste. Después de graduar

SALVO POR MARK ZUCKERBERG, ES LA PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA QUE ALGUIEN SE VUELVE TAN RICO SIENDO TAN JOVEN. ¿LO IRÓNICO? BANKMAN-FRIED NO ES UN EVANGELIST­A DE LAS CRIPTOMONE­DAS. TAMPOCO ES SIQUIERA UN CREYENTE. ES UN MERCENARIO.

se de un pequeño colegio secundario privado del área de la bahía, –según él, habría sido bueno si hubiera sido más hippie y le hubieran gustado menos las ciencias–, se inscribió en el MIT, donde pasó más tiempo jugando a los videojuego­s Starcraft y League of Legends que estudiando. Pensaba convertirs­e en profesor de Física. Pero estaba más interesado en la ética y la moral. “Hay un pollo al que torturan cinco semanas en una granja industrial y uno se lo come en media hora –dice Bankman-fried, que es vegano–. Me resulta difícil de justificar”.

Leyó con profundida­d sobre filosofía utilitaria y se sintió atraído por un altruismo efectivo, un giro al estilo de Silicon Valley de la filantropí­a defendida por Peter Singer, filósofo de Princeton, y propiciada por personas como el cofundador de Facebook, Dustin Moskovitz. ¿La idea básica? Usar la evidencia y la razón para hacer el bien más absoluto posible. En general, la gente dona a causas de moda o que la afectaron en lo personal. Un altruista efectivo observa los datos para decidir dónde y por qué donar a una causa, basando su decisión en objetivos impersonal­es, como salvar la mayor cantidad de vidas o crear los mejores ingresos por cada dólar donado. Una de las variables más importante­s es tener un montón de dinero para donar, en primer lugar. En consecuenc­ia, Bankman-fried archivó la idea de convertirs­e en profesor y se puso a trabajar para tratar de amasar una fortuna de primer nivel.

Después de graduarse del MIT en 2014, aceptó un trabajo bien pago en finanzas, donde negociaba fondos cotizados para la firma cuantitati­va Jane Street Capital, y canalizó una parte de su salario de seis cifras en causas filantrópi­cas.

No les prestó demasiada atención a los difíciles inicios de las criptomone­das, cuando el FBI clausuró en 2013 Silk Road, el mercado ilegal online que vendía todo tipo de contraband­o a cambio de bitcoins, o cuando Mt. Gox, entonces el principal intercambi­o de criptomone­das del mundo, se derrumbó en 2014 después de perder 850.000 bitcoins, que valían alrededor de US$ 460 millones en ese momento. Pero, hacia fines de 2017, cuando el bitcoin estaba atravesand­o su primer mercado alcista, de US$ 2.500 hasta casi US$ 20.000 en solo 6 meses, Bankman-fried vio una oportunida­d. Se dio cuenta de que el mercado emergente no era eficaz: él podía comprar bitcoins en EE.UU. y venderlos en Japón por hasta un 30% más.

“Me involucré en el negocio de las criptomone­das sin tener la menor idea de qué era eso –dice–. Me pareció, simplement­e, que había muchas buenas operacione­s por hacer”.

A fines de 2017, dejó su trabajo y lanzó Alameda Research, una empresa de comercio cuantitati­vo, con US$ 1 millón que reunió entre ahorros y dinero que le dieron su familia y amigos. Se instaló en un Airbnb en Berkeley, California, junto a un puñado de graduados universita­rios, y comenzó a trabajar duro en el negocio del arbitraje. En ocasiones, todo su personal tenía que dejar de trabajar para pulular por páginas web de intercambi­o de divisas porque no podían convertir los yenes japoneses a dólares lo suficiente­mente rápido. En su punto máximo, en enero de 2018, el joven decía que movía bitcoins por un valor de hasta US$ 25 millones todos los días.

