“Los inversores extranjeros no consideran a la Argentina”
PARA JAVIER TIMERMAN, MANAGING PARTNER DE ADCAP GRUPO FINANCIERO Y CO-FOUNDER DE BANZA, LOS ARGENTINOS “TIENEN UN PROBLEMA MUY DIFERENTE DE LOS QUE CREEN QUE TIENEN”.
Con más de 30 años de experiencia en la industria financiera, Javier Timerman, Managing Partner de Adcap Grupo Financiero y co-founder de Banza, puede dar un panorama sobre cómo se ve a la Argentina desde el exterior. Desde EE.UU., repasa el interés de los inversores en la Argentina.
¿Cómo se les explica a los inversores de EE.UU. la coyuntura argentina?
Argentina desde hace ya un tiempo no es foco de interés de los inversores internacionales involucrados en portfolio management. Tal vez en industrias puntuales el interés sea mayor porque están acostumbrados a regiones o países con dificultades políticas, como la industria petrolera. En inversores en activos de renta fija o variable, los vaivenes de los últimos años han hecho que se redujera mucho el interés y la capacidad de la Argentina de atraer esos fondos. Es hablar con los inversores que ya conocen la historia argentina y tratar de explicarles las posibilidades de cambio que puede haber y si los precios reflejan o no una oportunidad. Pero no es fácil.
Y estos precios que están tan bajos, ¿reflejan una oportunidad o pueden caer más?
Esa es la gran pregunta. Cuando analizo un activo, lo que hago es pensar cuáles son mis objetivos de inversión, cuánto tiempo estoy dispuesto a esperar y qué tipo de necesidades voy a tener para
ver si puede ser una oportunidad de largo, mediano o corto plazo. La Argentina está en una situación difícil porque se ha quedado sin crédito y los precios reflejan eso, una situación de hartazgo con el país. Generalmente, cuando la Argentina está en una situación como esta, estos precios atraen a los fondos de distressed. Pero esos fondos no han entrado, como sí lo hicieron en 2014 o 2013. El precio de los bonos refleja más que nada un tema de liquidez y de falta de sponsorship. Eso va a cambiar, va a haber cierta demanda por los activos argentinos cuando se den ciertas condiciones. Ahora, si eso va a pasar el mes que viene o dentro de un año, no lo sé. Si algún día Argentina quiere volver a traer inversiones como en Vaca Muerta, va a necesitar mejorar su crédito.
¿Cuál es el margen de maniobra que tiene un CFO para preservar el valor estando en la Argentina?
Hay que entender bien el contexto. Uno de los grandes problemas que hay en la Argentina es que es muy difícil predecir lo que va a pasar y hay demasiada información que no es necesaria. En EE.UU. conocí al que fue durante muchos años CEO de Goldman Sachs. Una vez me dijo: “Como CEO estoy el 95% del tiempo pensando en ese 5% de cosas que pueden salir mal y pueden voltear la compañía”. Y en la Argentina ese 5% en realidad es el 95%, porque hay tantas cosas que pensar, mirar, que pueden salir mal. Y parte de eso es porque hay una situación binaria en Argentina. Entonces hay que manejar las empresas de una manera mucho más conservadora, porque no vas a tener la oportunidad de financiar un momento difícil por algo inesperado. Hay que concentrarse en los negocios, de la manera más conservadora, pensando que necesitás siempre tener caja disponible, porque, si mirás en el mundo, las empresas quiebran por demasiado leverage. En en países con contextos tan binarios lo mejor es reducir mucho el apalancamiento, cosa que no es buena para una empresa que tiene un buen proyecto y quiere crecer. En la Argentina hay un sesgo a buscar cierta información.
Un sesgo de confirmación…
Exacto. Pero no necesariamente lo que uno quiere es lo que va a terminar pasando, y en una empresa lo que hay que hacer es tratar de pensar justamente en las cosas que van a salir bien. En la Argentina tengo que estar pendiente de una nueva regulación, leyes laborales muy estrictas. Hay que ser mucho más conservador.
¿Qué instrumentos de inversión le sugerís a un CFO en estos tiempos?
En la Argentina hay dos tipos de riesgos latentes: el inflacionario y el de devaluación. También depende de cómo te estás fondeando. Soy un gran creyente de que el principal riesgo de todas las empresas
“En países con contextos tan binarios, hay que reducir el apalancamiento”.
es el financiamiento, quedarse sin y estar demasiado apalancado, entonces según de dónde venga tu financiamiento es desde dónde tenés que cubrirte. En Adcap tenemos nuestros fondos dollar linked, que te cubren contra la inflación. Y después depende de tu insumo. Nosotros estamos en una empresa financiera, no tenemos insumos, pero en la Argentina todo eso forma parte de una estrategia mucho más conservadora.
