Sídney, la Nueva York que vive en Oceanía
Si bien no es la capital, es la ciudad más pujante de Australia. El contraste entre la naturaleza y sus altos edificios modernos. Su icónica Ópera, la tradición inglesa de sus bares y la diversidad cultural en cada barrio.
Si bien no es la capital, es la ciudad más pujante de Australia. El contraste entre la naturaleza y sus altos edificios modernos. Su icónica Ópera, la tradición inglesa de sus bares y la diversidad cultural en cada barrio. Lo imperdible: las Blue Montains.
Literalmente, Sídney está del otro lado del mundo. Para llegar allí hay que cruzar todo el Pacífico. Australia es el sexto país más grande del mundo, pero sólo tiene 24 millones de habitantes y está en el puesto 51 de los más poblados. Sin fronteras terrestres, la mayoría de las ciudades están a orillas del Océano Pacífico o Índico. Todo el resto son desiertos. Harían falta varias semanas para recorrer su diversidad geográfica, cultural y ambiental.
Hasta hace algunos años, Australia era un destino exótico al que no era ni fácil ni cómodo acceder. Hoy, la realidad es otra. Diariamente hay vuelos directos tanto a Melbourne –su capital- como a Sydney. También se puede llegar vía Nueva Zelanda. No son más de 12 horas de viaje y si hay viento a favor, se puede tardar cerca de 10 horas y media. En esta oportunidad Fortuna estuvo una semana en Sídney, la ciudad más pujante del país.
Como un local. Sídney es una ciudad que tiene vida propia. La velocidad a la que vive su gente no tiene nada que envidarle a la de Buenos Aires. Entre las siete y las ocho de la mañana salen todos los locales rumbo a sus trabajos. Las líneas de subte, los trenes de cercanía y los buses se llenan de gente, pero no hay amontonamiento ni caos de tránsito. Todos están con sus celulares en la mano. Los que logran sentarse, no tienen inconvenientes en sacar sus compu- tadoras y empezar así su jornada laboral. No hay miradas nerviosas ni inquietas.
La bicicleta es también un medio de transporte muy usado. Las bicisendas están en excelente estado, bien señalizadas y son respe-
tadas por los peatones y los autos. Además, hay terminales de ferrys desde los que salen, a cada hora, decenas de barcos y taxi-boats a las diferentes localidades de la ciudad. Circular Quay es el puerto principal de pasajeros, donde llegan las miles de personas que trabajan en el distrito financiero o en Darling Harbor.
La ciudad de Sídney está a orillas de la bahía de Jackson. Se constru- yó, creció y se desarrolló de cara a su puerto. Los principales puntos turísticos están allí: desde la deslumbrante Ópera, el puente del Puerto que se inauguró en 1932 y hoy puede escalarse, hasta el Jardín Botánico Real, el Parque Nacional y varios museos como el marítimo o el famoso Madame Tussauds. El recorrido por toda la bahía, de varios kilómetros de largo, es ideal para hacerlo cuando el sol se va ocultando y los colores de la ciudad van mutando de la mano de la gran cantidad de árboles y vegetación que tiene. El contraste del agua y los árboles está dado por altos y modernos edificios, la mayoría de ellos de oficinas, que se han ido levantando en los últimos años y le han ido arrebatando a Melbourne el protagonismo de la ciudad capital.
LOS IMPERDIBLES. Elegir el hospe-
daje es siempre uno de los mayores desafíos en cualquier viaje que se haga. Sídney ofrece, como todas las grandes urbes del mundo, un sinfín de opciones. Los barrios más elegidos son el distrito financiero, Kings Cross, The Rocks, Darling Harbour y el Barrio Chino para los que quieren gastar menos. Es en Darlinghurst donde viven los locales, y Bondi Beach y Coogee los preferidos por aquellos que quieren estar en la playa. Para ser bien completa, Sídney tiene hermosas y enormes playas, siendo Bondi la más conocida.
Además de hoteles y alojamientos para jóvenes, una de las mejores opciones, sobre todo para aquellos que les gusta vivir como un local es hospedarse en alguna de las más de 25.000 habitaciones o departamentos que ofrece Airbnb, la comunidad de alojamientos basado en la confianza de los viajeros. El precio promedio por noche en Airbnb es de u$s 122, y hay desde habitaciones en edificios y casas clásicas de Sídney, hasta departamentos enteros y cuartos en barcos. Lo más interesante de esta experiencia es que el dueño del inmueble, muchas veces, es quien te da la bienvenida y es la persona ideal para recomendarte lugares para visitar y comer que no están en las clásicas guías turísticas. Es así como tuve la oportunidad de conocer hamburgueserías locales y pequeños recovecos que sólo los australianos conocen. LOS IMPERDIBLES. La lista de lo que “sí o sí” hay que ver y hacer en Sídney podría ser casi infinita. Su cultura es rica y diversa, y todos los turistas encontrarán algo con qué fascinarse. Lo único que no deslumbra en la ciudad australiana es su gastronomía: podría definirse como “demasiado yankee”, ya que abundan las casas de comida rápida y no hay gran cantidad de comida local. Igualmente, eso no es inconveniente, porque los amantes de la cerveza encontrarán una gran diversidad de estilos y tipos de cerveza. Hay bares por todos lados, haciendo honor a su tradición inglesa.
Por supuesto que la Ópera es
la edificación más característica de Sídney. No basta con verla de afuera. Además de poder realizar un tour –en realidad hay varios recorridos durante todo el día- es altamente recomendable ir a ver alguna de las tantas obras que se presentan cada noche. En cartelera suele haber obras de música, teatro y danza para todos los gustos y edades. El interior de la Ópera es llamativa: domina la madera y una decoración muy minimalista y se disfruta de una impresionante vista de la isla frente a Sídney.
Uno de los mayores placeres que de genera viajar en ciudades que no conozco es perderme entre sus calles. Así descubrí el barrio Darlinghurst con sus características casas bajas, muchas de las cuales tienen sus puertas abiertas. Vale la pena dejarse llevar por los árboles y el verde de Hyde Park, donde está la Catedral de Santa María.
Montañas azules. Una de las visitas más increíbles para hacer en Sídney es la de las montañas azules. Desde la estación central de la ciudad hay que tomarse un cómodo y práctico tren que recorrerá varios barrios y cercanías durante dos horas. Se llega así al pueblo de Katoomba, donde está el enorme parque llamado “Blue Montains”, catalogado por la UNESCO como Patrimonio Mundial. Sus paisajes son increíbles y hay un sinfín de rutas para los amantes del senderismo. Allí hay tres teleféricos que recorren de punta a punta acantilados de más de 900 metros, además de las famosas “Tres Hermanas”, tres picos rocosos formados hace cientos de miles de años. El nombre de este parque se debe a que, a la distancia, la cordillera se ve de color azul. De vuelta a la ciudad, de nuevo en tren, nada mejor que sentarse en uno de los bares de la Ópera a contemplar el atardecer, imagen perfecta para llevarla siempre en la memoria.