Fortuna

Ricardo Hausmann

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La pesadilla venezolana puede llegar a su fin

Desear que un problema desaparezc­a, rara vez es una estrategia efectiva. Mientras la comunidad internacio­nal ha estado enfocando su atención en otros asuntos, la catástrofe venezolana se ha profundiza­do. Y de continuar las tendencias actuales, ella solo puede empeorar.

Con un día de trabajo al salario medio, ahora se compran en Venezuela 1,7 huevos o un kilo de yuca, la caloría más barata disponible. Un kilo de queso local cuesta 18 días de trabajo al salario medio, y un kilo de carne cuesta casi un mes, dependiend­o del corte. Los precios se han estado elevando a tasas hiperinfla­cionarias durante 13 meses seguidos y la inflación va camino a exceder la marca de 1.000.000 por ciento pr mes. La producción continúa cayendo como una piedra: según la OPEP, en octubre de 2018 había bajado el 37% en relación al año anterior, o casi 700.000 barriles diarios.

De acuerdo a Alianza Salud, una coalición de ONG, los nuevos casos de malaria en 2018 se han multiplica­do por 12 desde 2012, lo que se traduce en un total de más de 600.000, que es el 54% de todos los casos en las Américas. Amplias extensione­s de territorio venezolano han sido cedidas a organizaci­ones delictivas, entre ellas grupos terrorista­s como las FARC y el ELN de Colombia, que actúan en colusión con miembros de la Guardia Nacional en la producción de oro y coltan, como también en el narcotráfi­co.

Como consecuenc­ia, los venezolano­s han estado saliendo de su país de manera masiva, crean- do una crisis de refugiados de proporcion­es semejantes a la siria, y que es la más grande de la historia de las Américas. Dado que Facebook informa que tiene 3,3 millones de usuarios venezolano­s en el exterior, mi equipo de investigad­ores en el Center for Internatio­nal Developmen­t de la Universida­d de Harvard estima que debe haber por lo menos 5,5 millones en total. Entre quienes tuiteaban solo desde Venezuela en 2017, para noviembre más del 10% había dejado el país. Pese a sus valerosos esfuerzos, Colombia, Ecuador y Perú encaran cada vez mayores dificultad­es para hacer frente al flujo de refugiados.

Es más que evidente que los problemas de Venezuela no se resolverán a menos que y hasta que haya un cambio de régimen. Después de todo, tanto el régimen como el colapso económico son consecuenc­ia de la eliminació­n de los derechos básicos. Los venezolano­s no pueden invertir y producir para satisfacer sus necesidade­s debido a que se les han arrebatado sus derechos económicos; y tampoco pueden cambiar políticas desatinada­s porque también se les han arrebatado sus derechos políticos. Un giro requiere el reempodera­miento de los venezolano­s.

Afortunada­mente, se vislumbra un fin a esta pesadilla, pero ello exigirá coordinaci­ón entre las fuerzas democrátic­as venezolana­s y la comunidad internacio­nal. El 10 de enero marca el fin del periodo del presidente Nicolás Maduro, el que comenzó con su elección en 2013. Su elección

Los precios se han estado elevando a tasas hiperinfla­cionarias durante 13 meses seguidos. La producción continúa cayendo: en octubre bajó el 37% o casi 700.000 barriles diarios.

a un segundo periodo en mayo de este año fue una farsa: no se permitió que participar­an los principale­s partidos de oposición y sus candidatos, y Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, Japón y los países más importante­s de América latina, entre muchos otros, se negaron a reconocer el resultado de dicha elección. Esto significa que no reconocen la legitimida­d de la presidenci­a de Maduro más allá del 10 de enero.

La solución lógica es que la Asamblea Nacional, elegida en diciembre de 2015 con una mayoría de dos tercios de la oposición, resuelva el impasse constituci­onal designando a un nuevo gobierno interino y a un nuevo alto mando militar, capaces de organizar el retorno a la democracia y de poner fin a la crisis. Sin embargo, los diputados están actuando con cautela en relación a esto, puesto que, en el mejor de los casos, temen ser ignorados o, en el peor, ser encarcelad­os, exiliados o torturados a muerte y luego arrojados por la ventana de un décimo piso, como le ocurrió en octubre a Fernando Albán, concejal de la ciudad de Caracas.

Es por ello que esta solución requiere de la coordinaci­ón entre la comunidad internacio­nal y las fuerzas democrátic­as venezolana­s. Éstas no saben con certeza cuánto apoyo internacio­nal van a recibir, y la comunidad internacio­nal tampoco sabe con certeza cuáles son los planes ni el nivel de cohesión que tienen dichas fuerzas.

Como es el caso con todos los problema de coordinaci­ón, hay buenos y malos resultados que se autocumple­n. Por ahora, dado que la comunidad internacio­nal no ha dejado en claro a quién se reconocerá como gobernante legítimo de Venezuela después del 10 de enero, las fuerzas democrátic­as venezolana­s no han logrado unirse en torno a una solución.

Pero los venezolano­s han estado haciendo sus tareas y sentando las bases organizaci­onales para el cambio. Los partidos políticos, los sindicatos, las universida­des, las ONG y la Iglesia Católica se han unido para formar una iniciativa llamada Venezuela Libre. Han organizado congresos en los 24 estados del país, en los que han participad­o 12.000 delegados, y el 26 de noviembre llevaron a cabo un evento nacional para lanzar un manifiesto que esboza el camino de regreso a la democracia. Además, han estado elaborando un detallado plan económico, que han discutido ampliament­e con la comunidad internacio­nal, para superar la crisis y restaurar el crecimient­o.

Esta es una excelente oportunida­d para que la comunidad internacio­nal se mueva hacia una solución coordinada: una negativa explícita a reconocer a Maduro después del 10 de enero, junto con el reconocimi­ento de las decisiones de la Asamblea Nacional con respecto al gobierno de transición, y ayuda para implementa­rlas. Además, es preciso enviar un claro mensaje a las Fuerzas Armadas venezolana­s de que las decisiones de la Asamblea Nacional deben ser respetadas.

Una solución a la catástrofe venezolana no solo es deseable, sino también posible. El mundo no puede dejar pasar esta oportunida­d. El 10 de enero puede convertirs­e en un nuevo comienzo.

Una solución no solo es deseable, sino también posible. El mundo no puede dejar pasar esta oportunida­d. El 10 de enero vence el mandato de Maduro.

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Ricardo Hausmann*
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MADURO. Su mandato vence el 10 de enero, más allá de la farsa electoral de mayo de este año.

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