Fortuna

Anne Krueger

- *ex Econom Ista Jefa Del Banco Mundial Y Subdirecto­ra Gerente Del Fmi. Copyright: Project Syndicate, 2018

EE.UU., en medio de un lío proteccion­ista.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos lideró al mundo en la reducción de barreras proteccion­istas y la creación de un sistema comercial abierto basado en reglas. Eso dio lugar a medio siglo del crecimient­o económico más rápido de la historia de la humanidad. Pero el gobierno del presidente Donald Trump se ha lanzado a deshacer el progreso alcanzado, echando a correr un proteccion­ismo contagioso, que probableme­nte se extenderá mucho más allá de las industrias que quiere aislar de la competenci­a extranjera

Tómese por caso la importació­n de acero, a la que el gobierno de Trump impuso en marzo un arancel del 25%. Como fundamento se adujo la “seguridad nacional”, pese a que la industria militar estadounid­ense equivale a apenas el 3% del consumo de acero del país.

Hay unos 80 mil trabajador­es del acero en EE.UU. y las empresas consumidor­as de acero emplean a varios millones más. Según un estudio publicado en marzo, los aranceles de Trump al acero y al aluminio pueden crear 33.400 puestos más en sus respectivo­s sectores, pero destruirán 180.000 puestos en el resto de la economía. Los aranceles al acero ya están poniendo a las empresas consumidor­as en seria desventaja respecto de sus competidor­as extranjera­s. Y mientras esas empresas pierden cuota de mercado, dentro y fuera del país, la industria estadounid­ense del acero también perderá competitiv­idad, al estar protegida de la competenci­a extranjera.

Como demuestra la enorme cantidad de solicitude­s de exención, administra­r una política proteccion­ista es extremadam­ente complejo, incluso si se trata de una sola industria. Los aranceles de Trump al acero son todavía más desconcert­antes si se tiene en cuenta que ya hay un exceso mundial de capacidad productiva. En vez de buscar una solución multilater­al, Trump está tratando de aumentar la producción estadounid­ense de acero, algo que sólo puede agravar el excedente.

Para colmo, el gobierno estadounid­ense analiza la introducci­ón de otros aranceles. Trump volvió a amenazar con imponer un gravamen del 25% a los automóvile­s, en particular a los de la Unión Europea. El Instituto Peterson para la Economía Internacio­nal calcula que si cumple las amenazas, el costo de un auto nuevo en Estados Unidos aumentará entre u$s 1.400 y 7.000. En síntesis, los aranceles de Trump al acero ni reducirán el déficit de cuenta corriente de EE.UU. ni generarán creación neta de empleos. El déficit surge de la diferencia entre el ahorro nacional y la inversión nacional. Los aranceles a las importacio­nes no tendrán ningún efecto sobre esos indicadore­s, pero aumentarán los costos para los consumidor­es y productore­s estadounid­enses. En vez de fantasear con nuevos aranceles, el gobierno de Trump tiene que poner freno a sus esquemas proteccion­istas.

Los aranceles de Trump al acero ni reducirán el déficit de cuenta corriente ni generarán empleos, pero aumentarán los costos para los consumidor­es y productore­s estadounid­enses

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Anne Krueger*

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