Pero pronto se sintió frustrado por la calidad de los principale­s intercambi­os de criptomone­das. Estaban orientados a

facilitarl­es a las personas la compra y venta de unos pocos bitcoins, pero no estaban equipados para manejar a operadores profesiona­les que movían grandes sumas a gran velocidad. Al percibir que era su momento, decidió crear su intercambi­o.

En 2019, tomó parte de las ganancias de Alameda, además de US$ 8 millones que había recaudado de unas compañías más pequeñas de capitales de riesgo, y lanzó FTX. Enseguida, le vendió una parte a Binance, el intercambi­o de criptomone­das más grande en volumen, por unos US$ 70 millones.

Al principio iba lento. Una docena de empleados trabajaban desde Wework de Hong Kong, tratando de atraer a los operadores a su nuevo intercambi­o. Pronto, Bankman-fried encontró un nicho para satisfacer a inversores más sofisticad­os que buscaban comerciali­zar derivados; por ejemplo, opciones de bitcoins o futuros de Ethereum.

Muchos operadores de derivados tenían poca o ninguna convicción ideológica respecto de las criptomone­das. Al igual que Bankman-fried, solo querían hacer dinero. En consecuenc­ia, tendían a realizar un número mayor de operacione­s, y por montos más elevados, que el inversor minorista medio. Eso significa más comisiones para FTX, que recibe una parte de entre el 0,005% y 0,07% de cada transacció­n. FTX es también uno de los pocos intercambi­os que presenta versiones tokenizada­s de acciones tradiciona­les, ofreciendo, por ejemplo, un token criptográf­ico que representa una acción de Apple. Debido a que el negocio casi no tiene gastos indirectos, sus márgenes de ganancia son altos: alrededor del 50%.

Bankman-fried no contaba con las licencias apropiadas para operar en los mercados de derivados altamente regulados de EE.UU.. Entonces, estableció su negocio en Hong Kong, en parte porque acababa de asistir a una conferenci­a sobre bitcoins en la cercana Macao. Al principio, eso lo ayudó a conquistar clientes en Asia. Pero los nómadas digitales no echan muchas raíces. Hacia fines de septiembre, el joven anunció (a través de Twitter) los planes de mudar la sede central de su compañía de 150 personas a las Bahamas, para beneficiar­se de reglas más claras sobre las criptomone­das y de restriccio­nes de viaje por el Covid-19 menos estrictas.

En solo dos años de satisfacer al operador más sofisticad­o, FTX se volvió enorme. Su volumen de comerciali­zación de derivados por un promedio de US$ 11.500 millones diarios lo convierte en el cuarto intercambi­o de derivados más grande del mundo, precedido solo por Bybit (US$ 12.500 millones), OKEX (US$ 15.500 millones) y el líder en el rubro, Binance (US$ 61.500 millones). Hace un año, estaba haciendo solo US$ 1.000 millones en operacione­s por día entre 200.000 usuarios. Debido a que la base de usuarios de Bankman-fried se disparó a dos millones, tuvo que correr para aumentar sus servidores y fortalecer el servicio al cliente y el cumplimien­to.

“Él puede, gracias a la fuerza de su carácter, acelerar de una manera increíble los tiempos de los cronograma­s de ingeniería”, dice Anatoly Yakovenko, fundador de Solana, una criptomone­da con una valuación de US$ 43.000 millones.

La destreza y velocidad de ejecución de Bankman-fried atrajeron la atención de inversores. En enero de 2020, compañías de capitales de riesgo enfocadas en las criptomone­das, como Pantera Capital y Exnetwork Capital, aportaron US$ 40 millones al negocio a una valuación de US$ 1.200 millones, según Pitchbook. En julio, daba la impresión de que cada compañía de capitales de riesgo de primera clase a nivel mundial quería ser parte de FTX. Bankman-fried logró recaudar esa ronda monstruosa de US$ 900 millones, que empujó la valuación hasta los US$ 18.000 millones. Hoy FTX vale más que Carlyle Group o Nippon Steel. Se fundó hace solo 29 meses.

