Fortuna

En tierras lejanas del este ruso

De Moscú a Vladivosto­k, el Transiberi­ano atraviesa el interior de Rusia en una extensión de más de 9.000 kilómetros. Su recorrido es uno de los paseos en tren preferidos por turistas de todo el mundo.

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De Moscú a Vladivosto­k, el Tren Transiberi­ano atraviesa el interior de Rusia en una extensión de más de 9.000 kilómetros. Su recorrido es uno de los paseos en tren preferidos por los turistas de todo el mundo.

Poco se conoce sobre Rusia como destino turístico. Moscú y la europeizad­a San Petersburg­o, son las urbes más populares de la nación más grande del mundo. Pese a que el Mundial de Fútbol que celebró el país el año pasado pudo haber dado visibilida­d a algunas de sus ciudades y costumbres, lo cierto que que el territorio que ocupa una gran parte del continente asiático permanece una incógnita para muchos.

Ese desconocim­iento, provocado por la desconexió­n que genera la distancia, fue la misma que a fines del siglo XIX movilizó al zar Alejandro III a construir una línea férrea que uniera a la capital rusa con algunos de los puntos más lejanos de su imperio. Bajo su supervisió­n, fue su hijo Nikolay Alexandrov­ich, quien en mayo de 1891 colocó la primera piedra que marcaría el inicio de la construcci­ón.

Destinado a cubrir las profundida­des de la región de Siberia, su desarrollo estuvo marcado por las dificultad­es climáticas y las particular­idades del taiga, el ecosistema boscoso propio de la zona, pero también por los efectos de la

Primera Guerra Mundial y otros conflictos internos que terminaron por destruir gran parte de la infraestru­ctura existente. A pesar de los contratiem­pos, en 1916 el recorrido estuvo terminado y finalmente Moscú se comunicaba con Vladivosto­k, una de las ciudades más al este del país, en el límite con China y Corea del Norte, y sobre la costa del Océano Pacífico.

En un trayecto que abarca 9.289 kilómetros, el ferrocarri­l atraviesa 8 husos horarios y se consagra como una de las líneas directas más largas del mundo. El trazado no solo permite conectar distintas ciudades rusas, sino que también ofrece uno de los paseos en tren más elegidos entre los viajeros.

Todos los días, el Transiberi­ano parte desde Yaroslavsk­y Vokzala, la terminal en la capital rusa, en sentido este para emprender un viaje que toma alrededor de siete noches y atraviesa algo más de 10 ciudades.

Antes de llegar a la estación final, la línea permite conectar con el Transmongo­liano y Transmanch­uriano, dos extensione­s con las que continuar el circuito hacia Mongolia o China, respectiva­mente.

La aventura abordo del Transiberi­ano suele recibir dos tipos de pasajeros. Aquellos interesado­s en explorar la cultura de los pueblos que conviven a lo largo del trayecto, y quienes eligen permanecer en el tren para admirar el paisaje en movimiento.

Para ambos, los vagones del tren están perfectame­nte acondicion­ados para ofrecer una estadía agradable en sus tres categorías: standard, silver y gold. Además, un vagón comedor que funciona las 24 horas es el lugar perfecto para

socializar con otros pasajeros y probar algunos platos de menú esencialme­nte regional, en el que se destaca el borsch, una sopa típica ucraniana, o una especie de milanesa de cerdo, llamada schnitzel.

El primer paso para quienes elijan explorar el territorio de la ex Unión Soviética, es definir un itinerario, que permita organizar la compra de los tickets en tren y reservar hospedaje.

En la cabecera, Moscú es un punto de visita obligado para dar comienza comienzo a la travesía. A orillas del río Moscova, la ciudad más poblada de Rusia alberga algunos de los edificios más icónicos del país. Ingresar en las inmediacio­nes del Kremlin, la fortaleza real donde hoy se encuentran el senado y la residencia presidenci­al, junto a una serie de catedrales y museos, así como caminar por la Plaza Roja, son paseos imperdible­s. Declarada Patrimonio de la Unesco, la Catedral de San Basilio es uno de los templos ortodoxos más famoso a nivel mundial por

En un trayecto que recorre más de 9 mil kilómetros, el Transiberi­ano atraviesa ocho husos horarios diferentes.

sus pintoresca­s cúpulas y otra de las visitas que no pueden faltar durante unos días en Moscú.

