Forbes (Argentina)

El cine que se viene

- Por Chris Helman Fotos: Aaron Kotowski para Forbes

Los dos últimos años fueron terribles para los cines, salvo que uno sea MITCH ROBERTS.

Mientras la mayoría de las salas permanecie­ron cerradas, este emprendedo­r de 27 años duplicó sus ingresos gracias a su visión: transforma­r una rutinaria ida al cine en un evento memorable, con bowling, videojuego­s, pistolas láser, comida y bebida.

CCuando el 1° de mayo de 2020 el gobernador de Texas, Greg Abbott, permitió que las salas de cine que habían cerrado durante la pandemia de Covid-19 abrieran al 25% de su capacidad, la mayoría de los operadores decidieron no hacerlo. Sin nuevos lanzamient­os y con pocos clientes, las cuentas no cerraban. Mitch Roberts no estuvo de acuerdo. Con solo 25 años, creó Evo Entertainm­ent, con sede en Austin, que tenía 6 complejos en Texas con 57 pantallas, 38 canchas de bowling, servicio de comida, 200 videojuego­s… y una deuda de US$ 42 millones. Cuando tuvo que cerrar 6 semanas antes, dijo: “Mi reacción inicial fue miedo. La segunda fue: ‘Vamos a prepararno­s para reabrir’”.

Roberts comenzó pasando películas clásicas de culto como Grease y Los Goonies para las pocas personas que asistían y alquiló auditorios vacíos a quienes querían jugar al Fortnite en una pantalla gigante. Además, improvisó nuevas fuentes de ingresos: pintó de blanco el exterior de dos multicines para que sirvieran como pantallas de autocine, convirtió 3,64 hectáreas de pastoreo

para vacas en canchas de paintball y armó kits de jarras de margaritas de 3,5 litros y snacks para que quienes quisieran tener una noche de cine en casa pudieran pasar a retirarlos o pedirlos por delivery.

Mientras muchos de sus competidor­es permanecie­ron cerrados, él generó revuelo con un festival de autocine de verano y una huerta de calabazas sintéticas que ofrecía batidos de Halloween para tomar mirando películas de terror. “Otros adoptaron el enfoque de esperar a que pasara la tormenta. Nosotros adoptamos el enfoque de recordarle a la gente que había un lugar donde podían ir”.

Sin embargo, los ingresos de Evo cayeron un 60% en 2020, hasta llegar a US$ 20 millones. Roberts se mantuvo a flote solo por la indulgenci­a temporaria de su banco y por los US$ 21 millones que obtuvo del gobierno federal de un fondo específica­mente asignado a las salas de cine cerradas.

Entre el empuje de Roberts y el temprano relajamien­to de las restriccio­nes por la pandemia en Texas, Evo se recuperó mucho más rápido que varios de sus pares. En 2021, las ventas fueron solo un 15% más bajas que en 2019 y, para el segundo semestre, el negocio volvió a ser redituable. Roberts es dueño del 60% de Evo y el resto es de sus hermanas. A medida que la pandemia se fue prolongand­o, un puñado de cadenas anunciaron el cierre permanente de sus salas, mientras que otras, como Alamo Drafthouse, de Austin (pionera en servirles bebidas alcohólica­s a los espectador­es hace 25 años) se declararon en quiebra. Pero Roberts adoptó el enfoque de expandirse: consiguió 4 locales cerrados en Texas, incluyendo uno en Dallas que está convirtien­do en un buque insignia, con 7 salas donde se puede comer, sillones reclinable­s climatizad­os, pistolas láser, autos chocadores y minigolf.

A fin de afrontar los US$ 30 millones para la renovación de esos cuatro inmuebles y financiar otros negocios sin aumentar su deuda bancaria de US$ 40 millones, Roberts contrató a Bryan Sheffield, un multimillo­nario de 43 años. “Al principio, pensé que estaba loco”, admite Sheffield, tercera generación de una familia petrolera. Pero, después de meses de conversaci­ones, llegó a la conclusión de que Roberts tenía razón: los “negocios para multitudes” no solo iban a sobrevivir a la pandemia, sino también al streaming y a las TV baratas. “Vivimos una economía de experienci­as. La gente anhela tener experienci­as. Quiere reunirse”, afirma Roberts. Según el acuerdo al que llegaron, el negocio familiar de Sheffield se comprometi­ó a invertir hasta US$ 125 millones para renovar y comprar propiedade­s. Evo recibirá alrededor del 2,5% de los ingresos que generen las propiedade­s financiada­s por Sheffield y, si superan los obstáculos de rentabilid­ad, también algún capital.

Sheffield y Roberts empezaron en el negocio familiar, pero se abrieron por su cuenta. Sheffield creó Parsley Energy en 2008 después de asumir la gestión de 109 de los pozos petroleros de su abuelo y de asegurarse los derechos de perforació­n desde allí. El año pasado, Parsley fue adquirida por su rival Pioneer Natural Resources (dirigida por su padre) por US$ 4.500 millones en acciones.

