Rosendo Fraga
Trump se adapta, pero mantiene su personalidad.
TRES LECTURAS SOBRE EL GOBIERNO DE EE.UU.
El presidente estadounidense, Donald Trump, ha cumplido cuatro meses en el poder y hay tres visiones sobre el balance: la crítica, la moderada y la positiva.
Comenzando por la más dura con él, es un presidente que ha fracasado. Empezando por la economía, esta habría crecido sólo 0,7% en el primer trimestre, muy por debajo de lo necesario para que en su primer año de gestión el crecimiento se ubique entre 3 y 4%.
Ha fracasado también en el Congreso al no lograr la aprobación de su reforma clave que era la reforma del Obamacare, la que tuvo que reelaborar para obtener su sanción. Al mismo tiempo, en el proyecto de presupuesto se vio obligado a aceptar que no se incluyan partidas para la construcción del muro con México, uno de sus objetivos inmediatos que más proclamó.
Desde que existen mediciones sistemáticas a partir de la presidencia de Eisenhower, es el presidente con el nivel de aprobación más bajo (43%) al cumplir los cuatro meses. Las movilizaciones en su contra continúan. La justicia de primera y segunda instancia ha frenado sus decretos para limitar la inmigración proveniente de países musulmanes. Las denuncias sobre vinculaciones de su administración con Putin han debilitado su credibilidad y lo amenazan.
En política exterior, ha tenido idas y venidas y ha puesto en evidencia que no tiene una estrategia definida. Iba a aliarse con Putin y termina enfrentado por el bombardeo a Siria; iba a enfren- tarse con China y termina buscando un acercamiento por la crisis con Corea del Norte. Con el Nafta, anunció que lo abandonaba y lo renegocia.
Cumple los cuatro meses cuando casi la mitad de los estadounidenses apoyan el juicio político contra él y en el Congreso, los republicanos dan señales —no del todo manifiestas— de disconformidad con él. Un sector le exige medidas más duras mientras otro desea que vaya menos al choque.
En la visión favorable sobre el saldo de los cuatro meses, la opinión es totalmente la contraria. Que tenga 43% de aprobación implica que mantiene intacto el apoyo de sus votantes pese la feroz crítica de los medios de comunicación.
Los valores record alcanzados por Wall Street —el Nasdaq y el índice de bonos del JP Morgan— alcanzados durante los primeros meses de Trump son evidencia elocuente de que tiene las expectativas económicas a favor, aunque en los últimos días hayan comenzado a alterarse. Ha lanzado una ambiciosa reforma fiscal disminuyendo impuestos a las empresas y a la clase media antes de cumplir los 100 días confirmando su promesa más importante en el campo económico. Se están creando puestos de trabajo, el desempleo está bajando y las inversiones están retornando.
En el Congreso, el único problema a resolver son los 33 representantes del “Freedom House”, es decir del ala derecha de su partido —aproximadamente el 12% de la bancada republicana en
El choque entre Trump y el sistema político-institucional estadounidense es inevitable y hoy parece que se dará más temprano que tarde. Para el mundo, cuanto antes se resuelva, mejor
la Cámara Baja—, que coinciden con la línea estratégica del presidente, pero le piden medidas más duras. La casi totalidad de sus designaciones en el Ejecutivo ha sido aprobada por el Senado.
Con la aprobación de su candidato para la Suprema Corte, ha pasado a tener mayoría en ella, 5 a 4, la que puede aumentar a su favor en los próximos meses, con lo cual revertiría las decisiones judiciales adversas de primera y segunda instancia.
Si bien es cierto que el prepuesto no contempla una partida para construir el muro con México, el Congreso aprobó el aumento del 10% del presupuesto en Defensa, que es un objetivo mucho más importante y un monto muchísimo mayor.
Trump ha demostrado que con el uso de Twitter y de las redes sociales puede enfrentar a los medios que mayoritariamente lo critican.
Ha mostrado firmeza en política exterior con el bombardeo en Siria y con el uso de la “madre de todas las bombas” en Afganistán, y se encamina a solucionar el riesgo que representa Corea del Norte, por las buenas o por las malas.
En medio de ambas interpretaciones están quienes sostienen que Trump ha comenzado a enfrentar los límites del sistema y que de una u otra forma se va adecuando a él. La justicia de primera y segunda instancia, al rechazar los decretos sobre inmigración de países musulmanes, ha limitado su uso y él lo ha aceptado. Lo mismo ha sucedido con el Congreso al tener que modificar su proyecto de reforma del Obamacare y al aceptar se anule la partida para el Muro con México.
El presidente ha tenido que aceptar al Congreso como otro límite a su poder. Es decir que la división de poderes está funcionando y limitando la arbitrariedad del presidente. Que el Congreso pueda objetar la reforma impositiva puede bajar expectativas económicas, pero al mismo tiempo confirmaría que la limitación al poder es real y concreta.
En política exterior, los giros respecto a Rusia y China muestran que se termina imponiendo el realismo y el uso del poder militar se ha dado dentro de límites razonables. Las medidas proteccionistas finalmente han sido menores que las anunciadas.
En definitiva, la imprevisibilidad de Trump ha sido menor a la esperada por la efectividad del sistema, que ha limitado sus decisiones.
Más allá de que pueda haber algo de razón en estas tres visiones contradictorias, la clave está en su personalidad. La historia muestra que los líderes políticos cambian de ideología por conveniencias, intereses y circunstancias y Trump —durante largo tiempo, votante y aportante demócrata— no es la excepción. Lo que no cambian es la personalidad, y esto él también lo está demostrando.
De acuerdo a ello, el choque entre Trump y el sistema político-institucional estadounidense es inevitable y hoy parece que se dará más temprano que tarde.
Para el mundo, cuanto antes se resuelva, mejor.
El nuevo presidente tuvo que aceptar al Congreso como otro poder que recorta su discrecionalidad, junto con la Justicia, que limita sus medidas contra la inmigración.