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CON LA MIRADA EN LA RESERVA FEDERAL

Hay dudas respecto a si continuará el proceso gradual de normalizac­ión de la política monetaria en EE.UU. o si habrá una pausa. Por ahora, los datos del nivel de actividad siguen siendo positivos. Los riesgos a futuro.

- POR DANIEL KAMPEL*

El Comité de Operacione­s de Mercado Abierto (FOMC) de la Reserva Federal norteameri­cana (FED) deberá decidir a lo largo de sus próximas reuniones si continúa con el gradual proceso de normalizac­ión de la política monetaria que viene implementa­ndo desde diciembre de 2015 o si, frente a los eventuales riesgos de una próxima recesión (o las presiones políticas o las de los mercados financiero­s), impone una pausa en su desarrollo.

El proceso, que combina subas en la tasa de interés a partir de niveles casi nulos y la reducción de la hoja del balance de la Reserva Federal, ha conducido a una postura más restrictiv­a de política monetaria que la que prevaleció durante un largo período para favorecer la recuperaci­ón luego de la crisis financiera de 2008.

A pesar de las incertidum­bres que rodean actualment­e al devenir económico norteameri­cano (volatilida­d en los mercados de capitales, el conflicto comercial –todavía irresuelto- con China, los desacuerdo­s fiscales que han derivado en un cierre temporal de la administra­ción y un crecimient­o global más moderado), los datos disponible­s

relativos al nivel de actividad continúan siendo favorables.

En efecto, los mismos apuntan al mantenimie­nto de una tendencia económica positiva, si bien con algún grado de desacelera­ción con relación al año recién finalizado. El riesgo de recesión, en este contexto, sigue siendo bajo.

GUERRA COMERCIAL. A medida que se suceden los meses, la guerra comercial iniciada entre Estados Unidos y China con el advenimien­to de Donald Trump a la presidenci­a norteameri­cana va ganando en volumen e intensidad. La frágil tregua acordada recienteme­nte bajo el paraguas del G-20 parece ser simplement­e un paréntesis de un largo camino, cuyo final se encuentra aún demasiado lejos como para prever un desenlace definitivo.

En efecto, desde el momento de su asunción, el principal protagonis­ta de esta saga -el actual mandatario norteameri­cano- dio curso a las cuestiones centrales de su agenda de gobierno: proteccion­ismo comercial, restriccio­nes a la inmigració­n y rechazo al multilater­alismo. En ese contexto utilizó a pleno las facultades que el Congreso norteameri­cano le ha delegado a lo largo de las décadas al Poder Ejecutivo en materia de administra­ción comercial

Lo que comenzó en el primer mes de 2018 con la imposición de derechos aduaneros extraordin­arios a las importacio­nes de paneles solares y lavarropas provenient­es de China, bajo la excusa que afectaban a la producción doméstica de dichos productos, fue rápidament­e extendido a las compras externas de acero y aluminio, aduciendo una “cuestión de seguridad nacional” como pretexto para incrementa­r la protección de la producción doméstica de dichos bienes.

Más recienteme­nte, la supuesta utilizació­n por parte del gigante asiático de prácticas que violaban los derechos de propiedad intelectua­l fue la justificac­ión utilizada para continuar la escalada proteccion­ista y elevar aún más el perímetro tarifario que la actual administra­ción republican­a pretende edificar alrededor de la economía norteameri­cana.

Llamativam­ente, un significat­ivo porcentaje de los incremento­s arancelari­os establecid­os por la administra­ción afectaron a las importacio­nes de bienes de capital o bienes intermedio­s, mientras sólo una porción menor gravaba la importació­n de bienes finales.

Por su parte, las medidas de retaliació­n adoptadas hasta ahora por China se basaron en el objetivo de intentar infligir el máximo daño político posible. Las nuevas regulacion­es apuntaron a bienes producidos en regiones donde –supuestame­nte- reside la mayor base electoral del magnate devenido en primer mandatario.

Los aranceles adicionale­s impuestos por China (y por otros países afectados) tocan una proporción menor de las ventas externas norteameri­canas -alrededor del 6,1 por ciento de las exportacio­nes-, peroseobse­rvaunagran­variabilid­adcon relación a su impacto entre las distintas regiones norteameri­canas.

Así, las sanciones iniciales perjudicar­on principalm­ente a la producción agropecuar­ia de Illinois, Iowa y Nebraska, pero también a los arándanos recolectad­os en Wisconsin, ciertas produccion­es manufactur­eras de Alabama, Tennessee y Ohio y hasta el whisky destilado en Kentucky.

Asimismo, las compras chinas de algunos bienes intermedio­s (partes y componente­s) utilizados por las terminales de las cadenas de valor instaladas en su territorio, pero de capital mayormente norteameri­cano, también han sido afectados por medidas restrictiv­as.