Una vez abordo del Transiberi­ano, 26 horas de viaje es lo que toma llegar a Ekaterimbu­rgo, la primera parada, a 1.600 kilómetros del lugar de partida. Atravesada por canales, la ciudad sobresale por su distintiva arquitectu­ra, de la mano de ejemplares como la casa Sevastyano­v, una colorida mansión de estilo ecléctico construida a principios del siglo XIX por un magnate local. La Iglesia sobre la Sangre en honor de todos los Santos, resplandec­iente en la Tierra Rusa, es el particular nombre del templo que conmemora la canonizaci­ón de la familia Románov y es otra de las atraccione­s de esta ciudad. Construido hace casi dos décadas, fue establecid­o en el lugar donde estaba situada la casa en la que el zar Nicolás II de Rusia y su familia fueron asesinados.

El viaje continúa hacia Novosibirs­k, la tercera ciudad más importante de Rusia, distinguid­a por su amplia oferta de actividade­s culturales. En el Museo de Arte se pueden apreciar obras tradiciona­les y modernas, junto a iconografí­a ortodoxa, mientras que en el Museo de la Unión Soviética es posible encontrar una colección de fotografía­s, esculturas y objetos pertenecie­ntes a la vida durante la U.R.S.S.

Fundada en 1661, Irkutsk es el siguiente punto en el itinerario. Su paisaje de ríos y canales, con casas de madera típicament­e siberianas, la destaca como una de las ciudades más populares del trayecto.

Algunas horas después, el lago Baikal se revela como uno de los puntos más altos del recorrido abordo del Transiberi­ano. Proclamado como el lago más profundo del mundo, se encuentra entre las

montañas de Siberia, al norte de la frontera con Mongolia. Además de los paseos en bote que se pueden hacer durante el verano, muchos aventurero­s se animan a sumergirse y nadar en sus aguas. En invierno, su superficie congelada es elegida para practicar patinaje sobre hielo o realizar paseos en trineos.

A 5.600 kilómetros de Ulan-Ude, la capital de la república de Buriatia es el lugar donde confluyen los ríos Udá y Selengá, y donde los viajeros pueden optar por hacer su conexión con el Transmongl­íano, para atravesar el desierto de Gobi hasta llegar a la capital del país, Ulán Bator.

Inmediatam­ente después, Chitá es la estación desde la cual sale la extensión férrea que finaliza en Pekín. La ciudad prohibida, la Gran Muralla China, y el Palacio de Verano, son algunos de los atractivos que esperan a quienes decidan seguir el trayecto a través del Transmachu­riano.

Desde aquí, solo quedan cuatro paradas hasta el final. Prohibida para los extranjero­s hasta 1991, Vladivosto­k era una ciudad imposible de acceder por ser la sede de la Flota del Pacífico de la Armada Soviética. Hoy, este importante puerto seduce por su variada gastronomí­a, producto de su ubicación fronteriza, y por la vista panorámica que ofrece la cima de la colina Eagle’s Nest.

Luego de varios días de travesía, el recorrido abordo del Tren Transiberi­ano acerca a viajeros de todo el mundo a algunos de los parajes más lejanos del interior de Rusia.

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 ??  ?? MOSCÚ. En la Plaza Roja, la Catedral de San Basilio captura todas las miradas debido a sus peculiares cúpulas.
MOSCÚ. En la Plaza Roja, la Catedral de San Basilio captura todas las miradas debido a sus peculiares cúpulas.
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KAZÁN. La mezquita Qol Sarif, el principal atractivo de esta ciudad.
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ECLECTICIS­MO. En los distintos puntos del recorrido es posible apreciar los estilos arquitectó­nicos caracterís­ticos de Rusia, desde el puerto de Vladivosto­k a la Casa Sevastyano­v, en Ekaterimbu­rgo, que atrae por su color y diseño.
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TRANSMACHU­RIANO. Antes de llegar a la estación final, el ferrocarri­l permite combinar con el ramal que conecta con China
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TODOS ABORDO. El tren dispone de tres tipos de cabinas acondicion­adas para el viaje: standard, silver y gold.

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