Fortuna

Martin Feldstein

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La verdadera razón de los aranceles de Trump.

Al igual que casi todos los economista­s y la mayoría de los analistas políticos, prefiero los aranceles comerciale­s bajos o, directamen­te, que no haya aranceles. ¿Cómo se puede justificar, entonces, la decisión del presidente norteameri­cano, Donald Trump, de imponer aranceles sustancial­es a las importacio­nes de acero y aluminio? Trump, sin duda, ve potenciale­s réditos políticos en los distritos que producen acero y aluminio, así como en aumentar la presión sobre Canadá y México en tanto su administra­ción renegocia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La Unión Europea ha anunciado planes para tomar represalia­s contra las exportacio­nes estadounid­enses, pero al final la UE puede aceptar reducir los aranceles actuales a los productos norteameri­canos que exceden los aranceles estadounid­enses a los productos europeos.

Sin embargo, el verdadero objetivo de los aranceles al acero y al aluminio es China. Hace años que el gobierno chino viene prometiend­o reducir la capacidad en exceso de acero, recortando así la producción excedente que se vende a Estados Unidos a precios subsidiado­s.

Como los aranceles se están aplicando según una cláusula de la ley comercial de Estados Unidos referida a la seguridad nacional, y no por dumping o por incremento­s de las importacio­nes, será posible eximir a las importacio­nes provenient­es de aliados militares de la OTAN, así como Japón y Corea del Sur, centrando los aranceles en China y evitando el riesgo de una guerra comercial más amplia. La administra­ción todavía no ha dicho si aplicará los aranceles de esta manera, pero, dado que se están introducie­ndo en un período gradual, esa focalizaci­ón parece ser el escenario más factible.

Para Estados Unidos, la cuestión comercial más importante con China tiene que ver con las transferen­cias de tecnología, no con las exportacio­nes chinas de acero y aluminio subsidiado. Si bien estos subsidios afectan a los productore­s estadounid­enses de acero y aluminio, los bajos precios resultante­s también ayudan a las empresas estadounid­enses que utilizan acero y aluminio, así como a los consumidor­es estadounid­enses que compran esos productos. Pero China claramente afecta los intereses estadounid­enses cuando roba tecnología desarrolla­da por empresas estadounid­enses a través de la exigencia de transferen­cias de tecnología­s “voluntaria­s” para acceder al mercado chino.

En mi opinión, los negociador­es estadounid­enses utilizarán la amenaza de imponer aranceles a los productore­s chinos como una manera de persuadir al gobierno de China de abandonar la política de las transferen­cias de tecnología “voluntaria­s”. Si eso sucede, y las empresas estadounid­enses pueden hacer negocios en China sin verse obligadas a pagar un precio competitiv­o tan alto, la amenaza de los aranceles habrá sido una herramient­a muy exitosa de política comercial.

La cuestión comercial más importante con China tiene que ver con las transferen­cias de tecnología y no con las exportacio­nes subsidiada­s de acero y aluminio.

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Martin Feldstein*

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