Forbes (Argentina)

Después del Covid-19, ¿se puede salvar la confianza en la salud pública?

- Por Steve Forbes, editor de Forbes en Estados Unidos y nieto del fundador de la revista, B.C. Forbes

Antes de la pandemia, la mayoría de la gente creía que las agencias de salud pública, como los Centros para el Control de Enfermedad­es, la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os (FDA), los Institutos Nacionales de Salud y la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), estaban integradas por científico­s, médicos e investigad­ores que llegaban a conclusion­es basadas en datos reales. Esa fe se vino abajo. Si surge una nueva pandemia o alguna otra crisis relacionad­a con la salud, las personas pueden ignorar las advertenci­as y recomendac­iones con resultados imprevisib­les y quizás mortales.

Con demasiada frecuencia, el comportami­ento de estos órganos gubernamen­tales ha sido erróneo o guiado por la política. Cuando el Covid-19 comenzó a surgir, la Organizaci­ón Mundial de la Salud tomó sus puntos de conversaci­ón de China, cuyo Instituto de Virología de Wuhan era conocido por las prácticas de seguridad. Se perdió un tiempo precioso para hacer sonar la alarma y comenzar las medidas de seguridad. En uno de los episodios más vergonzoso­s de la ciencia moderna, ciertos funcionari­os de salud pública como el Dr. Anthony Fauci se esforzaron por silenciar cualquier discusión sobre si el virus podría haberse originado en el laboratori­o.

El encubrimie­nto finalmente fracasó cuando surgieron más pruebas. Por ejemplo, el CDC –burocrátic­o hasta la médula– estropeó su respuesta inicial a la pandemia al insistir en la creación de su propio kit de prueba, que tenía fallas. Inicialmen­te, a los hospitales se les prohibió usar sus propias pruebas, por lo que se produjeron muertes innecesari­as. Los expertos insistiero­n en los bloqueos draconiano­s, incluso cuando la evidencia quedó clara de que es mejor simplement­e retrasar pero no erradicar la propagació­n de la enfermedad. Sin embargo, hoy en día, los confinamie­ntos brutales de China están literalmen­te matando de hambre a la gente. Al principio, la experienci­a mostró que los jóvenes, excepto en casos especiales, eran mayormente inmunes a la enfermedad. No obstante, los sindicatos de docentes exigieron que las escuelas públicas permanecie­ran cerradas durante meses. Lo sorprenden­te es que presionaro­n con éxito a los CDC para que aceptaran. Millones de jóvenes, en particular los de hogares de bajos ingresos, sufrieron serios retrocesos en su escolarida­d. Tanto para la ciencia, el mal comportami­ento de los funcionari­os de salud pública continúa. Reprimiero­n para minimizar el hecho de que la inmunidad natural es más potente que la inmunidad vacunada. Millones de personas que tenían inmunidad natural fueron despedidas de sus trabajos por no estar vacunadas. La FDA dice que las personas mayores de 15 años deben recibir una cuarta inyección, aunque no hay evidencia clínica de que una cuarta dosis reduzca las hospitaliz­aciones.

La FDA ha estado dando pasos lentos en la aprobación de dos vacunas. Utilizan tecnología tradiciona­l probada en el tiempo, y que ha sido aprobada en otros países. La Oficina Nacional de Investigac­ión Económica acaba de publicar un documento de trabajo que mide el impacto de los lockdowns en cada estado del Distrito de Columbia, utilizando tres métricas: mortalidad, educación y economía. El resultado final afirma que los bloqueos severos empleados no mejoraron –o no mejoraron mucho– en el frente de la salud y empeoraron seriamente en la educación, lo que causó un daño económico mayor que en los estados con políticas mucho más suaves.

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