¿Cómo imaginás el contexto económico de la Argentina de los próximos meses?
La Argentina tiene un problema muy diferente del que los argentinos creen que tiene. Los argentinos creen que tienen un problema económico. Nosotros tenemos un problema porque hay un modelo económico X que no funciona y otros creen que el otro modelo económico no funciona y se pelean por eso. Los inversores están mirando otra cosa afuera que es la capacidad que tiene el país de generar consensos. Eso asusta, la incapacidad argentina de generar dos, tres o cuatro consensos sabiendo que van a quedarse en el tiempo. Hay un tema político que lo impide. Los inversores creen que no se va a solucionar en el corto plazo, entonces no quieren invertir en
la Argentina. Mientras tanto, acá se sigue discutiendo ese modelo.
¿Cuánto influye en esto que sí es un logro de la región ese consenso o esa estabilidad?
Pasó en todos los países. Soy muy amigo del ministro de Finanzas de Colombia, un profesor de Yale con muchísima credibilidad, fue director del Banco Central con el gobierno anterior. O sea, el gobierno más de derecha de Colombia tenía de director del Banco Central a la persona que Petro (exlíder guerrillero) pone de ministro de Economía. Ahora, ¿vos creés que no habría grieta en Colombia? Imaginate que el presidente es un exguerrillero.
Con la ortodoxia no hay grieta, entonces: “El Banco Central se maneja de esta manera”.
Lo que pasa es que se ponen de acuerdo y van negociando cosas, pero desde el lado del entendimiento de que la grieta, la bronca (que evidentemente tienen todos los políticos respecto de sus adversarios) no puede ir por arriba del interés nacional. En los países que han progresado, como Israel, por ejemplo, la grieta es terrible, mucho peor que en la Argentina, pero como el país tiene que funcionar trabajan juntos. Eso acá no pasa. ¿Vos creés que Petro no tiene valores diferentes de los de su ministro de Economía, cuando estaban uno en la clandestinidad luchando y el otro en Yale?
¿No hay una resistencia a esa mirada ortodoxa en el BCRA?
Sí, pero también tiene que ver con el hecho de que las cosas se hacen de forma gradual. ¿Qué pasaría si algún candidato de la oposición o del gobierno dijera que va a poner a alguien del otro espacio como jefe de gabinete? No lo vota nadie. Pero así es como funcionan estos consensos, se logran de a poco. Todo va convergiendo a lo que es importante en el mundo. Hoy necesitás un Banco Central conservador. Pero eso tarda. En Colombia y Perú tardó. En Brasil, cuando Lula ganó las elecciones, hizo una política de consenso, pero el establishment brasilero apoyó a Lula.
También lo apoyó ni bien asumió Meirelles y cuando vieron que el Banco Central estaba en orden…
Te voy a contar una anécdota. En Nueva York para esa época teníamos un grupo de argentinos de Wall Street y uno dijo: “Puedo conseguir una reunión con Kissinger”. Kissinger nos preguntó qué pensábamos de las elecciones en Brasil, que faltaba muy poco, y los que estaban ahí, argentinos analistas de Wall Street, dijeron: “Si gana Lula va a ser un desastre, van a retroceder todos los avances que hubo en Brasil”. Y Kissinger les dijo: “Qué raro, porque acabo de volver de Brasil y mis amigos empresarios me dicen que va a ganar Lula y que va a ser un gran gobierno”. En Brasil ya desde antes de las elecciones hubo un impulso a moderar a Lula, a acercarlo, y el establishment terminó apoyándolo en esas elecciones del 2002. Nosotros somos mucho más binarios y eso asusta mucho a los inversores. Cuando estás en el gobierno y decís: “Si gana la oposición va a haber una guerra civil” o si estás en la oposición y decís: “Si no ganamos nosotros…”. Todos estos escenarios catastróficos que tanto el gobierno como la oposición dicen que va a ocurrir si gana el otro alejan a los inversores.
Si bien los alimentos fermentados no son algo nuevo –todas las culturas fermentan alimentos de una u otra manera hace mucho tiempo–, el entusiasmo por estos alimentos creció exponencialmente en los últimos años, de la mano de los beneficios para la salud que poseen y en particular por los estudios sobre la microbiota humana que los reivindican. La pandemia también jugó un rol en este crecimiento, ya que según analistas de tendencias se produjo un giro significativo desde 2020 en la demanda hacia bebidas y alimentos que ayuden al sistema inmunológico. Otro factor significativo –a nivel global y local– es la intención del consumidor de moverse hacia productos más naturales o menos industriales, que además en Argentina tuvo de fondo el debate por el etiquetado frontal con las bebidas azucaradas bajo la lupa. Ni lento ni perezoso, y al tiempo que crece la fascinación por los fermentos, el mundo corporativo también está apuntando a la producción de esta clase de bebidas y productos por su cuenta, aprovechando el crecimiento del sector plant based y las nuevas modas en alimentación.