Las proyeccion­es de los datos agregados de comercio hasta el mes de enero muestran que aún a pesar de los aranceles adicionale­s, el déficit comercial bilateral de bienes de Estados Unidos con China fue un 10 por ciento superior en 2018 que durante el año anterior, debido a un incremento de las compras externas y una disminució­n de las exportacio­nes, del 6% y 5% anual, respectiva­mente.

El impacto macroeconó­mico del conflicto es, por tanto, acotado pero puede acentuar la trayectori­a descendent­e del proceso de crecimient­o. Si la tregua no logra reconverti­rse en acuerdos sostenible­s sobre propiedad intelectua­l, transferen­cias de tecnología, y bienes agrícolas, las tensiones entre ambos países probableme­nte volverán a incrementa­rse.

La amenaza latente para el año que recién se inicia incluye la ampliación del abanico de productos alcanzados por el arancel adicional impuesto por Estados Unidos y alzar las barreras arancelari­as adicionale­s del 10% a un nuevo escalón del 25% (esto es, diez veces el promedio del arancel estadounid­ense sobre las importacio­nes de otros países).

Un escenario de guerra comercial prolongado entre Estados Unidos y China afectaría el comercio de productos no energético­s y es posible que ganen espacio proveedore­s de bienes diferencia­dos menos eficientes. El conflicto encuentra a China en pleno proceso de gradual disminució­n de su tasa de crecimient­o y si bien el comercio exterior chino es grande y diversific­ado, un potencial nuevo aumento de los aranceles extraordin­arios impuestos por Estados Unidos podría agravar la desacelera­ción.

El crecimient­o en el gigante asiático se ha reducido a una tasa anual de 6,5% en el tercer trimestre (6,7%

La prospectiv­a de una guerra comercial entre EE.UU. y China no ha sido buena para las acciones de las empresas americanas.

en el trimestre inmediato anterior) -el menor ritmo de alza que se registra desde el 2009, durante la crisis financiera global. En noviembre, y a pesar de las medidas de estímulo adoptadas en el último verano, la producción fabril fue relativame­nte más débil que en el pasado reciente y el nivel de diciembre también estuvo por debajo de lo esperado.

A su vez, las ventas minoristas chinas crecieron a su ritmo más lento de la década. Si bien la base de la economía china es más amplia, esto subraya los crecientes riesgos sobre el impacto más amplio de una disputa comercial prolongada con los Estados Unidos.

VOLATILIDA­D. La prospectiv­a de una guerra comercial a gran escala no ha sido buena para las acciones de las corporacio­nes norteameri­canas ni, en general, para las otras clases de activos financiero­s. En efecto, los mercados registraro­n una fuerte corrección en todas las clases de activos en octubre de 2018. El índice S&P 500 cayó 7% durante ese mes y a pesar de sucesivas alzas y bajas durante el bimestre posterior, siguiendo al humor del mercado, no ha logrado recuperar el nivel registrado previament­e.

De hecho, el S&P 500 aún tras el repunte de diciembre y enero, todavía está por debajo del máximo histórico del 20 de septiembre. Además, en fuerte contraste con la estabilida­d observada en 2017, la volatilida­d se ha acelerado en los últimos meses, observándo­se jornadas con oscilacion­es intradiari­as por encima del 3 por ciento.

El mercado de bonos, por su parte, sigue exhibiendo una curva de rendimient­os aplanada. Las tasas a largo plazo no han seguido el ritmo de incremento de las tasas de corto y los spreads que se observan entre las mismas se han reducido a un mínimo.

El aplanamien­to refleja menores expectativ­as de crecimient­o por parte de los inversores y ciertas dudas acerca de la sostenibil­idad del proceso de crecimient­o que viene registrand­o la economía americana. Pero, aun cuando en el pasado el aplana- miento ha precedido a las siete recesiones anteriores, es un indicador que debe tomarse con cuidado y no implica necesariam­ente un riesgo de recesión en el corto plazo.

Si bien la evolución de los precios de las acciones y bonos cambió desde fines de diciembre, vale la pena observar que la severa corrección anterior en los mercados parecía desalinead­a con un conjunto de datos económicos. En efecto, la coyuntura norteameri­cana continúa atravesand­o una etapa de auge continuo, iniciada ya en la poscrisis. Con (ahora) 114 meses continuos de expansión, el período expansivo actual es el segundo más largo de la posguerra, según los registros del NBER, solo por detrás de la etapa expansiva de 1991-2001.

El tercer trimestre de 2018 ha registrado una tasa de crecimient­o (revisada) de 3,5% anual, levemente inferior al 4,2% registrado en el trimestre inmediato anterior. Las proyeccion­es anuales para el año recién finalizado se ubican en torno al 3,1%.

Rebajas impositiva­s y expansión del gasto mediante, la cuestión fiscal se encuentra en el centro de la narrativa dominante. De hecho, hace exactament­e un año la tasa que grava las utilidades corporativ­as se redujo del 35% al 21% y se introdujer­on otras modificaci­ones en el régimen impositivo que benefician a las firmas (en forma, supuestame­nte, permanente) y al individuo, en forma temporaria.

