Argentina y el FMI, modelo 2018
El economista Juan Carlos de Pablo analiza los verdaderos motivos que llevaron al presidente Mauricio Macri y su equipo económico a acercarse nuevamente al FMI. Cómo es esta nueva relación, más estrecha y personal.
El economista Juan Carlos de Pablo analiza los verdaderos motivos que llevaron al Presidente y su equipo económico a acercarse nuevamente al FMI. Cómo es esta nueva relación, más estrecha y personal. La falta de un plan y la necesidad de alguien que alguien centralice la gestión económica.
La realidad se entiende cuando a la explicación se la personaliza. Las cosas “no ocurren”, sino que “alguien las hace ocurrir”, en base a sus objetivos, los medios que tiene a su alcance, todo en un contexto muy incierto.
Por consiguiente, la cuestión de la actual relación entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional, no se puede analizar en abstracto. De la misma manera que no tiene ningún sentido hablar de “Wall Street”, “el Vaticano” o “Harvard”.
Del lado argentino, la personalización implica ponerle la lupa al presidente de la Nación, al minis- tro de hacienda y al presidente del Banco Central; mientras que del lado del FMI, la atención se tiene que concentrar en la directora-gerente, el directorio y la burocracia del organismo.
Argentina acudió al FMI el día que ningún inversor privado quiso seguir comprando bonos emitidos por el Estado. Así de simple. Se murió el abuelo que pagaba la tarjeta cada mes, y hubo que buscar una alternativa. La alternativa a
ir al Fondo ese día era generar de manera instantánea suficiente superávit fiscal como para pagar los vencimientos de la deuda pública, o declarar nuevamente la imposibilidad de honrar los compromisos, el famoso default.
El presidente Macri utilizó el capital político que generó delante de sus pares, para que el directorio del FMI aprobara un acuerdo que, tanto por el monto implicado como por las condicionalidades, resultara desproporcionado a la economía argentina y a su realidad actual.
Resultó significativo que el mismo día en que el directorio del Fon- do dio a publicidad la aprobación de la primera revisión del acuerdo, la burocracia del organismo diera a conocer las preocupaciones técnicas que le merecía el referido acuerdo. A propósito: son las mismas que tenemos los economistas argentinos, porque no hay nada que ellos saben que nosotros no sepamos.
Digresión: Henry Kissinger explica en sus Memorias que los asesores son juzgados de manera asimétrica, porque nunca son penalizados por haber alertado por cosas que no ocurrieron, pero sí lo son por no haber alertado por cosas que sí ocurrieron. Así que llenan de advertencias sus informes, como los papelitos que vienen junto con los remedios.
Desde el punto de vista de la negociación con el directorio del FMI, lo que opina la burocracia es irrelevante; pero éste es un hecho sobre cuya aplicación el gobierno argentino no debe abusar.
El principal problema económico que tenemos los argentinos no pasa por haber acudido al FMI, o por la condicionalidad que “nos impuso” (no importa lo que al respecto se afirme en el plano politizado). El principal problema que tenemos es la necesidad de elaborar un programa económico ¡a prueba de argentinos!
El acuerdo con el FMI, en cualquiera de sus etapas, no es un programa económico sino un esquema que contiene componentes de un programa económico. Ejemplo: que hay que hacer un ajuste fiscal, porque nadie te presta más, hay que hacerlo “con o sin Fondo”.
Pero también forman parte de la política económica, qué se hará con lo que falta cubrir en el proceso de recomposición de las tarifas públicas, cómo se terminará de emparchar la política salarial, que en 2018 comenzó aplicando el ridículo esquema de metas de inflación, qué pasará con las jubilaciones y las pensiones, etc.
Y no importa si el directorio del FMI pregunta sobre algo de esto o no lo hace. El problema lo tenemos nosotros, los argentinos, porque como bien dice el refrán, “en el omelet de jamón la gallina parti-
El principal problema que tenemos es la necesidad de elaborar un programa económico a prueba de argentinos.
El acuerdo con el FMI no es un programa económico sino un esquema que contiene componentes de un programa económico.
cipa pero el chancho se involucra directamente”.
Es muy difícil diseñar e implementar una política económica que tenga en cuenta las distintas porciones, a menos que la función sea centralizada. Alguien tiene que hacerse cargo de coordinar los pedacitos que componen a la política económica. El presidente de la Nación no lo considera así, y él es quien ejerce la máxima responsabilidad ejecutiva, y actúa en consecuencia.
Los estilos no se cambian, pero se cambia dentro del estilo. Cuando en marzo de 2018 el presidente Macri se enteró que se habían cerrado los mercados internacionales de crédito para el sector público argentino, no dudó en actuar y Argentina acudió al FMI. El susto puede paralizar o disparar la acción. En el caso que nos ocupa, afortunadamente ocu- rrió lo segundo.
La duración de una crisis transforma todo lo demás. Claro que lo urgente tiene prioridad sobre lo importante, no importa la frecuencia con la cual se afirma lo contrario. Pero no es lo mismo fijar durante un fin de semana, que durante un buen número de meses, las tasas de interés nominales muy por encima de la tasa esperada de inflación, sin advertir los daños que se le producen a la economía real.
Los esclavos de las planillas Excel generan respuestas contundentes para los próximos trimestres, pero en Argentina sólo tiene sentido discutir los próximos 10
Dios no nos puede castigar con dos años seguidos de sequías, de manera que en 2019 probablemente el campo se recupere.
minutos y los últimos 70 años. La economía utiliza la aritmética y la geometría, pero no tiene nada de mecanicista. Los números reflejan las decisiones, que se basan en una realidad contundente y expectativas nada entusiastas.
No es para suicidarse, sino para entender. En sus cursos, cuando un alumno afirmaba algo, Milton Friedman le preguntaba: ¿cómo lo sabe? Don Milton quería que quienes asistían a sus clases diferenciaban entre lo que sabían, lo que creían y lo que deseaban. Con respecto al presente y al futuro de la economía argentina, tenemos que hacer exactamente lo mismo.
¿Alguna vez el presidente de la Nación centralizará la gestión económica? Puede ser, pero, como ocurriera con el Fondo, primero se tiene que asustar. ¿Qué lo puede asustar lo suficiente como para actuar; la intensidad y la duración de la recesión; el aumento de la desocupación? Imposible saberlo. Pero hasta que ello no ocurra seguiremos como ahora, con fuertes vaivenes. Dios no nos puede castigar 2 años seguidos con sequías u otros cataclismos naturales, de manera que probablemente en 2019 el sector recupere, en términos de actividad, lo que perdió en 2018. El resto está en veremos.