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Centinelas para saber más sobre el mar

Pan American Energy promueve un programa para preservar esta especie y aprovechar su extraordin­aria sensibilid­ad para monitorear el entorno donde viven, el ecosistema marino santacruce­ño.

- ELENA MOREIRA, DESDE PUERTO DESEADO

Pan American Energy promueve un programa para preservar a los pingüinos de Magallanes y aprovechar su extraordin­aria sensibilid­ad para monitorear el entorno donde viven.

Cuando en 1833, Charles Darwin navegó a bordo de los buques Beagle y Adventure, por la Ría del Deseado, escribió: “No creo haber visto jamás un lugar más alejado del mundo que esta grieta de rocas en medio de la inmensa llanura”. Y es allí, en este antiguo lecho de río que se secó y que luego fue invadido por el mar, en la provincia de Santa Cruz, donde nos encontramo­s para acompañar a un grupo de científico­s a la colocación de dispositiv­os de seguimient­o (biotracks) en 21 ejemplares de pingüinos, de la Isla Quiroga, ubicada en la Reserva Provincial Natural Ría Deseado. Esta acción es parte del programa de Preservaci­ón del Pingüino de Magallanes, para la cual Pan American Energy entabló alianzas estratégic­as con la Fundación Temaikèn, la Universida­d Nacional de la Patagonia Austral (UNPA) y la Wildlife Conservati­on Society.

VIENTO A FAVOR. En esta soleada mañana de otoño junto a un grupo de periodista­s de medios nacionales y locales, la comitiva aborda un bote semi rígido y surca la Ría rumbo a la Isla Quiroga. La reserva se mues- tra en todo su esplendor: el fuerte viento patagónico, un cielo celeste límpido y el agua cristalina en tonos de verde y azul. “Esta zona es un tesoro de biodiversi­dad, un lugar muy caracterís­tico, donde conviven más de 20 especies”, explica Carina Righi, bióloga y responsabl­e del Departamen­to de Conservaci­ón e Investigac­ión de Fundación Temaikèn. “Los pingüinos son un excelente indicador de la conservaci­ón de los ecosistema­s. Su sensibilid­ad a los cambios en la calidad del hábitat y la factibilid­ad para monitorear­las hacen posible que su estudio sea esencial para entender el estado del entorno en

PAE entabló alianzas con la Fundación Temaikèn, la Universida­d Nacional de la Patagonia Austral y la Wildlife Conservati­on Society.

el que viven”, señala la experta.

En los pocos kilómetros que nos separan de nuestro destino, la belleza del lugar impacta. Nos adentramos en canales y cañadones, observamos una colonia de cormoranes grises y avistamos todo tipo de aves como el biguá, ostrero austral, gaviotín de pico amarillo y la gaviota cocinera. “Hoy, a causa del viento, no podemos llegar a ver la colonia de lobos marinos de un pelo ni la de los pingüinos de penacho amarillo”, nos explica Javier Fernández, guía naturalist­a de Darwin Expedition­s, mientras una tonina overa se acerca a jugar con nuestra embarcació­n.

ISLA QUIROGA. Minutos más tarde, desembarca­mos en la rocosa Isla Quiroga, habitada por una de las 12 colonias de pingüinos de Magallanes (Spheniscus magellanic­us), conocido también como pingüino Patagónico, que existen en el país. Ellos nos reciben, imperturba­bles y al mismo tiempo curiosos, ladeando suavemente sus cabezas para poder enfocar su mirada. Van y vienen, con ese caminar tan especial, entre los arbustos donde esconden sus nidos.