LA EVOLUCIÓN DEL MERCADO
El consumo y la fascinación con los alimentos fermentados viene creciendo silenciosamente hace años, de popes de la cocina internacional
Dahna Belén
Su marca ¡Qué Kefir! es una de las más populares de la bebida a nivel nacional y se entusiasma con el avance legal. incluyéndolo en su repertorio a libros y revistas especializadas dedicadas “al arte de fermentar”, y toda una subcultura culinaria que incluye no solo técnicas y conocimientos de cocina, sino también una filosofía detrás que abarca una búsqueda de opciones más saludables, un cuestionamiento de las lógicas del mercado y un espíritu autodidacta y colaborativo de aprendizaje y pasaje del conocimiento. Hay libros que hoy son considerados biblias (El arte de fermentar, de Sandor Ellix Katz, uno de los pioneros en introducir los fermentos a la cultura mainstream), comunidades de fermentadores, convenciones internacionales, tutoriales de Youtube y mucho más. Pero, sobre todo, existe un negocio concreto que hoy mueve millones.
Ya no se trata de un grupo de personas haciendo masa madre o kefir en sus hogares durante la pandemia o productores pequeños, sino que el mercado de alimentos fermentados creció gradualmente y se proyecta que generará US$ 690.000 millones a nivel global para 2023. Además, en febrero de 2020, con la llegada del Covid-19 se reportó un crecimiento del 952% en las ventas de alimentos como el kimchi, según un reporte de The Eater sobre el boom en EE.UU.. Gigantes como Red Bull y Coca-cola ya tienen sus propias marcas de kombucha, como GT’S Kombucha (ahora Synergy Drinks) o Lev’s Original Kombucha.
Una problemática tanto en Europa como EE.UU. y Australia, donde el sector florece, es que la mayoría de los fermentadores “visibles” son hombres blancos, mientras que fermentadores BIPOC (Black, Indigenous and People of Color) tienen más dificultades para conseguir visibilidad, recursos y publicidad. A su vez, se habla de que esta manera
de presentar los fermentos a un público masivo, sin contexto o celebración de la diversidad, trae aparejada otra problemática: la alteración de los sabores y texturas para hacerlas más aceptables a un paladar occidental.
En estos países la industria está creciendo, en particular el rubro bebidas, al punto de que las grandes marcas de gaseosas ya salieron a comprar fábricas de kombuchas. En esta línea, el valor del mercado de la kombucha, cuyo marketing es ser un producto que elimina las toxinas, mejora y energiza el sistema inmune, se valuó en US$ 2.640 millones para 2021, y está proyectado que crecerá un 15,6% del 2022 al 2030 según la firma Grand View Research.
Marcas internacionales como Wonderbrew Kombucha y Equinox Kombucha vieron crecer sus ventas online desde la pandemia. En septiembre de 2020, Equinox realizó un estudio sobre 2.000 personas en el Reino Unido para estudiar la percepción del consumidor sobre esta clase de bebidas: el 39% estaba consumiendo alimentos más sanos, el 33% sabía lo que era la kombucha y el 48% afirmó que consideraba que los probióticos son la mejor manera de mejorar su salud intestinal. “Muchos consumidores todavía no saben los potenciales beneficios de beber auténtica kombucha sobre su bienestar general y el estado de su sistema inmune. Sin embargo, en los próximos años habrá una gran oportunidad para las marcas de kombucha de educar a los consumidores en salud intestinal y alimentos fermentados”, concluye el informe de GVS.
PRODUCTORES LOCALES Y UN RECIENTE GIRO LEGAL
Algunos lo comparan con la movida de la cerveza artesanal o la del gin nacional tanto por los volúmenes que se manejan como por el modelo de producción, comenzando con fabricación familiar, pasando luego a microdestilerías o fábricas, hasta llegar al consumidor masivo. La kombucha, una bebida fermentada que se obtiene a través del Scoby (una colonia de bacterias y levaduras), viene pisando fuerte con cada vez más productores, bodegas y marcas interesándose por ingresar a ese mercado. Este té endulzado, que se logra gracias a la temperatura ambiente y la alimentación que los taninos del té y los azúcares le proveen al Scoby, cuando alcanza la acidez ideal puede recibir una segunda fermentación en la que se agregan frutas, jugos y especias, que le dan los sabores. Además, en esa fermentación la kombucha se carbonata.
Alejandra Manca, bromatóloga y técnica en industrias de alimentos, está detrás de Vitea Kombucha, que nació en 2016. “Vimos la necesidad que había en el mercado de productos que fueran saludables y reales. Comenzamos vendiendo en ferias y en dietéticas. Como directora técnica de Vitea empecé con todas las gestiones para habilitarla, primero en Córdoba. Somos