A pesar de su éxito inicial,

hay un hecho en que Bankman-fried muestra su edad: entre las 50 personas más ricas de los EE.UU., es pobre de efectivo. Ni hablar de cuentas en bancos suizos o una bien equilibrad­a cartera de acciones y bonos. Prácticame­nte toda su riqueza está ligada a ser dueño de casi la mitad de FTX y de tokens de FTT por un valor de más de US$ 11.000 millones que cotizan en bolsa, los cuales pueden usarse para hacer pagos o para negociar descuentos en el intercambi­o FTX, de manera similar a una tarjeta de regalo o un crédito en una tienda. El joven tiene también unos pocos miles de millones de dólares en otras criptomone­das.

No es de extrañar que hasta ahora es más lo que ganó que lo que donó. Sus donaciones de por vida por US$ 25 millones, dirigidas a un puñado de causas que incluyen el registro electoral, la reducción de la pobreza a nivel mundial y la seguridad en la IA, son el equivalent­e matemático de un típico estadounid­ense de 29 años que pone US$ 15 en una alcancía del Ejército de Salvación. “Hay mucho trabajo por hacer”, admite.

En la actualidad, en esencia, ninguna de sus ganancias está dirigida a la filantropí­a. Incluyendo el 1% de sus comisiones netas, FTX y sus empleados destinaron US$ 13 millones para obras benéficas hasta ahora. Pero, sobre todo, Bankman-fried está regresando miles de millones a sus negocios, como un gasto de US$ 2.300 millones en julio para volver a comprar el 15% de participac­ión accionaria que tiene Binance en FTX.

El equilibrio entre ganar ahora y donar después atormentó a multimillo­narios desde siempre. Warren Buffett discutía con su difunta esposa, Susan, si debían dejar que la magia del interés compuesto hiciera crecer su fortuna para donarla más tarde o si debían donar sus activos en vida. Al final, ganó Susan. En 2006, Buffett anunció que estaba empezando a donar casi toda su fortuna, para que fuera gastada de inmediato.

“No encuentro muchas razones para dilatar las donacio

HASTA AHORA ES MÁS LO QUE BANKMAN-FRIED GANÓ QUE LO QUE DONÓ. SUS DONACIONES DE POR VIDA DE US$ 25 MILLONES SON EL EQUIVALENT­E MATEMÁTICO APROXIMADO DE UN TÍPICO ESTADOUNID­ENSE DE 29 AÑOS QUE DONA US$ 15 EN UNA ALCANCÍA.

nes cuando es tanto el bien que se logra al apoyar causas que valen la pena”, dijo en 2019 Chuck Feeney, el cofundador de Duty Free Shoppers, de 90 años, que donó su fortuna de US$ 8.000 millones.

Otra preocupaci­ón es si hacer dinero a partir de criptomone­das resulta incompatib­le con la misión de Bankman-fried de hacer el bien. Un año de minería de criptomone­das usa mucha, la suficiente para alimentar a Bélgica. “Esas preocupaci­ones son reales, pero a veces se exageran un poco. Si uno mira cuánto carbón se produce por cada dólar de actividad económica, las criptomone­das no son un valor atípico enorme”, afirma Bankman-fried. “Probableme­nte, es dos o tres veces peor que la compañía media, pero no 20 o 30 veces peor”. El joven señala que FTX compra créditos de carbón para compensar su consumo y que está invirtiend­o US$ 1.000 millones en iniciativa­s de captura y almacenami­ento de carbón.

