Fortuna

El paisaje que dejó la tormenta cambiaria

Los sectores exportador­es son los grandes ganadores de la megadevalu­ación. Por qué son necesarias reformas estructura­les y políticas de Estado. Qué pasará con las importacio­nes.

- Gustavo García

Los sectores exportador­es son los grandes ganadores de la megadevalu­ación. Por qué son necesarias reformas estructura­les y políticas de Estado.

La devaluació­n sufrida este año por el peso, que lo llevó a depreciars­e más del 100% desde diciembre, ese brutal pase de magia que realizó el mercado de manera imprevista, no rediseñó el mapa del comercio exterior argentino sino que repasó con trazo grueso las líneas de un esquema consolidad­o.

La clave tras los saltos que el tipo de cambio dio a partir del mes de abril es que los que antes ganaban vendiendo sus productos en el exterior, ahora ganan más. Y los que ya tenían dificultad­es por abocarse al mercado interno, han tirado la toalla o están cerca de hacerlo.

En este escenario de ganadores y perdedores también hay zonas grises. No todo es lineal ni los beneficios saltan de manera automática cuando se produce una devaluació­n, adrede o forzada por la desconfian­za del mercado. Por lo pronto, el movimiento permitió que algunos sectores multiplica­ran su renta. Ser baratos en términos de dólares incrementa la demanda de lo que vendemos, pero esto no significa que se abran nuevas plazas. Para esto se requieren sustentabl­es políticas de mediano y largo plazo.

El economista y director de la consultora Desarrollo de Negocios Internacio­nales (DNI), Marcelo Elizondo, le explica a Fortuna que “claramente los sectores exportador­es son los ganadores luego de la fuerte devaluació­n. Ahora una cosa son los grandes exportador­es, los de granos, aceites y harinas, las compañías de grueso calibre que venden al exterior, y otra cosa son las firmas medianas. Las primeras ganaron mucho en rentabilid­ad, aunque no haya un crecimient­o del volumen comerciali­zado”.

Y añade: “También hay ganadores en las economías regionales: los productore­s de hortalizas en Mendoza, la manzanas y peras en el Alto Valle de Río Negro, el limón y el jugo en Tucumán, y el arroz en Entre Ríos. Ahí sí puede haber una mejora en la

ecuación que además le permita un incremento en los volúmenes, pero la heterogene­idad es alta”.

Los beneficios de la devaluació­n sirven para ganar oxígeno en términos de competitiv­idad, pero no son la llave para abrir nuevos mercados. Según Elizondo, “no se han abierto en términos de acuerdos generales, Argentina no ha firmado acuerdos nuevos como espera hacerlo con la Unión Europea. Se fueron abriendo plazas por producto o bien con acuer- dos micro. En general no fue por una reducción de aranceles sino por la habilitaci­ón de normas sanitarias que oficiaban como barreras”.

La nueva estrella en materia de exportacio­nes es el sector cárnico, rubro que hizo pie y ya pisa fuerte en China. Según el último informe elaborado por la Cámara de la Industria frigorífic­a, “China fue el principal destino para la carne argentina en los primeros ocho meses de 2018, al igual que para los socios del Mercosur, Brasil y Uruguay. En enero-agosto de 2018 se exportaron 114,5 mil toneladas de carne vacuna congelada desde Argentina a China, las que llegaron a representa­r 52% del total”.

“Toda la producción agroalimen­taria argentina es muy competitiv­a. Somos uno de los 10 mayores exportador­es de carne y de vinos. Líderes en derivados de la soja, en el limón y sus subproduct­os, las peras, la miel y el maní -resalta Elizondo. El 60%

“Los importador­es son los grandes perdedores de la devaluació­n, en especial las PyMEs, que no tienen espalda”. RUBéN GARCíA

de las exportacio­nes es de origen agropecuar­io, ya sean productos manufactur­ados o primarios. El aceite de soja es el emblema, exportamos el 40% de todo lo que se vende en el mundo”.

ZONA GRIS. Empobrecer­se en términos del valor de la moneda vuelve a los productos de origen nacional más competitiv­os de cara al potencial comprador extranjero. Pero si sólo bastase con devaluar para ganar mercado, las cosas serían definitiva­mente mucho más sencillas. Y no lo son.

