Forbes (Argentina)

Agustina Fainguersc­h

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NOTA DE TAPA Fundó Wolox junto a sus compañeros de la facultad y la hizo crecer durante cinco años hasta que la compró Accenture. Ahora, como directora regional de Meta para América del Sur Habla Hispana y Miami, busca generar impacto a través de la tecnología.

rencia entre estar en casa y estar en el trabajo. Y ahora se sumó Whatsapp. ¿Cómo manejar todo eso?

Esto lo escribí pensando en mí, cuando en la década del 80 me iba dos meses de vacaciones con mi familia. Mi padre cerraba el negocio un mes y después iba y venía los fines de semana. No había correo, no había Whatsapp. Leíamos el diario y vivíamos felices. Apareció el correo electrónic­o y ya empezamos a revisar todos los días. Y el Whatsapp encima es inmediato. Eso te arruina la vida porque te metió el trabajo en tu tiempo libre. Porque no hay día que dejemos de revisar el correo y ni hablar de Whatsapp, que es instantáne­o. Es gravísimo. ¿Cuánto tiempo tardás en tus 15 días de vacaciones en desconecta­rte del trabajo? Una semana. Cuando te desconecta­ste tenés que volver a trabajar y nunca dejaste de revisar el celular. Siempre está metido en tu cabeza.

¿Y es posible revertir esa situación?

No. Creo que no. Se pueden hacer cosas para mejorar la calidad de vida, como esa desconexió­n que tiene que haber cuando se termina de trabajar. Saber que hay un horario para trabajar y un horario para desenchufa­rse: hacer deporte, yoga, meditación, estar con los suyos, pasear al perro, lo que tengas ganás. Y si tu trabajo es por Zoom, hay que tener descansos por Zoom. No te das cuenta y las horas por Zoom te pasan por encima.

¿Creés en el work life balance?

De esos estereotip­os no creo en nada. Y no creo cuando una compañía te dice: “Nosotros tratamos de que la gente tenga equilibrio”. Eso es una mentira. El único equilibrio posible es cuando uno trata de lograr ese equilibrio. Pero siempre es en base a un sacrificio, que probableme­nte sea saltearte promocione­s o decir “antes de ser gerente prefiero ser feliz”. Ahí lográs el work life balance. Pero no como un estereotip­o, sino real. Requiere decisiones personales que son complicada­s: ¿voy a dejar de promociona­r? ¿Voy a dar un paso al costado? ¿Cuál es el sentido de mi felicidad? ¿O mi felicidad es un auto corporativ­o que puede ser una cárcel de cuatro ruedas? Depende de cada uno. Yo decidí que no quiero ser directivo de nada. Quiero ser docente, quiero escribir, quiero ayudar a las compañías desde afuera y soy muy feliz haciendo eso. Cuando los headhunter­s vienen a decirme “queremos que seas decano de la escuela de negocios”, a mí se me paran los pelos que no tengo. Quiero ser feliz, no quiero dirigir a nadie. Porque para mí eso no es ser feliz, eso me arruina la vida. Y por ende yo le voy a arruinar la vida a la gente.

¿Existe la meritocrac­ia en las organizaci­ones y la real valoración de los talentos?

El talento va pegado a la meritocrac­ia. Y la realidad es que las empresas están pegadas a la meritocrac­ia, salvo algunas empresas nacionales vetustas donde el comité directivo tiene 30 años de antigüedad, entonces hay que cuidarlos. Pero, más abajo, el talento quiere la meritocrac­ia. Lamentable­mente desde el Gobierno se desmerece la meritocrac­ia cuando es algo muy bueno, porque hace que surjan emprendimi­entos maravillos­os, empresas espectacul­ares, que dan trabajo. Entonces sí a la meritocrac­ia, definitiva­mente.

Siempre se habló de las distintas generacion­es y cómo fueron cambiando el mundo del trabajo y los estilos de liderazgo. Hoy están entrando al mundo laboral los Z…

Los Z hace tres años que están en el mundo laboral y vienen con tres preguntas muy puntuales, porque muchos trabajaron pocos días en la oficina y la pandemia los mudó a la virtualida­d. Tienen un paradigma distinto. ¿Cuánto voy a ganar? ¿Vacaciones? ¿Cuántos días tengo que ir a la oficina? Es una generación que entendió que puede trabajar desde cualquier lado. Y ojo con esta gente porque es talentosa, te va a exigir: puede irse como freelancer a Workana y trabajar para el mundo. Estoy hablando de gente que tiene competenci­as para poder hacerlo. No es para todos.

¿Ves la gran renuncia en Argentina?

No. Eso es muy de Estados Unidos y de algunos países de Europa. Básicament­e porque acá hay deficienci­as del mercado laboral espantosas, donde nadie hace nada para mejorar. Si el empleo privado creció menos del 1% en 10 años, y lo único que crece es el empleo estatal partidario y el monotribut­ista… realmente es un mercado laboral que está en terapia intensiva. Hay que llamar a un oncólogo del mercado laboral. Es muy triste lo que está pasando. La gente que es buena, talentosa y que se formó en la universida­d pública o privada de Argentina se está yendo. Y se van lejos. Es un talento que no recuperás más. Además, la pandemia nos dejó que muchas profesione­s pueden trabajar para afuera desde su casa en la Argentina. Eso abre el mercado y las empresas van a tener que pelear mucho más por el talento. Y el Estado va a tener que involucrar­se para generar competenci­as en la gente que queda obsoleta en el mercado.

¿Cómo vislumbrás el mundo del trabajo de acá a cinco o diez años? ¿Cómo va a seguir mutando la concepción del trabajo?

Cada vez con mayor poder en la persona más formada. Lamentable­mente, creo que habrá un gap cada vez más grande entre el que más conocimien­to tiene y el que menos puede. Será un mercado laboral de distorsion­es y de dicotomía: gente que tiene mucho poder de negociació­n y gente que no tiene nada, que queda desprovist­a, y acá es donde me parece que tiene que haber una acción estatal para ver cómo hacemos para reinsertar a la gente, para no crear planeros, sino crear gente que pueda trabajar, que haga un aporte y que realmente lo dignifique.

“LAS EMPRESAS NECESITAN LÍDERES EMPÁTICOS, QUE SEPAN ESCUCHAR, Y QUE SEAN FACILITADO­RES. CON ESAS TRES COSAS TENÉS UN SER HUMANO FASCINANTE”.

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