Paraje Arévalo
El restaurante de Matias Kyriazis propone una cocina de influencias y multiculturas.
Si buscamos en el diccionario la definición de paraje, la palabra hace referencia a un pueblo, una aldea o una zona determinada que cualquier viajero o turista puede hallar en el camino. Con este concepto como puntapié, Matias Kyriazis, junto a Estefanía Di Benedetto, decidió apodar a su restaurante Paraje Arévalo.
Matías estudió en la escuela The Bue Trainers donde se recibió de chef y emprendió un paseo por los mejores restaurantes de la zona hasta que en 2006 fue contratado para llevar adelante la cocina de Victoria Lodge, donde conoció a Estefanía, su socia y actual pareja. Ella prefirió especializarse en pastelería y en 2003 viajó por el País Vasco para volver en 2006 y sumarse al staff del Victoria Lodge. A partir de entonces, y con varias ideas en común, decidieron emprender su primer proyecto dando origen a Paraje Arévalo, que fue elegido como uno de los 50
mejores restaurantes de la región en 2013. “La idea del restaurante surgió principalmente porque hacía mucho que quería un proyecto propio. Después de trabajar en varios lugares ya estábamos listos y con el objetivo en la mira”, cuenta Matías.
El restó se encuentra en Arévalo 1502, una esquina luminosa con grandes ventanales que permiten que la luz del sol bañe el ambiente, donde no faltan las antigüedades que visten cada mueble vintage, que a simple vista parecen sacados del sótano de algún abuelo. “Tenemos un lugar que lo hicimos muy a pulmón. Hicimos hincapié en tener buen equipamiento y como cualquier espacio de cocinero las joyas están adentro de la cocina, mientras que afuera tratamos de que sea una propuesta que acompañe a nivel estética”, afirma.
Con una capacidad para veinticuatro personas, Paraje Arévalo propone una cocina típica de autor, pero con un toque bien personal. “Es una cocina de autor, pero nosotros internamente la definimos como una cocina de influencias”, asegura Matías, y agrega: “Es una mezcla de culturas que hemos aprendido en nuestra formación, de nuestros primeros pasos, de viajes, de la familia y de diversas nacionalidades que hemos tenido el placer de conocer”.
El restaurante está dirigido a todos aquellos que disfrutan del menú degustación por pasos, ya que sus dueños consideran que es la mejor forma de comer sin dejar plato por saborear. “La idea es que se pase por todos los platos. Si voy a comer a un lugar y pruebo sólo uno y no me gustó, me quedo con ese primer acercamiento y la experiencia no va a ser buena”, y agrega: “Si doy un plato en donde el queso es el principal producto, y da la casualidad que el comensal es amante de ese producto, el plato de pastas le gusta, y el postre le encanta, se va a quedar con una experiencia mucho mejor y van a dar ganas de volver a intentarlo”.
CAMINOS PARA ELEGIR. Entre relojes de madera y bicicletas de antaño, se
ubica un pizarrón que detalla con trazos de tiza blanca las opciones a degustar: menú de seis, ocho y hasta diez pasos. Cada uno de ellos contempla un balance entre pastas fres- cas, vegetales de estación y carnes variadas, hasta quesos de todo tipo y color, culminando con chocolates, frutas exóticas y café.
“Dentro de la propuesta lo que hacemos es tener alternativas. Nosotros elegimos qué servir, pero el comensal también puede seleccionar entre los diferentes menúes”, dice Matías. Los mismos van desde los $ 290 hasta $ 420, dependiendo de la bebida con la que cada comensal desee acompañarlo. “Guiamos al comensal y le decimos qué beber para que la armonía entre la comida y la bebida sea perfecta. Se puede llegar a gastar $ 1.000 en una noche”.
La degustación de seis pasos puede parecer acotada para muchos, pero para las mujeres puede resultar el plato ideal, ya que se trata de una propuesta corta y liviana, en donde predomina la simpleza y lo natural. Por su parte, el menú de ocho está destinado al hombre, variado y con diversas carnes. Finalmente, el de diez “es una fiesta”, asegura el chef, “es típico de extranjeros que desean probar todos y cada uno de los sabores de la zona”.