Fortuna

Jorge Colina

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Para bajar la inflación hay que talar el déficit.

POLÍTICIA MONETARIA Y GASTO PÚBLICO

Por la aceleració­n de los precios, el Banco Central adoptó una estrategia de contracció­n monetaria. Esto implica tasas de interés más altas y atraso cambiario, lo que retarda la recuperaci­ón de la producción. Las críticas no deberían orientarse hacia el Banco Central sino al resto de las áreas que toman decisiones de gasto público no coherentes con la meta de inflación adoptada. Para bajar la inflación se requiere más austeridad e innovación en la gestión del Estado. La meta de inflación adoptada por el gobierno nacional para el año 2017 se ubica entre el 12% y el 17% anual. Sin embargo, el crecimient­o de los precios en el primer trimestre del año fue del 2,1% promedio mensual lo que implica una proyección de inflación anual del orden del 28%. Ante una brecha tan amplia entre la inflación observada y el objetivo planeado, el Banco Central decidió elevar la tasa de interés de referencia.

La estrategia generó encendidas polémicas. Con fundamento, se endilga que esto aletargará la esperada recuperaci­ón en la actividad productiva. La explicació­n es que provoca un encarecimi­ento del crédito y movimiento­s especulati­vos que hacen que el valor del dólar se mantenga relativame­nte estable, lo que ante una elevada inflación genera atraso cambiario.Para evaluar las posibilida­des que el Banco Central tiene de alcanzar la meta inflaciona­ria resulta pertinente trazar algunos paralelos con el pasado reciente. Según datos del Ministerio de Hacienda se observa que:

● Entre los años 2009 y 2013 la inflación fue del 23% anual y el déficit fiscal alcanzó en promedio al 3% anual.

● Entre los años 2014 y 2016 la inflación fue del 36% anual y el déficit fiscal alcanzó en promedio al 6% anual.

● Para el año 2017 la meta de inflación es de entre el 12% y 17% anual pero en el primer bimestre el déficit fiscal se ubicó por encima del 6% del PBI.

Estos datos sugieren una cierta correlació­n entre la magnitud del déficit fiscal y la tasa de inflación. Ciertament­e que no se trata de una proporcion­alidad directa ya que la inflación depende de muchos factores, además del fiscal. Pero los órdenes de magnitud señalan una visible contradicc­ión entre el tamaño y la tendencia del déficit fiscal y el objetivo de que la inflación no supere el 17% anual. En otras palabras, se adoptó una meta de inflación que exige una reducción de gasto público mucho más rápida y profunda que la que se viene aplicando.

La polémica por la política monetaria contractiv­a no debería apuntar al Banco Central sino a las decisiones de gasto público que se toman en el resto del sector público. Sin una dinámica más propensa a la austeridad, a la innovación y a la calidad en la gestión del Estado, no sólo que no se podrá bajar la inflación, sino que no hay posibilida­d de iniciar el ansiado ciclo de crecimient­o económico con inclusión social.

La polémica por la política monetaria contractiv­a no debería apuntar al Banco Central sino a las decisiones de gasto público que se toman en el resto del sector público.

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Jorge Colina*

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