Rosendo Fraga
Macri, en el momento más difícil de su presidencia.
Un líder político piensa en intereses colectivos y un líder empresario en cambio persigue intereses particulares. El primero busca el consenso y la adhesión de la gente, el segundo la rentabilidad. Algo común es que los dos buscan el éxito.
Hasta ahora, Macri ha tenido un liderazgo basado en la imagen y las aspiraciones colectivas. El marketing y el contacto con la gente han sido el origen de su poder.
Pero la Argentina, por Constitución, historia, tradición y cultura, es un país presidencialista.
En las crisis, los gobernadores, legisladores, sindicalistas, empresarios, inversores, etcétera, quieren hablar directamente con el Presidente y no con sus delegados o representantes.
Eso puede requerir modificar el rol asumido por el Jefe de Gabinete en materia de poder.
Un líder debe asumir su rol de estadista dejando en segundo plano el de candidato. Debe estar más atento a la historia que a la noticia, a la acción que a la imagen. En las crisis, no debe dudar en sacrificar imagen por resolver problemas.
Se puede gobernar un país con baja aprobación siempre que vaya resolviendo problemas.
La opinión pública no es estática, sino dinámica. Se puede pagar un costo hoy por resolver problemas y a lo mejor en el futuro puede tener recuperación electoral. Sino, será la historia la que determinará si un político ha sido un estadista o no.
En lo inmediato, es probable que el Senado dé sanción definitiva al proyecto de “emergencia tarifaria” ya sancionado por Diputados. El Presidente vetará la ley. Pero hay que “desdramatizar” el veto. Se trata de una atribución que la Constitución Nacional otorga al Presidente y que puede ser revocada por los dos tercios de las dos cámaras. Ello es muy improbable, con lo cual el veto quedará firme.
Macri puede pagar un costo político por vetar —en realidad, ya lo pagó al aumentar las tarifas— pero también da una señal de firmeza que el mundo económico se la puede reconocer.
Dentro del peronismo, Schiaretti, el gobernador de Córdoba, está haciendo una oposición “dialoguista” que en mayor o menor medida están realizando todos los gobernadores del PJ. Esto explica su intento de impedir la sanción de la ley en el Senado. Pero, en este caso, puede haber tenido un error de cálculo sobre la posición que finalmente adopten sus colegas.
Los gobernadores parecen encaminarse a dejar hacer a Macri, pero no a compartir el costo político por las medidas que adopte.
Respecto al futuro de Schiaretti, es incierto. Si en un momento Macri se ve obligado a ampliar su coalición incorporando a sectores del PJ, por su experiencia, capacidad y representación política, podría ser el jefe de Gabinete
La Argentina no ha resuelto una crisis; la está viviendo. En lo social, lo peor está por llegar y lo mismo sucede con la inflación.
ideal, en una etapa en la cual Macri tenga que dar más prioridad a la política.
El gobernador de Córdoba es una figura central del PJ “dialoguista”, pero es difícil aventurar mucho más de eso.
La incorporación de figuras políticas con buen diálogo con la oposición como Frigerio y Monz a la “Mesa Política” —no a la “Mesa Chica”— es consecuencia de la necesidad política. Macri y Peña siguen teniendo una visión crítica sobre la política tradicional y sólo la aceptan cuando se hace inevitable. Aceptan la política por necesidad, no por elección.
En cuanto Cristina salió del centro de la escena en diciembre, Macri se ha ido deteriorando sistemáticamente. La ausencia de la ex Presidenta no es la causa única de este fenómeno, pero sin ella, Macri se queda sin enemigo. A él le conviene que ella aparezca, pero la ex Presidenta parece advertir que, mirando el mediano plazo, la mejor forma de debilitar a Macri es no oponerse a él frontalmente, por ahora.