Una pila de dinero
La basura era el último negocio de commodities hasta que un joven consultor de Mckinsey vio cómo REPUBLIC SERVICES podía transformarse a sí misma en una máquina de beneficios cotizando la basura con una prima. Bill Gates está cobrando cheques por dividendos.
EEn las montañas Sheep al norte de Las Vegas, el vertedero de Apex recibe 8.000 toneladas de basura por día, entregadas por 280 camiones que salen de la interestatal antes de subir por un sinuoso camino de tierra hasta lo que se llama la “zona de trabajo”. Se trata de un área activa de 1,2 hectáreas donde topadoras con ruedas de metal con púas trituran y compactan la basura. La pila tiene 150 metros de profundidad en algunos lugares, pero queda suficiente espacio para seguir enterrando desechos de Sin City durante siglos. Su dueño, Republic Services, tiene un contrato monopólico de 15 años para recoger la basura y los materiales reciclables en la región de Las Vegas.
“Preferimos llamarlo una franquicia”, dice su CEO, Jon Vander Ark, de 47 años, que devuelve el 5% de las ganancias del contrato (que llegan a cerca
REFLEXIÓN FINAL
“ALGO NO ES BASURA SOLO PORQUE LA GENTE LO TIRE Y NO LE ENCUENTRE NINGÚN USO”. —Andy Warhol
de US$ 250 millones anuales) al condado de Las Vegas a cambio de tener la exclusividad.
Cada día Republic transporta unas 28 toneladas de basura, proveniente de restaurantes, hoteles y casinos, a una granja contigua al vertedero de Apex, donde se la hierve hasta que se convierte en un estofado marrón amarillento que alimenta a 3.500 cerdos. Otros materiales orgánicos se pudren con el tiempo y liberan metano, que Republic capta y vende con una prima a usuarios industriales. Mientras tanto, una compañía minera le paga a Republic regalías diarias por los 150 camiones de piedra de montaña pulverizada que transporta fuera del vertedero para hacerles espacio a las toneladas de basura que llegarán. La piedra removida se mezcla con hormigón para hacer las calles de Las Vegas. El siguiente paso es un “centro de polímeros” para aprovechar la intención de los fabricantes de alimentos de pagar más por plástico reciclado.
Republic, con sede en Phoenix, opera 198 vertederos, 71 centros de reciclado y rutas de recolección en 41 estados. Después de un año negativo debido a la pandemia, los volúmenes se recuperaron en 2021, lo que ayudó a lograr un aumento del 17% en ingresos netos, de US$ 1.300 millones, sobre US$ 11.300 millones en ventas. Sus acciones, que cotizan en unos US$ 131, bajaron solo un 10% de su valor más alto en 2021, en comparación con una caída del 18% en el S&P 500.
¿Cuál es el secreto de Vander Ark? Adhiere a la idea de que en su negocio la basura es un activo y debe cotizarse con una prima. “La basura vale mucho más de lo que pensamos”, dice, exultante. En 2009, cuando era consultor de Mckinsey con un título en Derecho de Harvard que asesoraba a Republic, Vander Ark vio el poder de fijación de precios de la basura. “La pandemia subrayó que lo único que controlamos es el precio. No controlamos el volumen y no generamos la demanda”.
“Soy un cínico a la hora de contratar consultores de Mckinsey”, dice Michael Hoffman, gerente administrativo de Stifel Investments, que viene siguiendo el negocio de la basura desde 2008. “Jon introdujo algo que nunca antes se había pensado. Los desechos industriales nunca cotizaron un activo tan escaso. Nunca maximizaron las rutas”. Vander Ark convenció al entonces CEO Don Slager de que Republic no les estaba cobrando a los transportistas tarifas de recolección lo suficientemente altas para volcar su carga en los vertederos. El costo marginal de agregar pocas toneladas a un vertedero parecía engañosamente bajo porque no incluía los altos costos de abrir nuevos. Republic estaba vendiendo sus futuras ganancias a un precio barato.
Vander Ark planteó que Republic debía aumentar drásticamente sus tarifas. Los operadores que no pudieran pagarlas se irían a otro lado. Los que pudieran se identificarían como lo suficientemente redituables para convertirse en una potencial adquisición para Republic. No fue sino hasta 2019, dice Hoffman, que su archirrival Waste Management, con sede en Houston (que tuvo ventas por US$ 18.000 millones en 2021), se puso al día con los agresivos precios de los vertederos de Republic.
Tanto Waste Management como Republic son la semilla del multimillonario Wayne Huizenga, que falleció en 2018. Huizenga comenzó colgado de un camión de basura y compró a cientos de sus competidores antes de hacer que Waste Management cotizara en bolsa, en 1971. Dejó la firma en 1984 y repitió su movida de “paquete acumulativo” con Blockbuster Video y Autonation. Republic se separó de Autonation en 1999. Cuando Vander Ark entró en escena 10 años después, Republic todavía no había avanzado respecto de sus orígenes como “paquete acumulativo”. Operaba una docena de nombres (desde Duncan Disposal hasta Trash Taxi) y no había estandarizado el mantenimiento de los camiones. “No es necesario que haya 165 maneras de arreglar un camión; tiene que haber una. El tiempo de actividad es rentabilidad”, dice.
Recientemente adquirió U.S. Ecology por US$ 2.200 millones, que tiene una participación del 36%, en el mercado de residuos peligrosos, con cinco vertederos de desechos químicos, médicos y nucleares. No dudó en pagar una prima del 70% del precio anterior a la negociación por una compañía que tiene márgenes operativos más bajos. Lo hizo porque, debido a que los volúmenes de desechos peligrosos crecen más rápido que los de la basura y a que es casi imposible abrir nuevas instalaciones, podrá subir los precios y extender los márgenes.
Republic paga dividendos constantes; su accionista más importante, Cascade Investments (compañía del holding personal de Bill Gates, cofundador de Microsoft), recibe más de US$ 200 millones anuales en dividendos por su participación del 34%. Hoffman piensa que es un buen diversificador: “La basura es intensiva en capital y no capitaliza al 20% por año como el software, pero se convirtió en un negocio extraordinariamente repetible y resistente a la inflación”.