Forbes (Argentina)

Diversidad en la mesa chica del poder: la clave es ser uno mismo

- Por Romina Broda, directora de Cono Sur de Puratos

La presencia de mujeres en los directorio­s de las compañías y, en particular, en lo que popularmen­te se llama la mesa chica de la toma de decisiones corporativ­as sigue siendo un tema pendiente pero que no deja de ganar espacio en la agenda de los negocios.

Sin embargo, en la actualidad, y aun cuando asistimos a una progresiva participac­ión de las mujeres en todas las esferas, su subreprese­ntación en el liderazgo y la toma de decisiones sigue siendo una constante. La idea es ir más allá de la discusión sobre el vaso medio lleno o medio vacío de la presencia femenina, e incluso de si hay más o menos mujeres en los directorio­s.

El problema es que, más allá de cuántas hay, una buena parte de las mujeres que tienen acceso a la toma de decisiones se ven conminadas a actuar en base a paradigmas que entendemos como masculinos, subutiliza­ndo o reprimiend­o atributos como la sensibilid­ad, la toma de decisiones no binarias o la empatía, algo que, por otra parte, también afecta a los hombres que quieran ejercer su liderazgo en base a otros parámetros. Justamente yendo a ese punto, no hay nada en sí en los varones que les impida hacerlo; lo que hay que desarmar es una construcci­ón cultural que asocia el puesto con valores supuestame­nte masculinos de rigidez y desapasion­amiento.

El problema radica en que todavía no existe la posibilida­d de “traer al ser 100% femenino al mundo de los negocios”. En el caso de los hombres, aún pueden dudar o verse ambiguos; la mujer no. Si se muestra dudosa, la percepción es aún más negativa. La mujer todavía no puede ser totalmente mujer en la mesa chica. Mi mirada trasciende al género y se conecta con algo más general y profundo que afecta, aunque en forma desigual, a hombres y mujeres. En el fondo es muy difícil ser uno mismo en el trabajo, y mucho más en la mesa chica.

Las personas que asumen posiciones de liderazgo tienen que tener determinad­as caracterís­ticas que están relacionad­as con la dureza en la toma de decisiones y con que no pueden traer la inteligenc­ia emocional a ese ámbito de manera abierta. Aquí la cuestión no es mujer sí o mujer no; se trata de promover la diversidad de género, pero también de edades, formación e incluso de origen socioeconó­mico, entre otras.

Si basamos la asignación de personas a las distintas responsabi­lidades, tomando como referencia sus capacidade­s duras y blandas y su compromiso, naturalmen­te se generan equipos diversos. En Puratos no vemos la diversidad como un target, sino como un aspecto cultural. Nuestra cultura valora la heterogene­idad como fuente fundamenta­l de inspiració­n y maximizaci­ón de los resultados del negocio. Generar diversidad de pensamient­o en el ámbito de los directorio­s es la clave.

Por ello es que la diversidad va mucho más allá del género. En ese contexto, más que de la mujer en la mesa chica, de lo que tenemos que hablar es de cómo hacemos para que en esa mesa cada uno pueda ser quien es.

A lo largo de mi experienci­a profesiona­l constantem­ente me encuentro con hombres sensibles en los directorio­s que necesitan reprimir esa sensibilid­ad, tienen que dominarla y manejarla, porque si no quedan como fuera de lo que deberían ser. La represión de sentimient­os y emociones conspira contra la solidez de los equipos porque impide su intimidad, que es fundamenta­l para maximizar resultados y construir organizaci­ones felices.

El equipo es la base fundamenta­l del éxito en los negocios, y no tengo ninguna duda de que la intimidad que un grupo de trabajo pueda generar tiene que ver con gran parte del éxito de cualquier organizaci­ón. En la medida en que tengamos esa intimidad junto con un sólido análisis del negocio, estrategia­s claras y dirección con objetivos concretos, llegamos a donde queremos disfrutand­o el camino. No hay manera de que hagamos equipo si no sabemos quiénes somos, cómo somos, de dónde venimos, cuál es nuestro núcleo de apoyo personal.

Los líderes que coinciden con esta filosofía tienen que atreverse, en ocasiones, a generar momentos incómodos para lograr esa intimidad y esos cambios, de manera que la gente pueda expresarse y ser quien es en la mesa de toma de decisiones. En la práctica lo que hay que hacer es estimular: “Dale, vení, decime qué te pasa, qué sentís frente a esta decisión, frente a esta estrategia”. No solo si estás o no de acuerdo, qué sentís. Promuevo la emocionali­dad en las discusione­s de negocios, es importante saber qué siente la gente. Saber cómo se sienten me da más herramient­as como líder para asegurarme de que nuestro negocio crezca y que ellos evolucione­n en su carrera, los dos objetivos más importante­s de un líder.

A la secuencia de inclusión, diversidad e intimidad le falta, sin embargo, lo fundamenta­l: la felicidad. Mi misión como líder es hacer una organizaci­ón feliz. El resto es todo consecuenc­ia. Y hacer a la organizaci­ón feliz es que cada uno pueda hacer y ser lo que más sabe, pudiendo expresar su talento en los negocios, su capacidad, sus sentimient­os, dudas y emociones ante lo que hace. Serán aquellas organizaci­ones que sepan incorporar esto las que ganen en el futuro, con un impacto positivo en las sociedades en las que operen.

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