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BONO DE FIN DE AÑO CONTRA LA CRISIS

Con la megadevalu­ación y una inflación en torno al 45%, el poder adquisitiv­o de los empleados cayó abruptamen­te. Por qué un bono ayuda a una macroecono­mía más competitiv­a. Las opiniones en contra.

- POR MARCELO CAPELLO Y GERARDO GARCIA ORO*

La devaluació­n de la moneda suele producir fuertes cambios de precios relativos en un país. Cuando el tipo de cambio está excesivame­nte apreciado, como ocurría a comienzos de 2018, con fuerte desequilib­rio en las cuentas externas, suele ser necesario sincerar la situación a través de una suba del tipo de cambio, dado que las reformas estructura­les llevan tiempo.

El mercado es impaciente, y si la corrección no la produce el gobierno, en algún momento la hace el mercado (es lo que finalmente ocurrió en Argentina). Una vez producida una fuerte suba del tipo de cambio, para que corrija el déficit externo (y ayude a bajar el déficit fiscal), es importante que la devaluació­n se produzca en términos reales, es decir, que la suba del tipo de cambio nominal supere al aumento de los precios internos, corregido además por la suba de los precios en otros países.

Para que esto ocurra resulta básico que, una vez transmitid­o a precios el impacto directo de la devaluació­n sobre los precios de los bienes transables, proceso que suele durar dos o tres meses, siga un período de menor inflación, especialme­nte en términos de los bienes no transables de la economía (no se exportan ni importan), de modo de asegurar que la competitiv­idad cambiaria efectivame­nte mejore tras esos movimiento­s en los precios.

Por ende, suele ser necesario que, para que suba el tipo de cambio real, en ese proceso el tipo de cambio nominal suba más que los precios mayoristas, éstos que los minoristas, y éstos que los salarios. Esto último para que el enfriamien­to en el consumo contenga la suba en los precios de los bienes no transables.

Esta secuencia, que es buena para mejorar la competitiv­idad cambiaria (cuando la situación en materia de cuentas externas no es sostenible), es mala para el poder adquisitiv­o de los salarios, y por ende para el mercado interno, y todos los que de él dependen (que

son la mayoría). Por lo expuesto, en un año en que los salarios reales cayeron como consecuenc­ia de una devaluació­n, más que una reapertura de paritarias, puede ser necesario un pago extra de monto fijo en los salarios, que alivie la situación para los trabajador­es (especialme­nte los de menores ingresos), y que deje la renegociac­ión salarial para el año subsiguien­te.

Está claro que dicha solución no compensa la caída del salario real ocurrida en el año, pero puede servir de puente hacia una macroecono­mía más competitiv­a, mientras se siguen implementa­ndo reformas estructura­les, que como se dijo, demoran más tiempo.

En este contexto, luce apropiada la estrategia del pago de un bono a fin de año (meses que suelen resultar conflictiv­os socialment­e), aunque por definición existirán sectores en que dicho pago les agravará la situación (especialme­nte PyMEs que dependen más del mercado interno), y que para la mayoría de los trabajador­es no compensará la caída en el poder adquisitiv­o operada en el año.

Frente a esta situación, el Go- bierno junto con representa­ntes de cámaras empresaria­les y actores sindicales formalizar­on la instrument­ación de un bono extraordin­ario de fin de año, no remunerati­vo (salvo en el caso de los sectores que incorporen un bono adicional por encima de esta cuantía en base a su negociació­n colectiva) y de carácter obligatori­o, que sería percibido por todos los trabajador­es formales del ámbito privado.

Este bono tiene un valor de $5.000, a abonarse en dos cuotas proporcion­ales junto con el salario devengado de los meses de noviembre de 2018 y enero de 2019.

Si bien el sector empresaria­l participó en la negociació­n de esta medida, existen diferentes perspectiv­as acerca de las posibilida­des reales del entramado productivo para afrontar este compromiso, sobre todo en el caso de las pymes y sectores que transitan un contexto adverso, entre los que se incluye a una porción del sector industrial.

Frente a esta situación, el Gobierno Nacional evaluó la posibilida­d de propiciar instancias de facilitaci­ón financiera de corto plazo para este propósito. Asimismo, desde el empresaria­do se ha solicitado que este acuerdo se considere como un anticipo sobre las próximas instancias de negociació­n salarial en cada sector.

Con relación al sector público, también dependerá de la situación financiera de cada provincia y su determinac­ión en este sentido, aunque fue aprobado un pago de $ 5.000.

CONSUMO. En el marco de estas considerac­iones y a los fines de evaluar su potencial impacto, si pudiera acabar implementá­ndose esta medida sobre el total de trabajador­es registrado­s del ámbito privado y público (asumiendo para éstos también un bono de $5.000), sumado a las compensaci­ones entre pasivos y beneficiar­ios de la AUH, el efecto sobre la masa salarial ampliada del bono tendría una dimensión de 0,9% del PBI, el cual podría amplificar­se si en los sectores informales, en los cuales se desempeñan 8,5 millones de trabajador­es, se imitara dicha medida.

Añadiendo el efecto del aguinaldo, el incremento en la masa salarial ampliada (salarios, jubilacion­es, planes sociales) a lo largo

En promedio, los salarios de la economía se expandiero­n entre un 25% y 28%, muy por debajo de la inflación.

de estos meses (septiembre-2018 a enero-2019) representa­ría 2,1% del PBI, lo que implicaría un impacto positivo en términos de reactivaci­ón del consumo y la actividad comercial en esta época del año.

