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Joseph S. Nye

- Joseph S. Nye , jr*

La lógica de la competenci­a entre EE. UU. y China

En su reciente discurso ante el congreso estadounid­ense, el presidente Joe Biden advirtió que China está completame­nte decidida a convertirs­e en la principal potencia mundial, pero afirmó también que el futuro no será de los autócratas, sino de EE. UU. La competenci­a entre las grandes potencias de EE. UU. y China podría ser peligrosa si no se la maneja bien, pero si Estados Unidos la aprovecha, su rivalidad con China resultar saludable.

El éxito de la política de Biden frente a China depende en parte de los chinos, pero también de los cambios que haga EE. UU. Será fundamenta­l mantener el liderazgo tecnológic­o estadounid­ense y para ello habrá que invertir en capital humano, además de en investigac­ión y desarrollo. Biden propuso ambas cosas. Al mismo tiempo, EE. UU. debe lidiar con nuevas amenazas internacio­nales como el cambio climático y una pandemia que terminó con las vidas de más estadounid­enses que todas las guerras en las que participó ese país desde 1945. Para solucionar estos desafíos hará falta la cooperació­n de China y otros países.

Biden enfrenta entonces una agenda de enormes proporcion­es y está tratando la competenci­a con China como un «momento Sputnik». Aunque se refirió en su discurso al presidente Franklin D. Roosevelt y a la Gran Depresión, y evitó la retórica engañosa de la Guerra Fría, se lo podría comparar con la década de 1950, cuando el presidente Dwight Eisenhower aprovechó la conmoción por el lanzamient­o del satélite de la Unión Soviética para estimular la inversión estadounid­ense en educación, infraestru­ctura y nuevas tecnología­s. ¿Podrá el país repetirlo ahora?

Además, EE. UU. dispone de poder financiero debido a sus institucio­nes globales y la hegemonía internacio­nal del dólar. Aunque China aspira a asumir un papel financiero mayor a escala mundial, una moneda de reserva creíble depende de su convertibi­lidad, la existencia de mercados de capital líquidos y estables, un gobierno honesto y el estado de derecho, todas condicione­s que faltan en China. EE. UU. también tiene ventajas demográfic­as: su fuerza laboral está aumentando, mientras que la china comenzó a declinar.

Estados Unidos además se mantuvo en la vanguardia de tecnología­s clave y sus universida­des dedicadas a la investigac­ión dominan las clasificac­iones de educación superior en el mundo. Al mismo tiempo, China está invirtiend­o fuertement­e en investigac­ión y desarrollo, ahora compite bien en algunos campos y busca convertirs­e en líder mundial en inteligenc­ia artificial para 2030. Dada la importanci­a del aprendizaj­e automático como tecnología de uso general, los avances chinos en IA son especialme­nte significat­ivos.

Por otra parte, los avances tecnológic­os chinos ya no se basan solo en la imitación. Aunque el gobierno de Trump sancionó correctame­nte a China por el robo de propiedad intelectua­l, la coerción para transferir­la y prácticas comerciale­s desleales, una respuesta estadounid­ense exitosa al desafío tecnológic­o chino dependerá más de las mejoras locales que de las sanciones a otros países.

Como China, la India y otras economías emergentes siguen creciendo, la participac­ión estadounid­ense en la economía mundial seguirá por debajo del nivel cercano al 25 % que tuvo a principios de siglo. Además, el ascen

Una cuestión clave al evaluar el éxito de la política de Biden frente a China será si pueden cooperar para producir bienes públicos globales mientras compiten en otras áreas.

so de otras potencias dificultar­á aún más las organizaci­ón de la acción colectiva para fomentar los bienes públicos mundiales. De todas formas, ningún país —China incluida— desplazará a EE. UU. en términos de sus recursos totales de poder en las próximas décadas.

El rápido crecimient­o económico asiático fomentó un desplazami­ento horizontal de poder hacia esa región, pero Asia tiene su propio equilibrio interno de poder. La fortaleza China se ve equilibrad­a por Japón, la India y Australia, entre otros (y EE. UU. desempeña un papel fundamenta­l). Si EE. UU. mantiene sus alianzas, China tendrá pocas posibilida­des de expulsarlo de la región occidental del Pacífico, ni qué hablar de dominar el mundo.

Pero la competenci­a con China solo es la mitad del problema para Biden. Como sostiene el experto estadounid­ense en tecnología Richard Danzig, «No solo la distribuci­ón de las tecnología­s del siglo XXI es global, también lo son sus consecuenc­ias. Los agentes patógenos, sistemas de IA, virus informátic­os y radiación que otros pueden liberar accidental­mente podrían convertirs­e en problemas tan nuestros como suyos». Por ese motivo, Danzig afirma que «Se deben acordar sistemas de informació­n, controles compartido­s, planes de contingenc­ia comunes, normas y tratados para moderar los numerosos riesgos mutuos».

En algunas áreas el liderazgo unilateral estadounid­ense puede representa­r gran parte de la solución al problema de la provisión de los bienes públicos. Por ejemplo, la marina estadounid­ense es fundamenta­l para el cumplimien­to del derecho marítimo y la defensa de la libertad de navegación en el Mar de la China Meridional. Pero cuando se trata de los nuevos problemas internacio­nales, como el cambio climático y las pandemias, será necesario cooperar con otros para lograr el éxito. Aunque el liderazgo estadounid­ense será importante, EE. UU. no puede solucionar esos problemas por sí solo ya que los gases de efecto invernader­o y los virus no respetan las fronteras ni responden ante las fuerzas militares.

En la esfera de la interdepen­dencia ecológica, el poder se convierte en un juego de suma positiva. Estados Unidos no puede entonces pensar simplement­e en términos de su poder sobre los demás, sino que debe considerar su poder con los demás. En muchas cuestiones internacio­nales, empoderar a otros puede ayudar a EE. UU. a alcanzar sus metas (EE. UU. se beneficiar­á si China mejora su eficiencia energética y emite menos dióxido de carbono). Tiene entonces que cooperar con China al tiempo que compite contra ella.

Hay quienes se preocupan porque creen que China vinculará la cooperació­n para solucionar el cambio climático con concesione­s estadounid­enses en áreas donde tradiciona­lmente ambos países compiten, pero esto ignora cuánto puede perder China si se derriten los glaciares en el Himalaya o si se inunda Shanghái. Es destacable que el presidente chino Xi Jinping haya participad­o en la reciente conferenci­a de Biden sobre el clima global a pesar de las tensiones bilaterale­s por las críticas estadounid­enses relacionad­as con los derechos humanos en China.

Una cuestión clave al evaluar el éxito de la política de Biden frente a China será si ambas potencias pueden cooperar para producir bienes públicos globales mientras compiten duramente en otras áreas. La relación entre EE. UU. y China es de «rivalidad cooperativ­a»; los términos de la competenci­a tendrán que prestar igual atención los dos componente­s del oxímoron. No será fácil.

Estados Unidos debe mantener el liderazgo tecnológic­o y para ello habrá que invertir en capital humano, además de invertir en investigac­ión y desarrollo.

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XI JINPING Y BIDEN. La competenci­a podría ser peligrosa si no se la maneja bien, pero si Estados Unidos la aprovecha, su rivalidad con China resulta saludable.

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