Por lo pronto, no todos los produc- tores de las denominada­s economías regionales han logrado subirse a la ola del dólar en la estratósfe­ra. Un informe del Ieral, de la Fundación Mediterrán­ea, firmado por el economista Jorge Day, destaca que algunos rubros, sobre todo en frutas, ya habían realizado y vendido la cosecha antes de producirse la devaluació­n. En esa heterogene­idad perdieron quienes producen uvas, y también aquellos que abastecen mayormente al mercado local, como es el caso de la yerba mate y el té, puesto que se desplomará la demanda interna.

Las voces de alarma también llegan desde el lado de las cooperativ­as. La Confederac­ión Argentina de Trabajador­es Cooperativ­os (Conarcoop), presidida por Cristian Horton, alertó por la grave situación que viven a raíz de la suba del tipo de cambio, que impacta fuertement­e en sus estructura­s de costos de producción.

“Una máquina que en 2015 costaba $2.000.000, ahora nos cuesta $8.000.000. De trasladar esa suba a precios, la demanda caería aún más. Sólo los formadores de precios han podido aumentar sus productos de un 400 a 800%, como es el caso de

los rubros de alimentos y combustibl­es”, explicó el cooperativ­ista.

Tal como señala Elizondo a esta revista, “el tipo de cambio no corrige muchos de los principale­s problemas que tiene la Argentina. Un tipo de cambio licua ineficienc­ias, pero si uno mira el índice de competitiv­idad del World Economic Forum, Argentina ocupa el lugar 92, es decir que está bastante abajo”.

“Entre las principale­s fallas detectadas, según este índice, no aparecía el problema cambiario sino la presión tributaria, leyes laborales, la inestabili­dad política, la inflación y las dificultad­es para obtener financiami­ento. Claramente, la principal ventaja del ajuste cambiario es que quita el atraso, que era una dificultad. Pero no resuelve los demás problemas”, advierte el experto.

PERDEDORES. El salto del tipo de cambio fue casi como un golpe de nocaut para algunos empresario­s. Aquellos que compran insumos en el exterior han tenido que replantear su estrategia. Los que directamen­te comerciali­zaban bienes finales puestos en góndola, han tenido que cambiar de rubro.

“El tipo de cambio es una variable necesaria que integra el producto. El dólar, podríamos decir, es un participan­te necesario. En este caso hay un problema gravísimo que nos afecta y es que el 80% de las importacio­nes son insumos que van destinados al sector productivo”, enfatiza Rubén García, presidente de la Cámara de Importador­es de la República Argentina.

Y agrega: “Si la economía tuviera una tracción propia se llevaría puestos todos los precios del mercado, pero el problema acá es que no hay mercado interno, que el consumo cayó y entonces sin esa demanda no hay mucho que discutir. La economía tiene precios, no valores reales.

Y acá cada uno pone el precio que quiere”. El dirigente empresaria­l recalca que, como siempre, el problema no lo tienen los grandes jugadores del mercado, aquellos con espaldas anchas para soportar la situación. “La matriz importador­a argentina está compuesta por 400 grandes empresas que compran insumos en el exterior. La mayoría sigue comprando, sigue estando presente porque lo necesita para producir. En el caso de las PyMEs la situación es distinta porque el que compró algo a $ 20, y al momento del embarque lo tiene a $ 40, tiene que parar todo. Además, las pequeñas y medianas empresas no tienen capacidad financiera. No hay crédito y así la economía no camina”.

Si el sector agroalimen­tario aumentó su tajada luego de la devaluació­n, para Elizondo no hay duda de quiénes son los grandes perdedores tras la escalada cambiaria: “Son los importador­es, todo es más caro. La retracción de la actividad económica y el nuevo tipo de cambio afectarán la compra de insumos químicos, plásticos, insumos industrial­es, energía, y la industria automotriz”.

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EN PUNTA. La devaluació­n impulsó a los productos argentinos que se exportan, como la soja, la carne, el acero y las manzanas. Pero, no es la llave para abrir nuevos mercados ni sirve, por sí sola, para mantener la competitiv­idad.
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