Forbes (Argentina)

“SOMOS LA MARCA DE LA GENTE”

Diego Mohadeb, CEO de Topper, cuenta los planes de la compañía que apuesta a la cercanía con el consumidor local y fabrica 4,5 millones de pares al año.

- POR LEONARDO FERRI FOTOS: MARCELO ARIAS CORE BUSINESS • CONSUMO

El dato madre de todos los datos. En el mundo argentino de las zapatillas existe un hecho poco conocido: la marca más vendida en la Argentina es argentina. “En el país se venden alrededor de 27 millones de pares por año –llegaron a ser 30–, de los cuales unos 5,5 millones son de Topper”. La afirmación sale de la boca de Diego Mohadeb, que tiene 50 años y es economista y CEO de Topper, una empresa ya emancipada de la histórica Alpargatas, a donde llegó tras su paso por Unilever. Y para él, aunque hay varias explicacio­nes para ese primer lugar, todo se resume a una palabra: cercanía.

¿Es lo mismo vender cosméticos y limpieza que zapatillas?

Nada que ver. Más allá del producto, uno lo que aprende es la dinámica y a desarrolla­r un producto. La mayor diferencia está en cómo funciona una compañía internacio­nal y una que, a pesar de que se vende en el exterior, se maneja muy localmente. Y esa es una de las cosas más lindas que tiene Topper: todo –desde las campañas hasta los productos, pasando por la decoración de la oficina– es producto del trabajo local. Todo salió de la cabeza y el corazón de una persona que trabaja acá. Nada viene preformate­ado. Y esa es la mayor diferencia que tenemos en este mercado.

Históricam­ente, Topper estuvo asociada a Alpargatas. ¿Cuándo y por qué se produjo esa división?

Alpargatas Brasil es muy conocida por las Havaianas, y cuando ellos compraron Topper estaban buscando una marca que pudieran llevar al resto de Latinoamér­ica. De hecho, Topper en Brasil existe, pero es muy diferente de la que conocemos en nuestro país, porque está focalizada en fútbol. En la Argentina, Alpargatas era muy conocida por el calzado, pero también había una división textil y otra de limpieza. En 2018 el grupo brasilero Sforza compró la marca Topper en Brasil y un 20% de nuestra Topper. Y en 2020 adquirió el 80% restante. Parte de ese acuerdo era comprar solo Topper y no las otras divisiones. Y el resto de los negocios de Alpargatas encontraro­n los compradore­s adecuados. Hoy desde Argentina manejamos Topper para toda América Latina, salvo Brasil.

¿Qué cambió para Topper el hecho de ser una marca única de un grupo internacio­nal y no parte de otra empresa nacional?

Lo bueno y lo malo sale de acá. La marca Topper es única en el mundo. La marca de zapatillas más vendida en la Argentina es argentina. Generalmen­te, las marcas más vendidas en el negocio deportivo son internacio­nales. Nike y Adidas dominan en todos los países del mundo. La Argentina es el único país liderado por una marca argentina desarrolla­da por argentinos. Y no es poco: tenemos 19 puntos de participac­ión en el mercado. Casi 1 de cada 5 zapatillas que se venden en Argentina es Topper. Es un montón.

¿Hay alguna explicació­n para ese fenómeno?

Hay varias. Si lo tengo que simplifica­r, lo llamo “cercanía”. En todos los aspectos. Primero, es un precio mucho más cercano o accesible. Ya sabemos cuál es la situación en Latinoamér­ica, donde no todos pueden comprar marcas internacio­nales, y encuentran en Topper una ecuación interesant­e: a un precio accesible, una zapatilla de una calidad impresiona­nte. Segundo, muchas marcas internacio­nales deciden focalizars­e en las grandes ciudades. Están en Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza, y nosotros tenemos una distribuci­ón muy amplia, con alrededor de 1.500 puntos de venta que ofrecen Topper. Podés ir a cualquier pueblo y en su tienda deportiva vas a encontrar Topper. Tercero, la cercanía con el consumidor. Topper es una marca que trasciende las edades, y mucha gente tiene afinidad porque es la misma marca que utilizaba de chico. El localismo es uno de los conceptos que tratamos de explotar al máximo. No somos la marca que usan las grandes estrellas de Hollywood, somos la marca de la gente.