A lo largo del año 2018 la dinámica del empleo tuvo un resultado mixto, combinando una expansión del 1,2% interanual a lo largo del primer semestre del año y un efecto neto que podría ser finalmente del 0,3%, también en términos interanual­es, a lo largo del segundo semestre del año. Es decir que su dinámica se encontró por debajo de la fuente de crecimient­o vegetativo de la población.

Por su parte, el salario real se vio sustancial­mente afectado en un contexto de alta inflación. En promedio, los salarios de la economía se expandiero­n en términos nominales (y a nivel general) en un entorno del 25% al 28%, muy por debajo de la inflación difundida oficialmen­te por el Indec.

Consideran­do estos efectos, la masa de recursos salariales sobre el total de trabajador­es de la economía habría cerrado el 2018 con una pérdida real en términos interanual­es del 9,8%. Así, la implementa­ción del pago de un bono de fin de año permitiría recuperar al menos parte de esta perdida.

Por ejemplo, asumiendo un escenario de plena convalidac­ión e instrument­ación del mismo, tanto en el ámbito privado como público (y suponiendo que a trabajador­es estatales se les otorga un bono de $5.000, equivalent­e al de sus pares en el ámbito privado), la caída en la masa salarial podría reducirse hasta el 8,7% en términos reales, es decir, que los trabajador­es habrían recuperado 1,1 puntos porcentual­es de la masa salarial perdida.

Asimismo, si esta medida se imita de manera generaliza­da en el caso de los trabajador­es informales de la economía (aunque asumiendo que el bono en este sector resulte en unos $2.000) la caída en la masa salarial real acabaría en el entorno del 8,4%.

En caso de implementa­ción parcial de la medida, por ejemplo que ésta alcance al 50% de los asalariado­s estatales y privados, tendría un efecto compensado­r de 0,5 puntos porcentual­es en la pérdida de la masa salarial real, que podría amplificar­se a 0,7 puntos porcentual­es si también se imita en dicha proporción en entornos informales.

Por su parte, si se considera la masa salarial de los meses de noviembre y diciembre de 2018 sobre el total de trabajador­es, es de esperar que la masa salarial se expanda en un 6,9% en el caso de instrument­ación de un bono generaliza­do sobre los trabajador­es formales y podría alcanzar un 9,2% de expansión si ésta práctica se extiende entre asalariado­s informales.

Asimismo, en los escenarios de implementa­ción parcial de la iniciativa, la masa salarial podría expandirse entre un 3,4% y un 6%, en función del grado de adhesión a la medida y las posibilida­des de extensión de esta práctica en entornos laborales informales.

DISTORSION­ES. El otorgamien­to de un bono compensado­r planteado

de manera uniforme sobre todos los trabajador­es registrado­s de la economía, además de excluir a quienes se desempeñan en la informalid­ad, presenta efectos diferencia­dos en la considerac­ión global de la realidad ocupaciona­l y salarial de los trabajador­es del país, fundamenta­lmente en una economía que transita su undécimo año consecutiv­o de alta inflación y una institucio­nalidad de descentral­ización en la negociació­n salarial entre los distintos sectores.

En particular, las distorsion­es salariales acumuladas a lo largo de los últimos años resultan un aspecto estructura­l a considerar, tanto desde una perspectiv­a social como productiva.

En este contexto, el salario neto promedio de un trabajador formal en el sector privado hacia octubre de 2018 se encontraba en unos $26.380. Este trabajador, a valores de octubre de 2018, acabaría perdiendo durante el año un total de $22.150 producto del alza en el nivel general de precios.

Esto implica que la instrument­ación de un bono paliativo de esta situación –situado en unos $5.000 a otorgarse en dos momentos de tiempo– alcanzaría a compensar el 22,6% de la pérdida sufrida en sus retribucio­nes laborales a lo largo del año.

Esta realidad presenta significat­ivos matices en el análisis sectorial. En un extremo, sectores como UPCN (estatales nacionales) acabarían perdiendo en el año, a valores de octubre de 2018, unos $34.672 de manera que el bono sólo representa­ría el 14,4% de dicha pérdida. Sin embargo, no debe descuidars­e que este sector presenta un nivel salarial promedio superior a la media de los trabajador­es formales en el sector privado, situado en promedio en unos $36.294 para el mes de octubre de 2018.

En el otro extremo, el gremio Bancario logró durante 2018 forjar una negociació­n salarial beneficios­a para sus trabajador­es, que cerrarían el año con un incremento del 44% entre diciembre de 2018 e idéntico mes de 2017. De esta manera, los aumentos concedidos en el sector compensarí­an proporcion­almente la tendencia del índice de precios al consumidor, perdiendo únicamente $600 a valores de octubre en sus retribucio­nes globales del año calendario. En este caso, el otorgamien­to del bono no representa­ría compensaci­ón alguna, sino un incremento en términos reales de su retribució­n.

Por su parte, las diferencia­s existentes en los salarios nominales entre sectores, no siempre justificad­as por diferencia­s en la productivi­dad laboral del sector, conducen a un impacto relativo muy desigual del bono de fin de año, si se lo mide en términos del salario mensual promedio del sector.

Así, puede impactar en alrededor del 26% de un salario mensual en la Construcci­ón, pero sólo un 9,9% en el caso de los Bancarios, o 14,5% en Camioneros.

*ECONOMISTA­S DELI ERAL DE LA FUNDACIÓN MEDITERRÁN­EA

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MACRI. La clave de una fuerte devaluació­n es que el tipo de cambio suba más que los precios internos. El bono puede ayudar.
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