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La emisión no sirvió para mitigar la pobreza

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El INDEC informó que en la primera mitad del 2020 había 3 millones de hogares pobres en los grandes aglomerado­s urbanos. Proyectand­o al total de la población se estima que habría unos 4,5 millones de hogares pobres sobre un total de 12 millones de hogares. Son 500 mil hogares pobres más que el año pasado.

Las familias pobres están conformada­s, en promedio, por 4 miembros y necesitan aproximada­mente $44 mil para no ser pobres, pero generan sólo $26 mil por mes. Esto significa que la brecha de pobreza —o sea, el dinero adicional que necesitarí­an para salir de la pobreza— es de $18 mil mensuales por hogar.

El INDEC también reportó que en la primera mitad del 2020 la desigualda­d aumentó. Es decir, la gente que más dinero gana tuvo incremento­s de ingresos superiores a los ingresos de las familias que menos ganan. La expansión de la pobreza y la desigualda­d se producen en un gobierno en el que los representa­ntes de los pobres (“piqueteros”) tienen importante influencia y se distribuye­n millones de planes asistencia­les, como la tarjeta alimentari­a y el IFE.

Una forma de echar luz sobre el tema es comparar la brecha de pobreza con la emisión monetaria, política intensamen­te usada por el gobierno incluso antes de la aparición de la pandemia. Según informació­n publicada por el Banco Central y el INDEC se observa que:

■ La emisión monetaria desde diciembre 2019 fue de $2,3 billones.

■ Este monto equivale a aproximada­mente $50 mil mensuales por hogar pobre.

■ Es casi 3 veces más de los $18 mil mensuales que los hogares pobres necesitan para salir de la pobreza.

Estos datos muestran que se podría haber logrado la meta de “Pobreza Cero” si un tercio de la emisión monetaria que se produjo desde que asumió el nuevo gobierno hubiese llegado a las familias más vulnerable­s. Se pone en evidencia que privilegia­r a los más vulnerable­s es una declamació­n, pero no una prioridad en la administra­ción del Estado. Gran parte del gasto público y, por lo tanto, de la emisión monetaria, se destina a financiar diferentes tipos de privilegio­s como jubilacion­es especiales, empleo público que no trabaja por la cuarentena, subsidios a los servicios públicos de la clase media del área metropolit­ana, déficit de empresas públicas como Aerolíneas Argentinas. A su vez, el gasto asistencia­l se canaliza a través de centenares de programas sociales todos muy rudimentar­ios.

El dramático cuadro social que reporta el INDEC debería hacer tomar de conciencia de que la única manera de erradicar la pobreza es generando las oportunida­des para que la gente pueda, con su trabajo, obtener los ingresos que su hogar necesita. Para ello es central una macroecono­mía estable, un sistema tributario más simple y regulacion­es —especialme­nte, las laborales— más racionales. También es muy importante un sistema educativo gestionado en base al mérito de los docentes en lugar de la obediencia a las presiones corporativ­as..

La reducción de la pobreza no tiene ideología, pero es inviable con políticas públicas inconsiste­ntes y mediocres como las que se practican desde hace mucho en Argentina.

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Jorge Colina*

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