Por su parte, Roberts es cuarta generación de una familia dedicada al negocio de las salas de cine. Su abuelo materno, Lee Roy Mitchell, fundó Cinemark y a los 85 años sigue siendo presidente con una participac­ión accionaria del 9% (que vale hoy US$ 150 millones) en la cadena de 524 cines con 5.897 pantallas. En su infancia, Roberts barría el pochoclo en un cine de sus padres. A los 13 años, cuando el abuelo le regaló el costoso videojuego Big Buck Hunter Pro, lo llevó al cine de sus padres y dividió las ganancias con ellos en un 50/50; con su parte compró otros lucrativos videojuego­s.

Para cuando tenía 17 años, Roberts pretendía llevar los complejos de entretenim­iento como Dave & Buster a un nivel más alto. En un viaje de pesca, le pidió al abuelo que lo respaldara financiera­mente. El hombre se negó, pero aceptó ayudarlo a mejorar su plan de negocios. Las conexiones y los consejos de su abuelo hicieron que se abrieran algunas puertas para Roberts. Sin embargo, ocho bancos y oficinas familiares rechazaron al adolescent­e antes de que Capital One aceptara pagarle US$ 15 millones para comprar 4 hectáreas en Kyle, Texas, a 35 km al sur de Austin, y construir allí su primer complejo.

Con el financiami­ento asegurado, en 2014, Roberts abandonó la universida­d para construir el establecim­iento de 6.500 m2, que incluía 11 pantallas, 14 canchas de bowling, un salón de videojuego­s y una cocina completa que permitía ofrecer un menú tipo pub: hamburgues­as, pizzas y hasta salmón teriyaki. Enseguida gastó “cada centavo” de los US$ 15 millones y pronto renovará los asientos del cine para que sean reclinable­s y con bandejas.

Este lujo tiene un propósito. Así como los cines tradiciona­les cubren sus gastos con la recaudació­n de la boletería y ganan plata vendiendo pochoclo y gaseosas, Evo usa sus cines como carnada para venderles a sus clientes productos con un margen más amplio. Roberts les paga el 55% de la recaudació­n de la boletería a los estudios, pero se queda con casi todos los ingresos del bowling, los videojuego­s, el pochoclo, las cervezas y margaritas, con márgenes de ganancias brutas de hasta el 90%. Para compensar su falta de experienci­a, Roberts armó el equipo ejecutivo de Evo con expertos de la industria del cine y la gastronomí­a, siguiendo, dice, la adverten

PENSAMIENT­O FINAL

“SEGUIRÍA TU CAMINO

SI NO ESTUVIERA TAN OCUPADO HACIENDO EL MÍO”. —Truth Devour

cia de su abuelo: “Si sos la persona más inteligent­e en un lugar, estás en el lugar equivocado”.

El sentido de la oportunida­d de Roberts no falló. Éxitos de taquilla como Mundo Jurásico, Star

Wars: El último Jedi y Pantera Negra aportaron a la taquilla más de US$ 11.000 millones por año desde 2015 hasta 2019. Roberts se expandió y tomó prestados otros US$ 25 millones de Capital One para construir un cine de 10 pantallas en Schertz, a 35 km de San Antonio. Se inauguró en 2019. Ese año, Avengers: Endgame se convirtió en la segunda película más taquillera de todos los tiempos, lo que significó su mejor fin de semana de ingresos. En total, Evo obtuvo US$ 50 millones de 2,5 millones de visitantes en 2019: un promedio de US$ 20 por entrada. Sus mejores salas generaron US$ 25 más por persona con márgenes operativos del 20%, por encima del promedio de la industria.

Luego llegó la pandemia. La taquilla local se desplomó a US$ 2.100 millones en 2020, para recuperars­e y alcanzar los US$ 4.500 millones en 2021. A fin de año, Roberts vio cómo su enfoque de “gran evento” volvía a funcionar cuando Evo vendió 62.000 entradas para el fin de semana del estreno de Spider-man: No Way Home.

En diciembre, Roberts-sheffield concretaro­n su primer gran negocio: Sheffield pagó US$ 70 millones por Showbiz, la cadena suburbana de 9 salas, fundada por el tío materno de Roberts. El dúo está explorando el país en busca de contratos, en principio solo en Texas, Florida y Colorado, que tienen políticas más relajadas respecto de la pandemia. “Cuando se terminen las restriccio­nes, la demanda se habrá acumulado”, dice Sheffield. Ahora, con 16 cines, 148 pantallas y 108 canchas de bowling, Roberts espera ganar más de US$ 125 millones por ventas este año. Y sigue ajustando el modelo. “Estamos experiment­ando con módulos”, dice. Se trata de un asiento para dos, a cierta distancia de otros espectador­es y que ofrece más privacidad.

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Mitch Roberts en su complejo de cines de Schertz, Texas, donde los mozos te llevan la comida casera directamen­te a tu asiento. Público cautivo
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