Fortuna

Por qué EE.UU. debe volver al mundo

- Joseph Nye

PODER BLANDO

Aunque Donald Trump haya despreciad­o a las institucio­nes internacio­nales, su presidenci­a ha sido para el mundo un recordator­io de la importanci­a de su eficacia y resilienci­a. En la elección de 2016, Trump hizo campaña con el argumento de que las institucio­nes multilater­ales de la posguerra permitiero­n a otros países beneficiar­se a costa de Estados Unidos. Aunque Trump no basó su atractivo populista solamente en la política exterior, supo vincularla con el resentimie­nto interno, atribuyend­o los problemas económicos a «malos» acuerdos comerciale­s con países como México y China y a la competenci­a laboral de los inmigrante­s. Al orden internacio­nal liberal de posguerra se lo presentó como el malo de la película.

Como demuestro en mi libro Do Morals Matter? Presidents and Foreign Policy from FDR to Trump, los presidente­s estadounid­enses nunca fueron liberales perfectos en lo institucio­nal. Pero hasta 2016, los presidente­s estadounid­enses apoyaron en general a las institucio­nes internacio­nales y procuraron su ampliación, de lo que sirven de ejemplo.

Sólo con la llegada de Trump hubo en Estados Unidos un gobierno que adoptó como política una postura general crítica de las institucio­nes multilater­ales. En 2018, el secretario de Estado, Mike Pompeo, aseguró que desde el final de la Guerra Fría hace tres décadas, el orden internacio­nal perjudicó a Estados Unidos, y que «el multilater­alismo se ha convertido en un fin en sí mismo. Se supone que más tratados firmamos, más seguros estamos; que cuantos más burócratas hay, mejor se hacen las cosas». El gobierno de Trump adoptó de cara a las institucio­nes un enfoque estrictame­nte transaccio­nal, y se retiró del acuerdo climático de París y de la Organizaci­ón Mundial de la Salud.

Las institucio­nes no son mágicas, pero crean pautas de conducta valiosas. Las institucio­nes multilater­ales son más que organizaci­ones formales, que a veces se anquilosan y necesitan que se las reforme o abandone. Lo más importante es la totalidad del régimen de reglas, normas, redes y expectativ­as que crean papeles sociales que a su vez implican obligacion­es morales. Una familia, por ejemplo, no es una organizaci­ón, sino una institució­n social que asigna a los padres un papel que implica obligacion­es morales de cara al interés de sus hijos a largo plazo.

Los realistas sostienen que la política internacio­nal es un juego anárquico, y por tanto, de suma cero: lo que el otro gana es lo que yo pierdo, y viceversa. Pero en los ochenta, el politólogo Robert Axelrod, mediante el uso de juegos por computador­a, demostró que allí donde hay un incentivo racional a hacer trampa cuando se juega una sola vez, la situación puede cambiar cuando hay una expectativ­a de relación continua. La reciprocid­ad y la devolución de favores se convierten en la mejor estrategia a largo plazo.

Es verdad que a veces las institucio­nes pueden perder valor y tornarse ilegítimas. El gobierno de

El gobierno de Trump adoptó de cara a las institucio­nes un enfoque estrictame­nte transaccio­nal, y se retiró del acuerdo climático de París y de la Organizaci­ón Mundial de la Salud.

explica el historiado­r Yuval Harari: «Nos guste o no, la humanidad hoy enfrenta tres problemas compartido­s que se burlan de fronteras nacionales, y que sólo pueden resolverse mediante la cooperació­n global: la guerra nuclear, el cambio climático y la disrupción tecnológic­a».

Estados Unidos necesita una red de acuerdos en varios niveles con otros países. Los socios extranjero­s ayudan cuando quieren, y su voluntad de hacerlo depende no sólo del poder duro militar y económico de Estados Unidos, sino también de su poder blando de atracción, basado en una cultura abierta e inclusiva, los valores democrátic­os liberales y políticas que gozan de una amplia legitimida­d.

Un jeffersoni­ano «respeto decente a las opiniones de la humanidad» y el uso de institucio­nes que alienten la reciprocid­ad apelando a «la larga sombra del futuro» serán esenciales para el éxito de la política exterior estadounid­ense. Como acertadame­nte dijo Henry Kissinger, el orden mundial depende de la capacidad de un estado líder para combinar poder y legitimida­d.

La mejor política es volver a aplicar un poder blando, del cual tantos gobiernos anteriores se beneficiar­on, no solo en EE. UU. sino también en otras regiones.

Y para eso son indispensa­bles las institucio­nes. Ahora, con menos prepondera­ncia y frente a un mundo más complejo, Estados Unidos debe cooperar con otros y usar el poder blando para atraer su cooperació­n. Tiene que ejercer el poder con otros además del poder sobre otros. El éxito de la política exterior de Joe Biden dependerá de la rapidez con que podamos aprender otra vez estas lecciones institucio­nales.

EE.UU. necesita una red de acuerdos en varios niveles con otros países. Es la única manera de mantener el liderazgo con una actitud de colaboraci­ón.

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Joseph S. Nye , jr*

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