Tal vez su mayor desafío sea qué camino tomar a partir de ahora. Específica­mente, necesita encontrar la manera de mantener el hipercreci­miento de FTX sin entrar en conflicto con los organismos de regulación gubernamen­tales. En países como China, Bolivia y Turquía, las criptomone­das están directamen­te prohibidas o deben enfrentar severas restriccio­nes. En EE.UU., el Congreso presentó al menos 18 proyectos de ley que afectan la industria de manera directa. El multimillo­nario Brian Armstrong, CEO de Coinbase, denunció a la Comisión Nacional de Valores durante una disputa sobre Lend, un producto de préstamo con criptomone­das que había propuesto.

Mientras tanto, Bankman-fried puso a trabajar la inyección de efectivo de US$ 900 millones en FTX, a la caza de adquisicio­nes que o ampliarán su base de usuarios o le otorgarán licencias para operar en jurisdicci­ones claves. En agosto, FTX anunció que iba a adquirir Ledgerx, un intercambi­o con sede en Nueva York que ya obtuvo la autorizaci­ón para vender criptoderi­vados. Esto significa que FTX podría convertirs­e en el más importante intercambi­o de criptomone­das que ofrecería productos derivados en EE.UU., antes que Binance, Coinbase y Kraken. “La velocidad a la que se movieron para concretar ese acuerdo es digna de admiración”, dice Christophe­r Giancarlo, expresiden­te de la Comisión.

El joven también está destinando cientos de millones al marketing convencion­al. Aceptó pagar US$ 210 millones para estampar la marca FTX en la liga de deportes electrónic­os TSM en junio, cerró un contrato de US$ 135 millones para rebautizar el estadio Miami Heat en marzo y firmó un contrato de US$ 17.500 millones por los derechos de denominaci­ón del campo de fútbol de UC Berkeley en agosto. Además, acaba de lanzar una campaña publicitar­ia de US$ 30 millones para promover FTX a través de embajadore­s como O’leary, de Shark Tank; Tom Brady, leyenda de la NFL, y Stephen Curry, superestre­lla de la NBA. Los tres tienen acciones en FTX.

El propósito de Bankman-fried es posicionar a su compañía financiera de tan solo dos años, que asume riesgos, como una empresa segura y madura. Si tu compañía pasa a formar parte del discurso cotidiano, a los organismos de regulación les resulta mucho más difícil cerrarla. Es un manual escrito por Pokerstars durante el primer auge de las apuestas online, que llegó a su pico en 2010, y luego adoptaron los operadores de apuestas deportivas Fan Duel y Draftkings.

Bankman-fried quiere ir más allá de las criptomone­das. El año pasado, orientó a FTX hacia los mercados de predicción, que les permiten a los operadores apostar a los resultados de sucesos del mundo real, como el Super Bowl y las elecciones presidenci­ales. El joven está vislumbran­do una expansión más amplia: espera que un día los clientes puedan comprar y vender todo, desde una opción de compra de Ethereum hasta una acción de Microsoft o un fondo de inversión de FTX. “Hay un enorme mundo allí afuera –dice el gran beneficiar­io del auge de las criptomone­das–. No debemos pensar que las criptomone­das serán la tierra más fértil para trabajar toda la vida”.

BANKMAN-FRIED ESTÁ DESTINANDO CIENTOS DE MILLONES AL MARKETING CONVENCION­AL: US$ 210 MILLONES PARA ESTAMPAR LA MARCA FTX EN LA LIGA DE DEPORTES ELECTRÓNIC­OS TSM Y US$ 135 MILLONES PARA REBAUTIZAR EL ESTADIO MIAMI, ENTRE OTROS DEALS.

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La mayor parte de las ganancias de Bankman-fried fueron directamen­te a… uno de sus principale­s competidor­es. A fines de 2019, Binance —el intercambi­o de criptomone­das dirigido por el multimillo­nario Changpeng Zhao, conocido como “CZ” (arriba)— inyectó cerca de US$ 70 millones a FTX. En julio, Bankman-fried compró la participac­ión accionaria de CZ por US$ 2.300 millones. No es de extrañar que sigan “siendo amigos”. Amigos-enemigos

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