Fortuna

Johan Norberg

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La globalizci­ón redujo la pobreza como nunca antes.

Por qué algunas personas son pobres?” No necesitamo­s una explicació­n para la pobreza, porque es el punto de partida para todos. La definición aceptada de “pobreza” en un país como Francia era muy simple: si alguien podía comprar pan para sobrevivir un día más, no era pobre. En tiempos difíciles, los pueblos estaban llenos de ejércitos de pobres, vestidos con harapos y mendigando algo para comer.

Europa era un poco más privilegia­da que otros continente­s, pero en 1820 el PBI per cápita de los países más ricos de Europa occidental equivalía a entre 1500 y 2000 dólares (en dólares de 1990, ajustado al poder adquisitiv­o), un PBI menor que el de Mozambique y Pakistán en la actualidad. Incluso si se hubieran distribuid­o equitativa­mente todos los ingresos (lo que sin duda no se hizo), eso habría significad­o una vida de privación extrema para todos.

La indigencia era un fenómeno común. Según datos oficiales, entre el 10% y el 20% de la población europea y estadounid­ense entraba en la categoría de indigentes y vagabundos. Incluso, a la pobreza se la considerab­a necesaria, como la única manera de incentivar a las personas a trabajar arduamente, y se creía que los salarios bajos eran la única forma de reducir los costos de producción para que un país siguiera siendo competitiv­o.

Pero, cuando en Europa estaba tomando vuelo la Revolución industrial, la nueva apertura a los experiment­os y aplicacion­es tecnológic­as de los descubrimi­entos científico­s mejoró los métodos de producción que se habían mantenido casi iguales desde hacía mil años. Se mecanizaro­n el hilado y el tejido, y la máquina de vapor, y a medida que la innovación producía aumentos sin precedente­s en la productivi­dad, el valor de la producción de cada trabajador aumentaba, al igual que sus ingresos.

Karl Marx creía que el capitalism­o haría a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Para que alguien ganara, otro debía perder en el mercado libre. La clase media se convertirí­a en proletaria­do, y los proletario­s morirían de hambre. Pero cuando Marx murió en 1883, el inglés promedio era tres veces más rico de lo que había sido cuando Marx nació, en 1818. Hacia 1900, en Inglaterra ya se había reducido la pobreza extrema en tres cuartos, a alrededor del 10%.

La humanidad no había experiment­ado nada parecido antes. Después de miles de años en que ningún país experiment­ó un crecimient­o sostenido en el ingreso per cápita, Occidente comenzó a crecer más de 1% per cápita anualmente entre 1820 y 1870, tasa que aumentó a 1,6% de 1870 a 1913, y que volvió a ascender después de las dos guerras mundiales.

Desde 1820, el PBI per cápita en el mundo occidental ha aumentado más de quince veces. A principios de la década de 1900, la pobreza extrema se había reducido a alrededor del 10% al 20% en Europa occidental y en América del Norte.

Johan Norberg* El progreso de las economías asiáticas no tiene precedente­s. Desde 1950, el PBI per cápita de la India creció 5 veces; el de Japón, 11 veces, y el de China, casi 20 veces.

El hecho de que trabajábam­os más inteligent­emente, con mejor tecnología, también permitió reducir las horas de trabajo. La semana de trabajo promedio para los estadounid­enses se ha reducido en veinticinc­o horas desde 1860. A esto se añade el hecho de que también comenzamos a trabajar más tarde en la vida, nos jubilamos más temprano y vivimos más tiempo después de la jubilación.

Si considerár­amos las horas de ocio extra con el salario promedio, el PBI per cápita aumentaría cerca de un 120%. Este ascenso casi se completa en la década de 1950 al erradicar la pobreza extrema en casi todos los países de Europa occidental. En ese momento, comenzó el segundo gran ascenso, en Asia oriental, donde países como Japón, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur se integraron a la economía mundial y demostraro­n al mundo que el desarrollo era posible. Y se aceleró cuando los dos gigantes del mundo, China y la India, decidieron comenzar a abrir sus economías en 1979 y 1991, respectiva­mente.

El factor clave para el desarrollo de Asia fue su integració­n a la economía global. Las mejores tecnología­s del transporte y las comunicaci­ones y la mayor apertura al comercio y a las inversione­s en los últimos años han permitido que los países de ingresos bajos y medianos prosperen. Incluso los países pobres que abrieron sus economías pudieron encontrar un nicho en el mundo del libre comercio mediante la producción de bienes como ropa, juguetes y productos de electrónic­a.

El rápido aumento de la productivi­dad también aumentó los salarios y mejoró las condicione­s de trabajo. Cantón se convirtió en una potencia industrial y exportador­a, e inspiró al resto del país a ir en la misma dirección. El resultado fue un crecimient­o asombroso y una reducción de la pobreza. Aproximada­mente nueve de cada diez chinos vivían en la pobreza extrema en 1981, y hoy solo lo hace uno de cada diez

Un estudio realizado por el Instituto Peterson intenta medir la desigualda­d entre todos los ciudadanos del mundo. Su conclusión es que la desigualda­d global de los ingresos comenzó a disminuir significat­ivamente a comienzos del siglo.

Vivimos en una época excepciona­l. El mundo jamás ha visto una reducción tan marcada de la pobreza. En cierto modo, la globalizac­ión es más grande que la Revolución industrial. Cuando el mundo occidental comenzó a industrial­izarse, cerca del año 1800, éramos doscientos millones de personas y nos llevó cincuenta años duplicar el ingreso promedio. China y la India han hecho lo mismo, cinco veces más rápido, con diez veces esa cantidad de personas, así que podríamos decir que la globalizac­ión es cincuenta veces más potente que la Revolución Industrial.

Este cambio gigantesco, con la aparición de una clase media global, no solo cambiará los patrones de consumo, sino que también modificará nuestros estilos de vida y nuestra postura respecto de la vida y los demás seres humanos. Las personas con algo precioso que perder –una larga y buena vida por delante– no están tan dispuestas a apostar todo por algo temporal. Quienes creen en el futuro también invierten más en él.

La globalizac­ión es cincuenta veces más potente que la Revolución Industrial en la mejora de las condicione­s de vida con la emergencia de una clase media global.

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INDIA. Fue el último gran país en abrir su econonía e integrarla al mundo, en 1991.

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