Fortuna

CASTILLO DE HOHENZOLLE­RN

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La atmósfera fantástica que envuelve a la Selva Negra no sería la misma sin los innumerabl­es castillos que asoman entre las boscosas montañas. A tan solo 50 kilómetros de Stuttgart, el Castillo de Hohenzolle­rn, ubicado en la cima de su monte homónimo, es reconocido como uno de los más bonitos y visitados de la región. Creado originalme­nte en el siglo XI como una fortaleza, 400 años después, tras su destrucció­n total, la familia Hohenzolle­rn se encargó de su reconstruc­ción para adoptarlo como hogar de su dinastía. De esa época medieval solo queda la capilla de San Miguel. Tras años de abandono, en 1846, Federico Guillermo IV de Prusia ordenó volver a levantar el edificio en homenaje a sus antiguos habitantes. A finales de la Segunda Guerra Mundial, este nuevo castillo de influencia­s neogóticas se convirtió en la casa del principe Guillermo de Prusia y su esposa. Hoy, en su interior, se pueden ver obras de artistas locales, además de una colección de orfebrería y objetos de Guillermo II.

Los

numerosos balnearios de aguas termales han convertido a Baden-Baden en una de las principale­s ciudades turísticas de la Selva Negra. Destino predilecto de la alta burguesía del siglo XIX, su afluencia promovió la construcci­ón de distintas atraccione­s, entre ellas un teatro, un hipódromo y un casino, que hoy se consagra como una de las atraccione­s imperdible­s del lugar. Construido en 1821, el

Kurhaus es un edificio que se distingue por su ostentosa decoración inspirada en palacios franceses como Versalles. Su visita permite recorrer elegantes salones en los que ha transcurri­do la vida social de la ciudad con la presencia de figuras como Marlene Dietrich o Fiódor Dostoyevsk­i. Sobre la colina de Baden-Baden, la ruinas del Castillo de Hohenbaden, una construcci­ón originaria del siglo XII. tismo, estremecid­os por la oscuridad de sus caminos.

Pero lo que una vez pudo ser un tenebroso territorio inexplorad­o, tiempo después se convirtió en la fuente de inspiració­n de populares fábulas creados por los hermanos Grimm, autores de Hänsel y Gretel, Pulgarcito, y Blancaniev­es, entre otras.

Viajar por la Selva Negra es sumergirse en un universo encantado,

donde el entorno natural convive con siglos de historia y costumbres que llenan de color los pueblos de la región. Al caminar por sus calles, es posible descubrir el Bollenhut, un sombrero típico con grandes bolas en la parte superior utilizado principalm­ente por mujeres, o participar de alguna celebració­n o fiesta popular en la que los locales visten llamativos trajes para bailar al compás de la mú

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en madera de la Selva Negra, cada mediodía, a las 12 en punto, visitantes y locales se paran expectante­s frente a él para ver su mecanismo activarse y oír el canto de su pájaro que mide más de cuatro metros y pesa alrededor de 150 kilos. En las afueras de la ciudad, la cascada de Triberg es un paseo obligado para quienes quieren conectar con
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