¿Y en qué se reflejan estos cambios?

Cuando llegué a la empresa teníamos una gran participac­ión de ventas en vulcanizad­os y PU, tecnología­s que todavía están presentes, pero ahora combinadas con una línea actualizad­a con lo que hoy se vende en el mundo. Detectamos qué pasa en Asia, en EE.UU., en Europa, y acercamos eso al mundo de Topper. No es nuestra idea desarrolla­r un calzado nuevo en el mundo, no es nuestra tarea, pero sí acercarnos a lo que pasa ahí afuera.

Tampoco es posible desarrolla­r productos de última tecnología, porque en la Argentina no existe ese tipo de industria…

Exacto. En la Argentina podemos encontrar zapatillas vulcanizad­as –la clásica Topper de lona que conoce todo el mundo, que se fabrica en nuestra planta de Tucumán–, zapatillas de PU –también clásica, de cuero, normalment­e usada en tenis, que tiene producción local– y las cementadas, que generalmen­te se usan en el mundo deportivo. En esta última categoría tenemos productos que vienen desde Asia y otra parte que se ensambla en la Argentina. El 75% de nuestro volumen vendido es fabricado en el país. Tenemos la mejor relación ventas/importados de la Argentina, con solo un 25%.

El gran problema de las marcas deportivas es ingresar productos importados. ¿Cómo explotan esa ventaja comparativ­a?

Estamos ganando participac­ión de mercado. En 2019 peleábamos el liderazgo con Nike y Adidas, y hoy Topper se separó fuertement­e. Hay una cuestión con las importacio­nes, pero también en que estas marcas decidieron focalizars­e en un segmento de precios más alto y en pocos clientes. Va más allá de un gobierno u otro: ellos decidieron concentrar­se en un negocio más chico. Entonces las marcas que producimos en la Argentina (Topper, Grupo Dass y Puma) ganamos participac­ión de mercado.

La moda de las zapatillas que empezó en 2015 se apoyó mucho en el consumo y en un tipo de consumidor en particular, el sneakerhea­d. Topper no entró en ese circuito. ¿Por qué? ¿Qué es lo bueno y lo malo de mirar la foto desde lejos?

Topper es una marca única con un perfil único, que no quiere ser igual que Nike o Adidas. No es su lugar. Yo quiero que ellos estén en el mercado, porque le hace bien al mercado. Nike y Adidas van a ser las marcas que marquen tendencia y tendrán a su grupo de consumidor­es que se desesperan por tener la última el primer día que salga a la venta, esa zapatilla que cuesta US$ 300. Nuestro consumidor no es ese y no es el perfil de marca que queremos. No nos sentimos cómodos haciendo ese tipo de zapatillas raras, ese lugar ya está bien cubierto por ellos. Nuestra misión es democratiz­ar la moda y el depor

te en la Argentina. No quiero hacer una zapatilla para que la tengan 500 o 1.000 personas, queremos que las tengan todos.

¿Es el mismo motivo por el que no están en fútbol?

Es un mercado muy competitiv­o y ese lugar ya está ocupado por alguien. Muy bien ocupado. Son dos marcones con los que competimos. Ellos hacen muy bien eso y nosotros hay otra cosa que hacemos muy bien: la masividad, un calzado hermoso del que nos sentimos orgullosos. A mí me gusta cuando me dicen: “Che, qué lindo que está Topper ahora”.

¿Tiene algo que ver el hecho de haber vuelto al viejo logo?

Es lo que decíamos sobre la herencia, la nostalgia positiva sobre un producto que nos acompañó. Discutimos mucho sobre si volver a utilizar o no el viejo logo y por suerte tomamos la decisión de recuperarl­o. Ahora estamos haciendo pruebas para ver si se aplica solo al look casual o también al running.

Trabajaron con diseñadore­s como Benito Fernández, Gustavo Samuelián, Valeria Pesqueira y Martín Churba. ¿Para qué sirven esas colaboraci­ones y cómo resultaron? Se trató de aprovechar grandes cabezas creativas y traerlos hacia Topper. Buscamos que nos aporten cosas diferentes y ellos nos acercan a otros nichos. Estamos trabajando también con BAUMM, con Revólver y en una nueva edición con Benito. ¿Quién y cómo es el consumidor típico de Topper?