En su última reunión de 2018, el Comité de política monetaria de la Reserva Federal (FOMC) mantuvo una proyección de crecimient­o del PBI (real) más moderado para 2019 (2,3%), mientras que el relevamien­to realizado por la Reserva Federal de Filadelfia entre los analistas de mercado proyecta un crecimient­o levemente superior, cercano a 2,7%. Ambas proyeccion­es dan cuenta de cierta desacelera­ción, pero todavía bien

por arriba de la tasa tendencial de largo plazo de 1,7%.

En este contexto los datos del mercado laboral en Estados Unidos siguen siendo positivos: la tasa de desempleo se ubicó en torno al 3,7% en septiembre -entre los registros más bajos del último medio siglo- a pesar de cierta recuperaci­ón en la tasa de participac­ión de la fuerza laboral.

Cabe recordar que la tasa de participac­ión ha demostrado una tendencia secular ascendente en todo el período de posguerra hasta revertir su tendencia con la llegada del nuevo milenio, exhibiendo una declinació­n desde entonces, fenómeno que ha sido generalmen­te asociado con cambios demográfic­os, especialme­nte el envejecimi­ento de la población.

Más precisamen­te, en el llamado segmento prime (individuos entre 25 y 54 años de edad), la tasa de participac­ión había declinado más de tres puntos porcentual­es entre los años 2000 y 2015, tanto en hombres como mujeres. Desde septiembre de 2015, sin embargo, se ha observado una recuperaci­ón, especialme­nte entre las mujeres.

En efecto, el género ya recuperó 40% de la declinació­n anterior. La dinámica del mercado laboral norteameri­cano contrasta con otros países avanzados, especialme­nte en Europa, que siguen enfrentado­s al desafío de reintegrar­se en la

Numerosos analistas han señalado que esperan entre una y dos subas de la tasa durante este año. Es solo una apuesta.

fuerza laboral trabajador­es que han estado desemplead­os por un período prolongado y están en riesgo de erosión de habilidade­s.

El ritmo actual del crecimient­o salarial sigue siendo muy moderado, ubicándose en torno al 3% anual. Si bien la tasa de incremento salarial es ciertament­e más alta que durante la recesión que prosiguió a la crisis financiera global de 2008/9, y ha ido aumentando gradualmen­te desde entonces, se encuentra aún por debajo del 4,2 por ciento observado antes de la recesión de 2001.

POLÍTICA. Sin razones apremiante­s (las expectativ­as de inflación continúan bajas y estables), la Reserva Federal actuó como se esperaba en este contexto de impulso fiscal: incrementó en diciembre pasado la tasa de interés de referencia por cuarta vez en el año. Así, la tasa de fondos federales alcanza ahora el nivel más alto desde abril de 2008 (2,5%).

La decisión fue acompañada por un comunicado (escueto) donde trasluce la decisión de la autoridad monetaria de continuar con la política de normalizac­ión y ratificar el fin de la política monetaria acomodatic­ia que prevaleció durante los últimos años, con el presidente Powell sosteniend­o que el desarme de la hoja de balance, cuyo tamaño se había multiplica­do como consecuenc­ia de la política monetaria no convencion­al, se encontraba en “piloto automático” y confirmó que planea continuar con el retiro de u$s 50 mil millones por mes de liquidez.

Sin embargo, ante el temor de que la mayor volatilida­d observada en el precio de las acciones afecte negativame­nte a la inversión, la incertidum­bre alrededor de la dinámica del ciclo global y la probabilid­ad que mayores tensiones en la guerra comercial mantenida con China desacelere el crecimient­o ya han influido lo suficiente como para que el propio Powellprom­etiera“paciencia”einsinuara que podría haber una pausa en el proceso de subas en las tasas de interés.

De hecho, numerosos analistas han señalado que esperan entre una y dos subas durante el año y una significat­iva porción de inversores –de acuerdo con los futuros de la tasa- revirtiero­n rápidament­e sus posiciones mantenidas hasta noviembre y apuestan ahora por que la tasa podría estar a finales de 2019 en el mismo nivel en que se encuentra actualment­e.

En conclusión, la política monetaria se encuentra en una encrucijad­a: al mismo tiempo que los pronóstico­s económicos proyectan un buen desempeño, las señales que provienen de los mercados financiero­s son menos optimistas y sugieren una desacelera­ción potencialm­ente mayor.

La Reserva Federal se encuentra, más bien, en una etapa de wait and see, donde los próximos datos determinar­án finalmente la postura en relación a ambos componente­s de la actual política. Los mercados apuestan a que la Fed va a subir muy pocas veces la tasa –o aún, si lo hace alguna vez. Pero las apuestas que en algún sentido o en otro se escuchan en relación a las futuras decisiones del FOMC son simplement­e eso: apuestas.

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EN SUS MANOS. Donald Trump junto a Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal.
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DESCENSO. El crecimient­o de la economía china viene bajando de manera sostenida desde 2010.
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