BAJA EL CONSUMO, PERO SUBE EL GASTO
Los primeros dos meses del año comenzaron con una fuerte caída de la oferta ganadera, que no se recuperará hasta que los feedlots no vuelvan a poblarse y hasta que las recrías y los engordes a pasto no se repongan después de los duros efectos de la seca sobre la oferta forrajera.
En otro momento, la baja en el ritmo de ganancia de peso de los últimos meses hubiera sido corregida con suplementación o con el corral, pero hoy una relación carne-grano muy adversa está obligando a alargar la fase pastoril del engorde y a dosificar el uso del grano.
El consumo, con una faena de novillitos y vaquillonas 20 por ciento inferior al promedio histórico para
esta época, se mantiene firme; a medida que baja la oferta, encuentra franjas de consumidores menos dispuestos —por el mecanismo de precios— a bajar la ingesta.
La exportación, que en el primer bimestre bajó su ritmo de actividad por la escasez de novillos pesados y vacas y por la caída estacional de las compras chinas, advierte que la oferta de estas categorías no alcanza para el nuevo nivel de capacidad instalada de la industria, que se incrementó fuerte en los últimos años. Y que, de la mano de las inversiones en marcha, es probable que siga creciendo.
En enero el consumo de carne vacuna cayo a sólo 45 kilos por habitante (equivalente anual), 13 por ciento por debajo de igual mes del año pasado.
Pero el gasto (precio por cantidades demandadas) subió 13 por ciento en términos reales, debido al incremento del 80 por ciento en los precios al mostrador, 42 puntos porcentuales por encima de la inflación.
La serie de gasto en carne vacuna, para el mes de enero de cada año, expresada en pesos de enero de 2021, comienza en enero de 2008, con 19.180 pesos (equivalente anual) por habitante. Este valor crece en el período 2009-2012, hasta tocar un máximo de 24.000 pesos en enero de 2012.
Luego cae durante siete años consecutivos, hasta un piso de 18.155 pesos en enero de 2019. En los últimos dos años, se recupera a 18.700 pesos en enero de 2020 y trepa hasta 21.168 el mes pasado
CONCLUSIÓN. El problema de la carne en Argentina está en la oferta, que es escasa por la falta de inversión. La baja inversión está relacionada con el escueto margen de rentabilidad del sector ya que las principales amenazas radican en la alta inflación del país, los elevados costos de logística y la enorme presión tributaria.
Para que el asado esté a precios bajos, necesitamos hacer más rentable el negocio, aumentar el rodeo (la cantidad de animales) a 60 millones de animales y 30 millones de vacas, aumentar la productividad y llevar la relación ternero vaca al 90%, lo que nos daría un total de 27 millones de terneros, que sería casi el doble de lo que vamos a producir en los años venideros. A esto habría que sumarle incentivos al ganadero para que aumente los kilos del animal y de esa forma produzca más carne; hoy estamos faenando a los animales con 400 kilos, pero podríamos engordarlos hasta 480 kilos, con lo cual aumentaríamos un 20% la cantidad de carne producida. Si hiciéramos todo eso, habría que ampliar la capacidad de los frigoríficos, crearíamos empleos, exportaríamos más carne y la carne pegada al hueso como el asado —que tanto nos gusta pero que pocos la comen en el mundo— quedaría en su totalidad en el país, con lo cual podríamos venderla a precios muy bajos.
Los incentivos a la inversión deberían estar dados en beneficios fiscales. La ganadería es un negocio de largo plazo; por ende, necesita menos impuestos y más financiamiento a tasas razonables. Se podría direccionar esos beneficios a lugares geográficos, donde hay campos muy aptos para este negocio, pero que hoy no están potenciados, como es el caso del NEA y NOA, donde —además— hay mucho maíz a precio muy bajo (por la distancia al puerto). Producir carne pasaría a ser un negocio muy apetecible.
El problema del asado es que hay baja oferta de un corte de carne que el mundo no consume, pero muchos políticos le echan la culpa a la exportación por su precio. La falta de un rodeo vacuno acorde es el tema crucial a la hora de hablar del precio del asado; sin embargo, esos políticos se complotan para hacer del maíz su villano preferido.
En definitiva, el problema de la carne es el problema de la Argentina: no hay inversión, la oferta es escasa y el resultado es un precio que sube y que seguirá subiendo, porque, aunque algunos todavía no lo crean, en el mercado sigue mandando la oferta y la demanda. Lo demás es puro cuento.
Otro mito es que la carne está cara porque la exportamos. Eso es falso: cuanta más carne producen los frigoríficos mejor aprovechan su escala.