Desde el punto de vista de que vendemos 1 de cada 5 zapatillas, te diría que todo el argentino. En niños trascendem­os mucho más las fronteras socioeconó­micas que en cualquier otro segmento. Ahí la participac­ión en el mercado es todavía más grande, porque las madres y los padres saben que el pie de los chicos crece rápido, y necesitan una propuesta de valor que les funcione. En adultos somos muy fuertes en el interior, y siempre nos había costado más en Capital, algo que cambió desde que también empezamos a crecer en esa zona.

¿Cómo hacen para vender a los precios que venden?

En primer lugar, las marcas internacio­nales tienen márgenes de ganancia más grandes que los nuestros. Segundo, cuando es uno mismo quien desarrolla el producto, nos preocupamo­s por agregarles costo a las cosas que realmente valen la pena. Una de esas cosas es la calidad, que no se negocia. Nuestras zapatillas pasan de hermano a hermano; y, cuando se trata de cuestiones de moda o estéticas, tratamos de hacerlo en aquello que sirve y aporta algo. Trabajamos con inteligenc­ia.

¿A cuánta gente emplean en la planta de Tucumán?

Damos trabajo a alrededor de 1.300 personas en el país, de las cuales 1.000 trabajan en la planta de Aguilares. De ellas, 250 se incorporar­on durante la pandemia.

¿El consumo se retrajo pero el personal aumentó?

Y tenemos previsto incorporar más en 2023. El mercado creció respecto de 2019 y 2020, y está llegando a los niveles récord que tiene que llegar.

¿Se produce exclusivam­ente calzado?

Siempre estuvo focalizada en calzado, y la fabricació­n de indumentar­ia estaba tercerizad­a con distintos proveedore­s de la Argentina o de Asia. El año pasado decidimos empezar a producir indumentar­ia, principalm­ente de algodón, aunque en breve quizás incluyamos poliéster. Lo bueno también es que

producimos con las tres tecnología­s –vulcanizad­o, cementado y PU– y en base a la demanda podemos definir si hace falta frenar con la fabricació­n de uno y aumentar la de otro. El personal está capacitado para producir con cualquiera de las tres. Para 2022 tenemos proyectado fabricar alrededor de 4,5 millones de pares.

¿Y cuánto se consume efectivame­nte de esa producción?

La Argentina tiene 44 millones de habitantes y el promedio es de 0,7 por habitante por año, es decir, menos de un par por año, lo que es un promedio que está en línea con el consumo global. Somos un mercado de 30 millones de pares. El ritmo en los chicos es más rápido, el ritmo en los adultos es más lento. Obviamente hay gente que se compra más que eso, pero es una media.

¿Por qué hay tan pocos productos de básquet en el país, si es un deporte popular?

Hay un faltante de básquet muy grande. Las marcas internacio­nales tienen productos muy buenos a nivel internacio­nal, pero acá están focalizada­s en running y training. Topper tiene dos productos muy buenos, pero estamos cortos, porque vienen de Asia. La pandemia complicó mucho el abastecimi­ento, porque ante el mínimo rebrote de Covid se cierra todo. Y, aunque uno no compre directamen­te a China, ellos son los mayores productore­s de materias primas.

¿Cuál es el mercado más fuerte hoy: el deporte o la moda?

Hay dos grandes segmentos. Por un lado, el del casual, la inspiració­n deportiva, que constituye el 35-38% del mercado; y por el otro el de running/training, con el 32-33%. Este tipo de zapatillas se usa mucho para estar cómodo o en casa, no necesariam­ente para correr. Entre los dos hacen el 70%. El tercer segmento en la Argentina es el de tenis, no porque haya tanta gente que practique ese deporte, sino porque se utiliza mucho en el ámbito escolar. Fútbol debe ser un 8-10% del mercado.

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El CEO cuenta que Topper emplea a 1.300 personas en el país, de las cuales 1.000 están en la planta que la firma tiene en Aguilares, Tucumán.
Diego Mohadeb El CEO cuenta que Topper emplea a 1.300 personas en el país, de las cuales 1.000 están en la planta que la firma tiene en Aguilares, Tucumán.
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