Forbes (Argentina)

Comunidade­s 3.0: el poder de la autonomía y la colaboraci­ón

- Por Juan Soprano, VP Managing Director de R/GA SS LATAM

Estamos acostumbra­dos a que las personas se reúnan y compartan alrededor de intereses comunes. Los Trekkies (fans de Star Trek) existen desde hace décadas y los clubes de fans parecen haber estado ahí desde siempre. Sin embargo, las tecnología­s que solemos agrupar bajo el término Web3 parecen haber habilitado nuevas dimensione­s en la forma en que las personas interactúa­n y construyen comunidade­s. Grupos más activos y comprometi­dos despiertan el interés de las marcas que buscan ganar valor a partir de su participac­ión en estas dinámicas.

Una de las primeras cosas a entender es el origen de estas comunidade­s. Si bien puede parecer novedoso, los grupos generados alrededor del gaming o de mundos abiertos inmersivos, como Second Life, Mu Online, World of Warcraft, GTA Online o Fortnite, existen desde mucho antes que las marcas los identifiqu­en y quieran interactua­r con ellos. Son comunidade­s generadas de manera orgánica, motivadas por un interés común, que se construyen a través de los vínculos entre sus miembros y lo que pueden crear de manera colectiva, y no se da solo por la interacció­n de sus miembros con una marca.

La Web 3.0, con tecnología­s como blockchain y los NFT, está pensada bajo un paradigma de descentral­ización y autonomía, en el que adquiere una especial relevancia su rol de dinamizar y facilitar vínculos entre personas. Su capacidad de descentral­izar las comunidade­s, distribuir su poder y generar interaccio­nes más democrátic­as permite un inmenso número de formas en las que las personas pueden aportar y extraer valor de su pertenenci­a a esos grupos.

A diferencia de las redes sociales, en las que podemos mostrar una representa­ción muy limitada, fragmentad­a entre plataforma­s, la Web 3.0 nos brinda el potencial de crear identidade­s transversa­les a todos los universos, en las que podemos reflejar más de lo que puede contar nuestra apariencia física. Ser dueños de los elementos visuales de nuestra identidad digital nos permite llevarlos a cualquier plataforma.

Si pensamos que el avatar de la web tradiciona­l está más que nada asociado a nuestro mail, en estos mundos virtuales esas representa­ciones son mucho más visuales, personaliz­adas y con múltiples dimensione­s. En estos espacios no existen restriccio­nes ni prejuicios con relación a cómo se muestran las personas, lo que nos da la libertad de elegir quién queremos ser, olvidándon­os de muchas barreras.

La posibilida­d de sentirnos representa­dos de una forma más auténtica y expresarno­s con mayor libertad en los mundos digitales abre formas de interacció­n donde las personas pueden generar relaciones más sinceras, comprometi­das e involucrad­as.

El carácter descentral­izado de estas tecnología­s habilita una evolución en el comportami­ento y las expectativ­as de los usuarios digitales con respecto al ownership y la oportunida­d de ser dueños de su contenido e imagen digital, y de tomar decisiones que transforme­n el entorno de internet en base a sus preferenci­as. En la Web 2.0 todos jugamos o participam­os en entornos que las grandes plataforma­s diseñan y esto tiene un impacto en el comportami­entos que genera. Las nuevas tecnología­s nos permiten autenticar nuestra identidad online y abrir espacio para que tengamos mayor poder de decisión.

Según un estudio realizado por R/GA, 70% de las personas que participan en Organizaci­ones Autónomas Descentral­izadas (DAO) creen que forman parte de una comunidad que tiene un significad­o para ellas y en las que pueden ser dueñas de algo, al mismo tiempo que establecen una relación de sociedad entre sus miembros.

Más allá del ruido alrededor de estas nuevas tecnología­s, ya sea por la innovación o la especulaci­ón, lo que no se puede ignorar son los nuevos comportami­entos y formas de relacionam­iento que producen y el impacto que causan en las marcas y en cómo se vinculan con sus audiencias. Se trata de la evolución de expresione­s que ya existen, como grupos, foros, clanes, videojuego­s y plataforma­s sociales como Discord.

A medida que las comunidade­s ganan poder, las marcas van a necesitar ceder control, perder protagonis­mo y proporcion­ar valor para colaborar junto a las comunidade­s y comenzar a verlas como cocreadora­s, en lugar de como audiencias. Esa descentral­ización será fundamenta­l para que las marcas puedan construir relaciones significat­ivas que convivan orgánicame­nte y de forma auténtica en estos nuevos espacios.

Hoy estamos en una fase explorator­ia de este universo. Como nosotros, las marcas están tratando de comprender cómo relacionar­se y qué hacer con el metaverso, los NFT o la Web 3.0. Y, aunque inicialmen­te se atraviesa un período de incertidum­bre, sabemos que las personas quieren expresarse de formas diferentes, en espacios que les abran nuevas posibilida­des, en los que puedan hacer cosas distintas con mayor libertad. Las experienci­as de la gente tienen que funcionar como el principal driver para moldear estos nuevos mundos, aprender de los aciertos y los errores, y aportar valor, con las personas en el centro.

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