CAMBIO EN LA OPINIóN PúBLICA, PERO INCOMPLETO
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materia de gasto público se da también una discusión conceptual. Es desde el discurso donde se instalan ideas y se ganan contiendas políticas y económicas. En esto el Gobierno se mueve como pez en el agua.
Según un texto del politólogo Julio Burdman, “el gradualismo se ha convertido en una suerte de narrativa económica dominante del gobierno”, y destaca que “en la búsqueda de una economía más estable y más competitiva se busca reducir el tamaño del estado, la presión impositiva y los costos de producción”.
El experto recalca que “los opositores, claro está, se ubican por fuera de ese debate y son aquellos que no creen que la competitividad argentina pase por una reducción del tamaño del estado”.
“En esta cuestión, tanto los oficialistas (en sus dos variantes) como los ortodoxos críticos (con muchas horas de aire en prime time) ganaron una batalla. Han logrado instalar en la opinión pública la idea de que el gasto público es muy alto, y hay que bajarlo”, aclara Burdman.
De acuerdo a una encuesta de Observatorio Electoral consultores, realizada en los últimos días de marzo (ámbito nacional, 1.158 casos, entrevistas telefónicas), un importante porcentaje de los consultados (56,8%) cree que el gasto público debe ser bajado. Un 31,8% está en desacuerdo con esa idea, y el 11,4% restante responde no saber.
Burdman subraya que “se trata de un logro discursivo importante del gobierno de Cambiemos. En otros momentos de la historia, y en otras latitudes, es difícil conseguir que un segmento tan importante de los ciudadanos piense que el gasto público debe bajar”.
“El problema para el gobierno es a la hora de la deconstrucción del concepto de gasto público, que con éxito se ha logrado instalar. Ahí aparecen las resistencias e incongruencias del electorado. La mayoría de los argentinos (de los porteños, los bonaerenses, los cordobeses) están disconformes con la educación pública, los hospitales públicos, la seguridad pública. Y creen que en todos esos rubros, el estado
debería gastar o invertir más. Y lo mismo aplica a la infraestructura social: se pide más viviendas, más cloacas, más rutas asfaltadas. Los despidos en el sector público no son apoyados”.
Por último, Burdman remarca en su escrito que “se logró instalar con éxito en la sociedad la idea de que el gasto debe bajar, pero no se explicó por dónde, ni a qué costo. Tal vez ello contribuya a explicar por qué temas absurdos e irrelevantes como el canje de pasajes de los diputados, o sobredimensionados como el costo fiscal de los planes sociales para los argentinos y argentinas sin trabajo y sumergidos en la pobreza, prenden con tanta velocidad en la televisión o las redes sociales. El gradualismo, como narrativa de política económica, es incompleta. Y el consenso social sobre la baja del gasto también. El electorado argentino, aunque por momentos diga lo contrario, no luce dispuesto a resignar servicios estatales”.