San Petersburgo: Joya imperial y capital cultural
“La ventana de Rusia a Europa” recibe a más de 6 millones de turistas por año. Palacios, iglesias, plazas, estatuas y un ancho río con numerosos afluentes y 400 canales. Argentina juega allí por el Mundial en plena “noche blanca”.
“La ventana de Rusia a Europa” recibe a más de seis millones de turitas por año. Palacios, iglesias, plazas, estatuas y un ancho río con numerosos afluentes y 400 canales. La Argentina juega allí por el Mundial en plena “noche blanca”. Será el 26 de junio, en el último partido del grupo, frente a la selección de Nigeria, en el Zenit Arena.
Caminando un día de mayo –a pleno sol y con las noches cada vez más fugaces– por la calle Bolshaia Morskaia (“Marítima grande”), pasé por debajo del arco de triunfo del ministerio de Guerra zarista para desembocar en uno de los mayores paisajes arquitectónicos del mundo: la Plaza del Palacio de Invierno. Fue como si, de repente, se levantara el telón y apareciera una de las escenografías que embellecen a una ciudad diseñada para convertirse ya desde su nacimiento, en 1703, en un catálogo de postales inspiradas en París, Roma, Amsterdam y Venecia.
En el centro de la plaza se levanta la gallarda columna de Alejandro
I, de 25 metros de altura, levantada en honor del emperador que venció a Napoleón Bonaparte. Pero, lo que más llama la atención es la espléndida fachada del Palacio de Invierno, con sus colores verde, blanco y dorado. Fue el centro del dominio de los zares hasta la revolución de 1917, que derivó en la toma del poder por parte de los soviets y el comunismo.
Hoy, el Palacio de Invierno es un museo; mejor dicho, forma parte del museo del Ermitage con sus aposentos reales, sus salones, sus dos iglesias, un teatro, una farma- cia con laboratorio, y las oficinas, caballerizas y habitaciones para la servidumbre: cuatro mil sirvientes se alojaban en el palacio. Allí vivía también la poderosa y temida guardia imperial.
El Ermitage no es solo uno de los más de doscientos museos que tie- ne San Petersburgo, que no por nada es la capital cultural de Rusia, además de un destacado centro económico, financiero y militar; naval, sobre todo. Es el museo más importante de esta ciudad y del país. Nació por voluntad de uno de los personajes más rutilantes
de la bien nutrida historia rusa: la zarina Catalina II, la Grande. La colección de pintura y escultura de Europa Occidental se cuenta entre los tesoros del Ermitage, en especial las pinturas de Rembrandt, Leonardo da Vinci, Rafael, Velázquez, El Greco, Renoir, Monet, Van Gogh y Matisse.
Si Catalina II fue “la Grande”, Pedro I tiene el bien ganado título de “el Grande”, y todo su esplendor fue conquistado a partir de San Petersburgo, ciudad a la que fundó y convirtió prontamente en la capital de Rusia. Aquí no había nada cuand cuando Pedro llegó al tron trono; ni siquiera era t territorio pertenecía ruso a Suecia, ya que el rival de siempre en el Báltico. Pedro creó la fuerza naval d de su país, derrotó a los suecos y levantó San Petersburgo en un pantano pantano, gracias también al trabajo a destajo de los miles de anónimos campesinos que fueron traídos por la fuerza desde toda Rusia.
LA VENECIA DEL NORTE. Pedro I era un admirador de Europa y llevó adelante una modernización absolutista de su extenso país. Los nobles tuvieron que mudarse de Moscú a San Petersburgo y sembraron a la flamante capital de palacios que fueron construidos por arquitectos italianos, franceses y holandeses a la vera del río Neva y de sus numerosos afluentes.
Un paseo en barco por los ríos y canales, de día o de noche, es casi obligado para cualquiera de los más de 6 millones de turistas que todos los años la visitan. Una cifra mayor a la de sus habitantes porque San Petersburgo es uno de los destinos más apreciados de europeos, japoneses y chinos.
No se trata solo de una ciudad fundada al lado de un río ancho y potente: el Neva es mucho más que eso ya que organiza la ciudad en un grandioso conjunto al punto que entre el Palacio de Invierno y la fortaleza de San Pedro y San Pablo se convierte en una suerte de plaza acuática, desde donde se pueden ver las cúpulas doradas de algunos de sus edificios e iglesias más emblemáticos. Esta vista es posible gracias a una disposición mantenida desde el tiempo de Pedro I: ningún edificio del extendido
Esta ciudad fue la capital del imperio durante 200 años, hasta el comunismo. Luego, se llamó Leningrado.
centro histórico puede ser más alto que la residencia del zar.
El Neva es tan central que hasta le da el nombre a la principal avenida: Nevsky, que significa “del Neva”.
LOS SUBURBIOS. Ya desde principios del siglo XVIII, los zares y los nobles fueron construyendo otros palacios en las afueras: tenían que pasar el verano. También en esto Pedro I fue el precursor al ordenar la construcción de Peterhof (“La casa de Pedro”, en holandés), a una hora y media de San Petersburgo.
Concebido con una réplica del Palacio de Versailles, Peterhof asombra con una fastuosa hilera de treinta salas profusamente ornadas con tallas doradas, molduras, cuadros, esculturas, espejos y arañas. Pero también con su patio interior, en especial sus fuentes y cascadas; la principal es la Cascada Grande, donde se destaca la figura dorada de Sansón desgarrando las fauces de un león, en alusión a Suecia.
FÚTBOL. Siendo el principal destino turístico de Rusia no sorprende que esta ciudad sea la sede de siete par- tidos del Mundial, incluido el del 26 de junio entre Argentina y Nigeria. Será a las 21, seis horas menos en nuestro país, pero a plena luz del día dado que estos dos meses –mayo y junio– forman la época de las “Noches Blancas”: los días son larguísimos y las noches duran pocas horas.
Es posible que los rusos hinchen
por nuestra Selección ya que el partido se jugará en el nuevo estadio del Zenit, el equipo local donde juegan cinco argentinos, entre ellos los ex riverplatenses Matías Kranevitter y Sebastián Driussi. El Zenit Arena tiene capacidad para 68 mil espectadores y desde allí se ve el Golfo de Finlandia.
Esta ciudad espera recibir un millón de visitantes durante el Mundial, pero sus habitantes no parecen muy preocupados por el aluvión. Habituados al turismo, todo está pronto: el moderno aeropuerto de Pulkova, sus casi mil hoteles y su red de subtes, famosa por su profundidad, que llega a los 135 metros.
Es la única ciudad rusa que lanzó un programa para preparar a sus habitantes sobre la llegada de los fanáticos del fútbol. Se llama “La ciudad está lista”. El nombre parece muy adecuado.