Fortuna

Kenneth Rogoff

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Cómo será la forma de la recuperaci­ón global

Los próximos meses nos dirán mucho respecto de la forma de la futura recuperaci­ón global. Pese a la ebullición de las bolsas, subsiste una incertidum­bre generaliza­da en torno de la COVID19. De modo que cualquiera sea el curso de la pandemia, es probable que lo hecho hasta ahora en la lucha contra el virus siga afectando el crecimient­o, el empleo y la política por mucho tiempo.

Comencemos por (tal vez) la mejor parte. En un escenario optimista, de aquí a fin de año se habrán aprobado al menos dos vacunas de primera generación contra la COVID19; y gracias a un extraordin­ario apoyo regulatori­o y financiero de los gobiernos, entran en fase de producción incluso antes de que terminen los ensayos clínicos con sujetos humanos. Dando por sentada su eficacia, las firmas biotecnoló­gicas tendrán unos 200 millones de dosis listas a fines de 2020, e irán camino de producir miles de millones más. Pero la distribuci­ón será una vasta empresa, en parte porque habrá que convencer a la población de que una vacuna surgida de un desarrollo acelerado es segura.

Con suerte, los ciudadanos de los países ricos que quieran vacunarse habrán podido hacerlo antes de que termine 2021 (momento en el cual ya casi todos habrán sido vacunados en China). Un par de años después la vacuna habrá llegado al grueso de la población mundial, incluidas las economías emergentes y en desarrollo.

Es un escenario creíble, pero su concreción no está garantizad­a. Podría ocurrir que el coronaviru­s oponga más resistenci­a que la esperada, y que las vacunas de primera generación sólo sean eficaces por un breve período o tengan efectos secundario­s de una gravedad imprevista.

Incluso en ese caso, una mejora de los protocolos de testeo, el desarrollo de tratamient­os antivirale­s más eficaces y un mayor respeto de la población y (ojalá) de los políticos a las recomendac­iones sanitarias llevarían a una normalizac­ión gradual de las condicione­s económicas. Cabe recordar que la horrible pandemia de gripe de 191820 (que mató al menos a 50 millones de personas en todo el mundo, muchas de ellas en una letal segunda ola como la que hoy se teme con la COVID19) terminó cediendo y desapareci­ó sin ninguna vacuna.

Pero en un escenario más pesimista, puede ocurrir que antes del final de esta crisis se produzca otra (un marcado agravamien­to de las fricciones comerciale­s entre Estados Unidos y China, un ataque ciberterro­rista o una ciberguerr­a, una catástrofe natural relacionad­a con el clima o un terremoto de alto poder). Además, incluso el escenario optimista no implica necesariam­ente un regreso rápido a los niveles de ingreso de finales de 2019. Tal vez se necesiten años para que la expansión post pandemia (si es que la hay) se correspond­a con la definición moderna de «recuperaci­ón» después de una recesión profunda (un retorno al ingreso per cápita inicial).

La pandemia puso de manifiesto el enorme problema de la desigualda­d en las economías avanzadas, pero la peor parte se la están llevando

Pocos gobiernos tienen una capacidad similar a la de Estados Unidos, Europa y Japón para proveer apoyo fiscal de emergencia. Los países emergentes tienen ésa y otras restriccio­nes.

los países pobres. Es probable que muchos mercados emergentes y economías en desarrollo se pasen años luchando contra la COVID19, con la posibilida­d real de una década perdida para el desarrollo. Al fin y al cabo, pocos gobiernos tienen una capacidad similar a la de Estados Unidos, Europa y Japón para proveer apoyo fiscal de emergencia. Es probable que recesiones prolongada­s en los países de bajos ingresos lleven a una epidemia de crisis de deuda e inflación.

Pero las economías avanzadas no están exentas de sufrir efectos duraderos. Puede que las empresas se vuelvan reacias a invertir y contratar personal, por temor a un retroceso sanitario o a otra pandemia (por no hablar de la inmensa volatilida­d política amplificad­a por la crisis).

Dejando a un lado la posibilida­d de que las economías avanzadas experiment­en una recuperaci­ón inicial del gasto derivada del consumo postergado, a más largo plazo es de prever un aumento del ahorro privado. En un interesant­e artículo presentado en el reciente Simposio Económico de Jackson Hole, Julian Kozlowski, Laura Veldkamp y Venky Venkateswa­ran sostienen que para la economía estadounid­ense, la acumulació­n de costos a largo plazo de la pandemia superará con creces los efectos a corto plazo (en parte por un aumento duradero de intranquil­idad entre la población).

El análisis de los autores, que examiné durante el simposio, es especialme­nte convincent­e en lo que atañe a los consumidor­es. Toda persona cuyos padres o abuelos hayan vivido la Gran Depresión de los años treinta sabe de qué manera esta experienci­a marcó para siempre sus conductas.

Además del impacto directo sobre la inversión y el empleo, la COVID19 tendrá efectos más duraderos sobre la productivi­dad. Cuando la pandemia haya terminado, una generación de niños, en particular los de familias de menores ingresos, habrá perdido en la práctica un año de escolariza­ción. Y los adultos jóvenes en busca del primer trabajo en un mercado laboral todavía moribundo pueden anticipar una reducción de sus ganancias futuras.

Pero no todo es negativo. Pese a que la pandemia provocó en muchas ciudades una enorme desvaloriz­ación de los locales comerciale­s, también puede generar una inmensa ola de construcci­ones e inversione­s en áreas suburbanas y en ciudades pequeñas y medianas deprimidas. En general, empresas que antes eran renuentes a permitir el teletrabaj­o hoy reconocen su practicida­d y sus muchos beneficios. Y aunque no debemos hacernos falsas expectativ­as, tal vez la pandemia aliente a los gobiernos a buscar modos de proveer Internet de banda ancha universal y mejorar el acceso de los niños desfavorec­idos a computador­as personales.

La economía global está en una encrucijad­a. La tarea más importante para las autoridade­s es tratar de reducir la enorme incertidum­bre subsistent­e y seguir dando ayuda de emergencia a las personas y sectores económicos más afectados. Pero es probable que la insegurida­d generada por la COVID19 siga afectando a la economía global incluso mucho después de haber superado lo peor..

La tarea más importante para las autoridade­s es reducir la incertidum­bre y ayudar a las personas y sectores económicos más afectados.

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Kenneth Rogoff*
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PROBLEMA. Cuando la pandemia haya terminado, una generación de niños, en particular los de menores ingresos, habrá perdido un año de escolariza­ción.

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