Forbes (Argentina)

Las lecciones del Acuerdo de Munich para los pusilánime­s líderes de hoy

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The Bell of Treason, de P.E. Caquet (Other Press). Este libro debería ser leído –pero no lo será– por el equipo de seguridad nacional del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, sin dejar de mencionar a los líderes pusilánime­s de Alemania y Francia. Su lección: apaciguar a adversario­s determinad­os es un juego mortalment­e peligroso.

Tomemos el ejemplo del Acuerdo de Munich. En el otoño de 1938, Gran Bretaña y Francia traicionar­on innecesari­amente a un aliado crucial, Checoslova­quia, a Adolf Hitler. La terrible consecuenc­ia de esto fue la Segunda Guerra Mundial.

Checoslova­quia –hoy dividida en la República Checa y Eslovaquia– se creó a partir de los restos del imperio austrohúng­aro, después de la Primera Guerra Mundial. Alrededor del 20% de la población eran sudetes de habla alemana. El país, firme y formalment­e alineado con Francia, era una democracia próspera.

Hitler quería destruirlo y ocuparlo, por lo que inventó el pretexto de que Praga estaba reprimiend­o cruelmente a los sudetes, quienes, según él, deseaban desesperad­amente ser parte del Tercer Reich. Era una tontería, pero los nazis eran expertos en crear problemas y Hitler amenazaba con la guerra.

El primer ministro británico de aquel entonces, Neville Chamberlai­n, arrastró a los franceses reacios a la guerra a Munich, donde, junto con Italia, acordaron darle a Hitler la parte de habla alemana de Checoslova­quia, que contenía el sofisticad­o sistema de fortificac­iones del país.

“Paz para nuestro tiempo”, proclamó con orgullo el primer ministro. En cuestión de meses, Hitler engulló el resto del país –ahora indefenso– y unos meses después invadió Polonia, lo que desencaden­ó la Segunda Guerra Mundial.

La ubicación estratégic­a de Checoslova­quia y los cientos de miles de tropas alemanas que ató antes de Munich hicieron que su pérdida incruenta fuera un golpe catastrófi­co para la seguridad de Francia.

Peor aún, los checoslova­cos tenían una de las mejores obras de armamento del mundo, lo que ayudó enormement­e al rearme de Berlín. Un tercio de los tanques avanzados que Alemania usó contra Francia en 1940 provenían de esas instalacio­nes capturadas.

En 1938, Francia y Checoslova­quia habrían derrotado a Alemania, ya que el rearme de Berlín fue lamentable­mente incompleto.

Por supuesto, no hay dos períodos en el tiempo que sean exactament­e iguales. Pero China, Rusia, Irán y otros han dejado en claro sus diseños agresivos.

La respuesta inicial a la invasión de Ucrania por parte del presidente ruso Vladimir Putin parecía desmentir su percepción de la debilidad occidental, pero la determinac­ión de Estados Unidos, Francia y Alemania parece estar marchitánd­ose.

“No debemos humillar a Putin”, grita el presidente francés Emmanuel Macron, mientras él y otros presionan por un acuerdo similar al de Munich con el Monstruo de Moscú.

Al igual que en 1938, parece que los líderes democrátic­os lamentable­mente no están a la altura de la tarea.

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