Diane Hendricks
está a punto de sentarse para una entrevista en video cuando entra rápido a su vestidor. Regresa con un pequeño prendedor de la bandera norteamericana en la solapa de su saco. “Amo a este país. Me siento bendecida por haber nacido en Estados Unidos –dice–. No hubo ninguna puerta que no se me abriera. Nunca pensé que, por ser mujer, no podría hacer las cosas que hice”.
Su patriotismo se despliega en su casa de casi 900 m2, en el sur de Wisconsin. En su oficina, hay una estatuilla de Ronald Reagan a caballo y una foto de ella con Donald Trump. En la planta baja, hay una impresión numerada de alta calidad, idéntica a la que colgaba en la Casa Blanca durante la presidencia de Trump, que muestra a 10 presidentes republicanos bebiendo en una reunión ficticia. Afuera, una escultura de bronce de tamaño real de un indio de las llanuras mantiene vigilados a tres caballos Clydesdale.
“Cumpliendo el sueño americano desde 1982” es el eslogan de ABC Supply, la distribuidora de techos de Hendricks, con sede en Beloit, Wisconsin, y “Orgullo norteamericano” es uno de los siete valores esenciales de la compañía. A todos los gerentes se les muestra un video al ritmo de Dios bendiga a los EE.UU. en la voz del cantante de country Lee Greenwood.
Hendricks cree en el sueño americano porque lo encarnó. Esta madre adolescente que trabajó de camarera para pagar sus cuentas cofundó ABC Supply con su marido, Ken, en 1982, y convirtió a la compañía en la distribuidora mayorista de techos, revestimientos y ventanas más importante del país. Después de que Ken falleciera, en 2007, Hendricks continuó con la rápida expansión de la compañía, adquiriendo empresas rivales y aumentando la cantidad de tiendas a 900, más del doble de las que tenía. Los ingresos alcanzaron un récord de US$ 15.000 millones en 2021. “Vamos a llegar a los US$ 18.000 millones en ventas este año –dice Hendricks–. Es cinco veces más grande que cuando Ken vivía”.
Hendricks, que es dueña del 100% de ABC, además de tener una empresa de desarrollos inmobiliarios y un holding con participación en 18 negocios, tiene un patrimonio de US$ 12.200 millones. Eso triplica el de hace cinco años y es más que el alcanzado por ninguna otra empresaria en la historia de Estados Unidos. A título comparativo, Judy Faulkner, la segunda empresaria self-made más rica de ese país, pionera de las historias clínicas electrónicas (y que también vive en Wisconsin), está valuada en “solo” US$ 6.700 millones.
“No estoy seguro de que Ken hubiera podido hacer lo que hizo ella”, dice Rob Gerbitz, CEO de Hendricks Commercial Properties, su empresa inmobiliaria, que acaba de pagar US$ 42 millones por un hotel en Santa Bárbara y de construir un estadio de US$ 40 millones para una liga menor de béisbol.
A los 75 años, Hendricks se apoya en su éxito. Quiere influir en todo, desde la política nacional y la creación de empleo hasta la investigación sobre el cáncer y la reforma de la escuela pública. “Todo el mundo sabe que soy conservadora”, dice Hendricks, que donó más de US$ 40 millones para candidatos republicanos desde 1992. Eso incluye más de US$ 5 millones en regalos al exgobernador de Wisconsin, Scott Walker, y US$ 50.000 a Scott Pruitt, el infame director de la Agencia de Protección Ambiental durante el gobierno de Trump, para que pudiera pagar sus cuentas legales por una serie de escándalos éticos. Hendricks cree que uno de los mayores problemas que enfrentan las compañías es que no hay suficientes personas que aprecien sus trabajos. Se toma muy en serio ese sentimiento. “Soy vieja y sigo yendo a trabajar porque todavía puedo pensar. Siento que tengo un propósito”, dice Hendricks, que se levanta a las 5 AM de lunes a viernes y sale de su casa a las 7.
Esa ética del trabajo nació en la granja lechera familiar en Osseo, Wisconsin, un pueblo rural al sudeste de Eau Claire, con una población de 1.800 habitantes. A Hendricks, la cuarta de nueve hijas, no le permitían ordeñar vacas o andar en tractor (“trabajo de hombres”, según su padre), pero se ocupaba de varias tareas, incluyendo cuidar a sus hermanas menores. A los 10 años sabía que quería algo más que esa vida agrícola. Lo que ella quería era usar un traje azul y trabajar en la ciudad de Mineápolis, la metrópolis que quedaba más cerca de su casa.