Son pequeños, de unos 50 centímetro­s de alto, y pueden pesar hasta 6 kilos. Sus colores son su camuflaje para evitar a depredador­es aéreos y marinos: tienen el lomo negro para mimetizars­e con la profundida­d del mar y su parte delantera es blanca para evitar parecer oscuros cuando se encuentran cerca de la superficie. “Poseen glándulas que aceitan sus plumas para impermeabi­lizarlas y protegerlo­s del frío. El plumaje tiene tres capas, una capa de grasa bajo la piel y un sistema de vasos sanguíneos especializ­ados en las aletas y las patas, lo cual le permite ser un muy buen nadador y pasar el 85% de su tiempo en el agua”, nos explica Esteban Frere, biólogo e investigad­or de Conicet, líder de este proyecto de conservaci­ón.

COLOCACIÓN DE BIOTRACKS. Como el tiempo y el viento nos apremian, junto a su colega Righi, y a una de sus colaborado­ras, la bióloga Melina

Estos pingüinos son pequeños y pueden pesar hasta seis kilos. Sus colores les permiten eludir a los depredador­es.

Barrionuev­o, Frere pone manos a la obra. Se detiene en un nido marcado con un prescinto y observa al animal para detectar un cuadrado de metal que tiene adosado a una pata. La marca indica que es uno de los preselecci­onados, por su buen estado de salud, para colocarles un biotrack o geolocaliz­ador solar (GLS). El dispositiv­o, que mide luminosida­d y temperatur­a, ayudará a los investigad­ores a develar, a través de algoritmos, su misteriosa ruta migratoria. Conocer con precisión el trayecto que recorren por mar de abril a septiembre, sin tocar jamás el continente, permitirá determinar qué áreas podrían ser protegidas de sus principale­s amenazas. Se cree que estas aves viajan hacia el norte del país, para terminar en el sur de Brasil. Luego regresan al punto de origen, donde se reencuentr­an con su pareja y anidan en el mismo lugar que la temporada anterior.

Frere toma por el cuello al pingüino selecciona­do, lo apoya sobre sus piernas y le coloca el GLS en una de las patas. Cuando termina la operación, Frere lo devuelve a su nido. Así, lo harán con otros 20 ejemplares.

“La colocación de biotracks es una de las acciones del Proyecto de conservaci­ón del pingüino de Magallanes, que incluyen censos de las especies; estudios del estado de sus poblacione­s; monitoreos del comportami­ento reproducti­vo, migratorio y alimentari­o; recolecció­n de informació­n sobre su ecología; control de especies invasoras; recuperaci­ón de hábitats; recría en cautiverio, y difusión de la problemáti­ca y de los progresos en los medios de comunicaci­ón, entre otras actividade­s” subraya Righi. La especie está catalogada como “casi amenazada” por la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza (IUCN), y como “vulnerable” en nuestro país.

Los estudios más recientes han mostrado tendencias erráticas entre las poblacione­s del pingüino de Magallanes en Argentina, unas decrecen y otras aumentan. “Acá, en el norte de la provincia de Santa Cruz estamos en un sitio clave para esta ave; hay 12 colonias de nidificaci­ón que albergan cerca de 110.000 parejas reproducti­vas. Entre las amenazas más importante­s cabe destacar el cambio climático, la pesca no controlada, la contaminac­ión de las costas y del mar, el turismo no regulado y la expansión de predadores”, enfatiza Frere.

Nos vamos de la Isla Quiroga, no sin antes observar por última vez a estos hermosos pingüinos de Magallanes, con la satisfacci­ón del objetivo cumplido. En pocos días, ellos abandonara­n la isla y nadaran incansable­mente por la inmensidad del océano. Entre los miles de ejemplares, habrá 21 que harán honor a su tradiciona­l apodo, “los centinelas del mar”.

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TAREA CUIDADOSA. Los expertos colocando biotracks en 21 pingüinos selecciona­dos por su estado de salud.
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EN LAS ROCAS. Una de las 12 colonias de pingüinos de Magallanes, en la Isla Quiroga.
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“CENTINELAS DEL MAR”. El apodo les calza perfecto a estos pingüinos. El Programa de Conservaci­ón incluye distintas actividade­s.

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