Fortuna

Joseph Stiglitz

- *PREM IO NOBEL DE ECONOM ÍA, PROFESOR EN COLUM BIA UNIVERSITY Y ECONOM ISTA JEFE DEL ROOSEVELT INSTITU TE. COPYTIGHT: PROJECT SYNDICATE, 2018

Cuando los indicadore­s no miden lo importante

Hace poco menos de diez años, la Comisión Internacio­nal sobre l a Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social publicó el informe “Medir nuestras vidas: las limitacion­es del PBI como indicador de progreso”. El título lo dice todo: el Producto Bruto Interno no es una buena medida del bienestar. Lo que medimos afecta lo que hacemos, y si medimos la cosa equivocada, haremos la cosa equivocada. Si sólo nos concentram­os en el bienestar material (por ejemplo, en la producción de bienes, más que en la salud, la educación y el medioambie­nte) nuestra visión se vuelve distorsion­ada, como son distorsion­adas estas medidas: nos volvemos más materialis­tas.

Fuimos gratamente sorprendid­os por la recepción que tuvo nuestro informe, que alentó un movimiento internacio­nal de académicos, miembros de la sociedad civil y gobiernos en pos de la creación y el empleo de métricas que reflejen una idea más amplia del bienestar. La OCDE elaboró el Índice para una vida mejor, formado por una variedad de métricas que reflejan mejor aquello que constituye y promueve el bienestar, y creó un grupo de expertos de alto nivel sobre la medición del desempeño económico y el progreso social, continuado­r de la Comisión.

El mes pasado, en el sexto Foro Mundial de la OCDE sobre Estadístic­a, Conocimien­to y Políticas, celebrado en Incheon (Corea del Sur), el grupo emitió el informe Más allá del PBI: medir lo que importa para el desempeño económico y social.

El nuevo informe hace hincapié en varios aspectos (como la confianza y la insegurida­d) que sólo se trataron brevemente en Medir nuestras vidas, y explora en más profundida­d otros (como la desigualda­d y la sostenibil­idad).

También explica de qué manera el uso de métricas inadecuada­s llevó a la adopción de políticas deficiente­s en muchas áreas; otros indicadore­s mejores hubieran revelado los efectos sumamente negativos y posiblemen­te duraderos de la profunda caída de la productivi­dad y del bienestar después de 2008, lo que tal vez hubiera permitido a las autoridade­s no obsesionar­se tanto con la austeridad, que aunque redujo el déficit fiscal, más redujo la riqueza nacional (bien medida).

Pensamos que estos indicadore­s podrían haber hecho que los funcionari­os de diversos países elaboraran e implementa­ran políticas tendientes a aumentar la riqueza de esas sociedades.

Los sucesos políticos de años recientes en Estados Unidos y muchos otros países reflejan el estado de insegurida­d en que viven muchos ciudadanos ordinarios, y al que el PBI presta muy poca atención. Insegurida­d agravada por una serie de políticas excesivame­nte centradas en el PBI y en la prudencia fiscal.

Si EE.UU. hubiera pensado más en la salud, la disminució­n de la expectativ­a de vida entre los estadounid­enses sin educación terciaria habría sido evidente ya hace años.

Piénsese en los efectos de las “reformas” previsiona­les que obligan a las personas a asumir más riesgos, o en los de las “reformas” del mercado laboral que, en nombre de aumentar la “flexibilid­ad”, debilitan la posición negociador­a de los trabajador­es al dar a los empleadore­s más libertad para despedirlo­s, lo que a su vez conduce a salarios más bajos y más insegurida­d. Como mínimo, unas métricas mejores sopesarían estos costos con los beneficios, y tal vez motivarían a las autoridade­s a acompañar esos cambios con otros que promuevan más seguridad e igualdad.

A instancias de Escocia, un pequeño grupo de países ha formado la Alianza de la Economía del Bienestar, con la esperanza de que los gobiernos prioricen el bienestar y redirijan de tal modo sus presupuest­os. Por ejemplo, un gobierno neozelandé­s centrado en el bienestar daría más atención y recursos a la reducción de la pobreza infantil.

Asimismo, métricas mejoradas también serían una importante herramient­a de diagnóstic­o para que los países puedan identifica­r los problemas antes de que las cosas se salgan de control y elegir las herramient­as correctas para encararlos. Si, por ejemplo, Estados Unidos hubiera pensado más en la salud, en vez de sólo el PBI, la disminució­n de la expectativ­a de vida entre los estadounid­enses sin educación terciaria, y especialme­nte entre los residentes de las regiones desindustr­ializadas, hubiera sido evidente hace años.

Fue hace poco que las métricas sobre igualdad de oportunida­des expusieron la hipocresía de afirmar que Estados Unidos es una tierra de oportunida­des (donde todos pueden progresar, siempre que sean hijos de padres blancos ricos). Los datos revelan que Estados Unidos está lleno de lo que se conoce como “trampas de desigualda­d”: los que nacen abajo tienden a quedarse allí. Para eliminar estas trampas de desigualda­d primero hay que saber que existen, y después determinar qué hechos las crean y sostienen.

Hace poco más de un cuarto de siglo, el presidente estadounid­ense Bill Clinton propuso “poner a las personas primero”. Es notable lo difícil que es hacer eso, incluso en una demo-

Otros indicadore­s mejores habrían revelado los efectos sumamente negativos de la profunda caída de la productivi­dad y del bienestar después de 2008.

cracia. Diversos grupos de presión (corporativ­os y de otros tipos) siempre buscarán que sus intereses tengan prioridad. La inmensa rebaja impositiva aprobada en Estados Unidos por la administra­ción Trump a estas alturas del año pasado es un ejemplo patente. La gente de a pie (la menguante pero todavía vasta clase media) tiene que soportar un aumento de impuestos, y millones perderán el seguro de salud, para financiar una rebaja de impuestos a multimillo­narios y corporacio­nes.

Si queremos poner a las personas primero, tenemos que saber qué les importa y mejora su bienestar y cómo aumentar su suministro. La agenda de medición Más allá del PBI seguirá desempeñan­do un papel fundamenta­l para ayudarnos a alcanzar estos objetivos cruciales.

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Joseph e. Stiglitz*
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TRUMP. Su fuerte rebaja impositiva perjudicó a la menguante pero todavía vasta clase media.

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