Esos planes se frustraron cuando, en 1964, a sus 17 años, quedó embarazada y la obligaron a abandonar la escuela. Se casó con el padre de su hijo y se mudó a Janesville, Wisconsin, a 320 km de su casa; la pareja se divorció tres años más tarde. La flamante madre soltera consiguió un trabajo como conejita en el Club de Playboy local. “Tenés que hacer lo que tenés que hacer”, dice Hendricks sobre esa época de su vida.
Pronto estaba vendiendo bienes raíces en el sudeste de Wisconsin. También empezó a vender casas personalizadas. Así fue como, a los 22 años, conoció a un contratista de techos llamado Ken Hendricks. Se casaron en 1976 y compraron 200 casas viejas en tres años, las arreglaron y empezaron a alquilarlas a estudiantes. “Limpié un montón de baños”, recuerda.
En 1982 empeñaron todo lo que tenían y solicitaron un préstamo por US$ 900.000 para adquirir tres tiendas de materiales para la construcción. Su idea era comprar directamente de los fabricantes y luego venderles a los
contratistas y constructores de proyectos como Ken. La receta secreta era suministrar un nivel inédito de servicio al cliente en una industria famosa por su hostilidad. A los 5 años, ABC tenía 50 tiendas y US$ 140 millones en ventas.
La compañía llegó a los US$ 1.000 millones en ventas en 1998, el mismo año en que los Hendricks contrataron a David Luck, un ejecutivo de Bridgestone, como presidente de ABC. La pareja consideró sumar nuevos proyectos. “A ella y a mi padre les apasionaba arreglar compañías en crisis, así que compraron varias que estaban en bancarrota o embargadas”, dice Konya Hendricks-schuh, una de sus siete hijos (incluyendo cuatro hijastros).
Luego el techo se cayó, literalmente. El 21 de diciembre de 2007, Ken volvió de una cena de negocios y fue a revisar un techo nuevo sobre el garaje. Se cayó y murió esa misma noche.
Mucha gente supuso que Hendricks abandonaría el negocio. Un rival se ofreció a comprar la compañía. “Creyeron que, por ser
mujer, la iba a vender”, dice Hendricks. En cambio, le propuso a Luck ser el CEO y se autodesignó presidenta. Fueron tiempos difíciles, no solo porque había perdido a su marido de 40 años. Las ventas cayeron un 7% entre 2006 y 2009 debido al colapso de los negocios inmobiliarios. ABC tuvo que cerrar tiendas por primera vez.
En medio de la turbulencia, Hendricks olió la oportunidad. Aprovechando los precios de liquidación, orquestó la mayor adquisición de ABC al comprar a su rival Bradco (US$ 1.600 millones en ventas) en 2010. Seis años más tarde, pagó US$ 674 millones por la distribuidora de materiales para la construcción L&W Supply. Para financiar la primera adquisición, cedió el 40% de su participación accionaria en ABC a un patrocinador con la condición de poder volver a comprarla en cinco años. Lo hizo en menos de cuatro. “Todavía me da escalofríos cuando pienso que arriesgué la compañía. No es una empresa que vaya a estar en venta”, dice.
Desde entonces, Hendricks se aseguró de que su legado se extienda más allá del negocio de los techos. En agosto se paró frente a una escultura de una bandera norteamericana de 6x9 m en la entrada de uno de sus proyectos favoritos: el nuevo Ironworks Campus de Beloit. Desde la muerte de Ken, invirtió US$ 85 millones en reconstruir el lugar, una exfábrica de hierro, para convertirlo en un complejo que aloja la YMCA local, la Cámara de Comercio de Benoit y 46 pequeñas empresas donde trabajan 1.800 personas.
Hendricks tiene mucho por hacer. Sobreviviente del cáncer en dos ocasiones –de útero a los 33 años y de mama a los 69–, es la presidenta de Northstar Medical Radioisotopes, que emplea medicina nuclear y radioisótopos para detectar y tratar ciertos tipos de cáncer y enfermedades cardíacas. Ya invirtió US$ 550 millones en la compañía, que tiene ventas por solo US$ 10 millones. Mientras tanto, después de ver que menos del 20% de los adolescentes de Beloit obtienen una calificación “satisfactoria” en las pruebas de lectura estatales de Wisconsin, ayudó a financiar una escuela subvencionada. La Lincoln Academy abrió el año pasado. Hendricks también está expandiendo su cadena de hoteles boutique. El único obstáculo es el tiempo. “Es lo más frustrante de envejecer –dice–. ¡Cielos, hay tanto, tanto más por hacer!”.